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Hola, estudiante. Antes de que escuches este episodio, quiero recordarte que este domingo quince de septiembre cierran las inscripciones para mis cursos online. Si necesitas más información, la tienes toda en la página web o me puedes enviar un correo electrónico a hola arroba Spanish Language Coach punto com. Disfruta del episodio. Episodio número ciento quince, la complicada relación con mamá y papá.

Hola, estudiante, ¿cómo estás? Yo la semana pasada no pude hacer un nuevo episodio porque pillé un virus del estómago y estuve un poco pachucho unos días. Te recomendé que escucharas el episodio número ocho de mi podcast para estudiantes de nivel avanzado, donde hablaba con mi madre sobre su experiencia trabajando como empleada doméstica cuando era adolescente. Aunque notarás que hablo más de prisa en ese episodio, no es demasiado complicado de entender y siempre puedes ayudarte con la transcripción. Y hablando de transcripción, recuerda que puedes leerla de forma gratuita en WWW punto Spanish Languagecoach punto com.

Allí también encontrarás las flashcards de vocabulario. Si es la primera vez que escuchas este podcast, recuerda clicar el botón de seguir y el botón de la pequeña campana si quieres recibir una notificación cuando haya un nuevo episodio. También tengo que pedirte perdón porque que algunos de los últimos episodios tenían un volumen un poco bajo. Algunas personas me dijeron que necesitaban escucharlo a todo volumen para entenderlo bien. Ya he descubierto cuál era el problemita con mi micrófono y espero que ahora me oigas bien, con potencia.

Vamos con el tema de hoy. El año pasado, por estas fechas, en el episodio setenta y seis, te hablaba de la película de La Gran Familia, una película española muy navideña. Te conté cómo esta película retrataba a una familia numerosa española y cómo eran las dinámicas familiares en esa época. Hoy vamos a volver a hablar de la familia y, más concretamente, de familia con hijos. Vamos a hablar de cómo la relación con nuestros padres en la infancia afecta a nuestra adultez.

Lo sé, parece que no es un tema muy navideño, pero en realidad creo que hablar este tipo de cosas es muy sano y liberador. No se trata de recriminar, de echar en cara lo que alguien hizo mal en el pasado, sino de darnos cuenta del efecto que tuvo en nosotros, procesarlo, trabajarlo y buscarle una solución para tener una mayor paz con nosotros mismos. Hay muchas expresiones en español que hablan de los vínculos familiares, por ejemplo, la sangre tira mucho, el equivalente de blood is zika downwota, en inglés, en referencia a que los vínculos familiares son más fuertes que otro tipo de relaciones. También hay otras expresiones que hablan de que este tipo de relaciones no están libres de problemas. Por ejemplo, en todas las casas o en todas las familias cuecen habas.

Las habas son esa legumbre verde y en este refrán, cocer habas simboliza la existencia de conflictos en el hogar familiar. Porque la relación con nuestros padres, además de estar llena de amor generalmente, al igual que cualquier tipo de relación, no está exenta de conflictos, malentendidos o expectativas que no se cumplieron. El arte y la cultura han representado este tipo de relación en infinidad de ocasiones, desde el libro infantil Matilda, del autor Roald Dahl, hasta las películas de Pedro Almodóvar. Pienso especialmente en la película Julieta, basada en tres historias cortas de la escritora Alice Munro. En ella se explora la complicada relación entre una madre y su hija.

Si haces o has hecho terapia alguna vez, sabrás que la relación con tus padres es una parte importante de muchas sesiones. A pesar de que la idea pueda resultar muy molesta, la psicología moderna continúa ofreciendo la idea de que como somos y como actuamos tiene mucho que ver, está muy relacionado con nuestra infancia, en especial con la relación con nuestros padres. Todas las dinámicas familiares que sucedieron antes de los quince años, aproximadamente, todavía tienen un efecto en nuestro yo actual. Si todavía te resistes a esta idea, piensa en tu idioma nativo. Cuando aprendiste a hablar, tu familia tuvo un impacto directo en las palabras que aprendiste, en la gramática, el acento.

Del mismo modo, aprendemos del lenguaje emocional de las personas que tenemos más cerca durante los primeros años de vida. La forma de expresar emociones, las expectativas en nuestras futuras parejas, lo que se espera de nosotros, etcétera. Considera que una persona media pasa más de veinticinco mil horas con sus padres antes de cumplir los dieciocho años. Podemos pensar que esta obsesión con mirar atrás y echar la culpa de todo a nuestros padres es algo de nuestra sociedad occidental actual, pero nada más lejos de la realidad. Prácticamente, cada cultura tiene alguna forma de mirar atrás e intentar solucionar esos problemitas con sus ancestros usando determinados ritos o tradiciones.

Las formas en las que se representa esta necesidad de mirar atrás y analizar la relación con tus padres se puede hacer de muchas formas, haciendo un determinado rito o yendo a la consulta psicológica. La idea es la misma, intuimos que nuestra relación con ellos, especialmente en la infancia, tiene un efecto grande en el presente. Digamos una verdad incómoda, nadie está completamente equilibrado, o por decirlo de otra forma, todos estamos un poquito desequilibrados. Estos desequilibrios pueden remendarse, pueden solucionarse en algunos casos si conocemos de dónde vienen. Y resulta que muchos de ellos vienen provocados por algo que pasó en el pasado.

Te doy algunos ejemplos que mencionan los psicólogos. Puede que nuestros padres fueran tremendamente competitivos mientras crecíamos, lo que hace que empezáramos a refugiarnos en tener resultados mediocres a modo de compensación. Si hemos vivido con un padre o una madre con una aversión muy grande a su cuerpo, puede haber tenido un efecto grande en cómo nos relacionamos con el nuestro y nuestra sexualidad. Si en nuestra casa había constantes problemas económicos, es posible que hayamos crecido desarrollando una necesidad de lograr más cosas que los demás y búsqueda de prestigio social. Si nos sentimos despreciados por nuestra padre o madre, es posible que ahora tengamos una conducta evitativa en las relaciones afectivas.

La lista de ejemplos podría continuar, es larguísima. Según las personas expertas en este tipo de relaciones, siempre hay una lógica y siempre hay una historia que nos explica el porqué de muchos comportamientos y nos ayuda a comprendernos mejor. Muchas veces, porque nuestros desequilibrios se crearon en la infancia cuando todavía éramos personas inmaduras, nuestros comportamientos y respuestas en determinadas situaciones todavía son inmaduras. Continuamos usando ese patrón que creamos en la infancia, cuando no teníamos herramientas ni capacidad de gestionar situaciones complicadas. Por ejemplo, cuando una criatura, una niña o un niño pequeño sufre algún tipo de violencia, emocional o física, por parte de un adulto, tienden a pensar que hay algo malo, algo que está mal con ellos.

Necesitan justificar de alguna forma ese comportamiento violento por parte de un adulto, especialmente si viene de un adulto cuya función debería ser la de protección. Tiene que pasar mucho tiempo y mucho trabajo personal para que estas personas se den cuenta de que en realidad no hay nada de malo con ellos, y que era la persona adulta la que estaba actuando de forma errónea. No es necesario tener que haber sufrido algún tipo de violencia para haberse sentido de forma similar. No si a ti te pasaba, pero cuando yo era pequeño, el silencio de los adultos, por ejemplo, me provocaba una gran incomodidad. Cuando estaba con un adulto que me hablaba muy poco, que estaba serio continuamente o de mal humor, yo me preguntaba, ¿he hecho algo mal?

¿Por qué está enfadado conmigo? Cuando eres adulto te das cuenta de que hay muchas razones por las que alguien puede tener esta actitud y que no tienen nada que ver con el niño al que cuidan. Otro de los patrones que algunas personas aprendieron en la infancia y que les lastran en su vida adulta, es decir, que reduce la calidad de sus relaciones, es el de intentar solucionar a esa persona adulta problemática. Los más pequeños son especialmente vulnerables, no solo por su inmadurez emocional, que hace que no entiendan determinadas situaciones, como hemos dicho, también porque no pueden escapar de ellas. Si somos adultos funcionales y estamos en una relación donde nos sentimos atacados, menospreciados o se ejerce la violencia sobre nosotros, tendremos el instinto natural de escapar de esa relación.

Sin embargo, cuando somos pequeños, esta posibilidad no existe. Este es el otro patrón del que hablo, intentar cambiar a ese padre o madre disfuncional, sentirnos responsable de ellos, y luego hacerlo con otras relaciones en el futuro que nos recuerdan a nuestra infancia. No somos masocas, simplemente aprendimos ese rol en la infancia por una cuestión de supervivencia y ahora lo continuamos repitiendo. Otro patrón heredado de la infancia es el de la comunicación poco efectiva. Es evidente que los niños no pueden expresarse tan bien como un adulto.

Primero, por un problema de comprensión del conflicto y, segundo, por un problema de expresión. La comprensión y la expresión mejoran conforme nos hacemos más mayores, pero es posible que nos hayamos acostumbrado a los patrones de la infancia y usemos el enfado, el silencio, la pasivo agresividad o el enfurruñamiento. ¿No sabes lo que significa enfurruñarse? Imagina un niño pequeño con los brazos cruzados y cara de enfadado, está enfurruñado. Como con los patrones anteriores, aunque como adultos ahora podríamos comunicarnos eficazmente, a veces nos resulta complicado dejar de actuar como la criatura pequeña que una vez fuimos.

Al final, como ves, lo más importante es darse cuenta de estos patrones y ver de dónde vienen, y sobre todo saber que existe la posibilidad de cambiarlos, porque ahora tenemos muchos más recursos que antes. Cuando nos vamos de casa nos independizamos, nos llevamos nuestra ropa, nuestras cosas, pero también nos llevamos esos patrones de los que hemos hablado, patrones que en muchos casos dificultan nuestra vida adulta. Y ahora, para acabar, quiero decir algo a lo que he dado muchas vueltas, lo he pensado mucho. No sabía cómo plantearlo porque es un poco atrevido por mi parte, ya que solo tengo la perspectiva de hijo, pero no de padre. Todos somos hijos de alguien, pero no todos somos padres.

Si eres madre o padre, probablemente tengas una perspectiva más completa y puede que estés en desacuerdo conmigo. Hasta hace algunos años, cuando hablaba de mis amigos de este tema, yo siempre les decía algo como, bueno, tu padre o tu madre no actuaron bien, no lo hicieron bien en este aspecto, y esto tiene unas consecuencias, pero ahora eres una persona adulta y madura y eres la responsable de buscar una solución. Todavía pienso eso, creo que como adultos es nuestro trabajo procesar esas cosas que pasaron en el pasado y curar nuestras heridas. Sin embargo, también pienso que nuestros padres también tienen una responsabilidad en las decisiones y actos que tomaron en el pasado. Cuando somos pequeños, nuestros padres nos enseñan a que cuando hacemos algo malo tenemos que pedir perdón, pero me da la sensación de que, por alguna razón, quizás porque es demasiado doloroso para ellos, muchos padres no piden perdón a sus hijos.

Creo que algo muy amargo para un hijo es esperar un perdón que nunca llega por parte de un padre o una madre. Creo en el poder reparador del perdón, no siempre funciona, pero que ayuda a desinfectar la herida, aunque sea solo de forma superficial. En algunos casos, puede ser el primer paso para que el hijo pueda empezar su curación por él o ella misma. Al principio del episodio te decía que esto no se trata de recriminar o echar en cara a nuestros padres lo que hicieron mal, porque en la inmensa mayoría de los casos lo hicieron lo mejor que pudieron dadas sus circunstancias. Los hijos lo sabemos y queremos a nuestros padres a pesar de eso, de la misma forma que ellos nos quieren a nosotros con nuestras virtudes y defectos.

Yo una vez le estaba contando algo a mi madre y ella me dijo, eso te pasa porque siempre te he sobreprotegido mucho, hijo. La verdad es que yo nunca lo había verbalizado, pero que lo había pensado y me gustó escucharlo de ella, y es un tema que ahora hablamos de vez en cuando con naturalidad y me ayuda a conectar puntos con mis comportamientos presentes, la verdad. La sobreprotección es algo que muchos padres y madres aplican con su primer hijo, y que, en mi opinión, es muy fácil de entender, porque nace de cosas como la inexperiencia o inseguridad, pero sobre todo nace del amor y del instinto protector. Sin embargo, hay otros comportamientos, acciones, cosas dichas en el pasado que están en el lado opuesto, que dejaron al niño, que fuimos, completamente desprotegido. Esos comportamientos son los más complicados de entender y los que dejan mayores heridas, los que hicieron ver a esa criatura, que ese padre o esa madre, que se suponía tenían que darle refugio y protección, hacían todo lo contrario.

Hay una frase del escritor italiano del siglo diecinueve Silvio Pelico, que me gusta mucho, Exigir a los progenitores para respetarlos que estén líderes de defecto y que sean la perfección de la humanidad es soberbia e injusticia. Y no puedo estar más de acuerdo con esta frase, y creo que la mayoría de hijos estamos de acuerdo con ella una vez pasada la adolescencia cuando empezamos a ver a nuestros padres de otra forma y entendemos la complejidad del mundo. Sin embargo, he querido coger esa cita de Silvio Pelico y transformarla desde el punto de vista de los hijos, diciendo algo así. Exigir a los hijos que acepten, toleren u olviden errores de sus padres que tuvieron una profunda consecuencia en la vida de sus hijos es poco realista, improductivo e injusto. Digo que es improductivo porque hay heridas que son complicadas de olvidar y de curar.

Cuando no se hablan, no se curan, en definitiva, no se reparan, pueden complicar la relación que tenemos hoy con mamá o papá, y que separarnos, distanciarnos de ellos sea una forma de protección inconsciente. Desde fuera puede que la solución parezca fácil. Ahora sois adultos, podéis sentaros a hablar y hacerlo al mismo nivel, explicar las cosas de igual a igual. Pero pasa una cosa, muchos hijos son conscientes de la vulnerabilidad de sus padres y la idea de esa conversación no les parece buena. Piensan, puf, no quiero hacerle pasar ese mal rato a mi madre, o papá no va a entender por qué le hablo de esto ahora, por qué le saco este tema después de tantos años.

A esos niños, ahora adultos, les viene ese pensamiento en forma de empatía, pero también les viene otro mucho más negro, más negativo y piensan, ¿Por qué mamá no pensó en y en mi vulnerabilidad cuando me decía que estaba gorda todo el tiempo? ¿O por qué papá no me vio vulnerable a cuando me quedaba en casa solo esperando a que volviera del bar? Me gustaría haber acabado el episodio en un tono más positivo, pero es lo que es. Creo que algunos hijos tienen suerte y tienen la ayuda de sus padres en ese proceso de reparación, y otros no. Para los que no lo tienen hay un trabajo extra, trabajar ese perdón que nunca llegó, un perdón en la distancia.

En todo caso, seguro que ese trabajo vale la pena. Por último, te voy a leer una parte de la letra de Matilda, una canción de Harry Styles que he escuchado muchísimas veces este año y que me dio la idea de hacer este episodio. Puedes dejarlo ir, puedes hacer una fiesta e invitar a todo el mundo que conoces, y no invitar a tu familia, porque nunca te dieron amor. No tienes que sentirte mal por irte y crecer. Puedes dejarlo ir, puedes hacer una fiesta e invitar a todo el mundo que conoces, puedes crear una familia que siempre te dará amor.

No tienes que sentirte mal, no. Pues ya hemos llegado al final del episodio, un poco intenso, ¿no? Bueno, espero que te haya parecido interesante y que al menos, que al menos te haya ayudado a hablar de relaciones familiares en español, ¿verdad? Por cierto, me gustaría hacer un episodio de QYA, de preguntas y respuestas pronto. Si te apetece preguntarme algo sobre el español, la vida en España, el podcast o cualquier otro tema de los que hablamos aquí, por favor, envíame tu pregunta.

La puedes mandar en formato audio o escrita por email o por Instagram. Mi correo electrónico es César arroba Spanish Languagecoach punto com, y mi cuenta de Instagram es Spanish Language coach, todo junto. Como siempre, si te ha gustado el episodio compártelo con alguna persona a la que le pueda gustar y que estudie o hable español, claro. Muchas gracias por este rato juntos, nos escuchamos en el próximo episodio. Un abrazo grande.

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Episode: E115 La complicada relación con mamá y papá - Intermediate Spanish