Imagina que tienes veinte años y empiezas a trabajar. Vas a trabajar hasta los sesenta y cinco años, aproximadamente, la edad media de jubilación. Durante estos cuarenta y cinco años, con el sistema actual, trabajarás cuarenta horas a la semana. Con ese sistema trabajarás alrededor de diez mil días en tu vida, lo que equivale a más de veintisiete años. Ya lo sé, dicho así, suena muy mal.
Ahora imagina que este sistema cambia y los países deciden reducir la jornada laboral a treinta y dos horas a la semana, es decir, trabajar cuatro días a la semana y además tener el mismo salario, ganar la misma cantidad de dinero cada mes. Con este nuevo sistema podrías ganar seis años de, entre comillas, libertad, podrías tener seis años de días libres. ¿Es esto posible? ¿Es factible implementar este sistema sin perjudicar la economía? ¿Podría ser beneficioso para el capitalismo y para las personas trabajar menos?
De esto es de lo que vamos a hablar hoy, pero antes quiero llevarte a Valencia, mi ciudad, a septiembre del año dos mil siete, y contarte una pequeña historia de mi primer día en la universidad. Recuerdo estar en mi primera clase de la asignatura de introducción a la economía con dieciocho años. La profesora, una mujer de unos cincuenta años, con el pelo muy rizado y con mucho volumen, entró por la puerta con un aparato gigante que yo no había visto en mi vida. Era una especie de proyector donde ponías una hoja de plástico sobre él y se proyectaba una presentación en grande en la pared de la clase. Antes de que nadie se sorprendiera, nos dijo que ella era de la vieja escuela y que ya sabía que existía PowerPoint y las presentaciones digitales, pero que no estaba nada interesada en cambiar su sistema, que no quería perder su tiempo.
Prefería arrastrar ese proyector de la década de los noventa de un sitio para otro. En la primera clase, esta profesora nos iba a hablar de los recursos y nos preguntó cuáles conocíamos. Algunas personas levantaron la mano y respondieron, el dinero, los recursos naturales, como el carbón, los recursos humanos, los trabajadores, los recursos culturales. Ella se sentó encima de la mesa con la ayuda de un pequeño salto y dijo tratándonos de usted en lugar de tutearnos, miren, les voy a decir algo que es muy importante, no para probar esta asignatura, pero sí para la vida. A mí me sorprendió su intensidad y me pregunté si todos los profes universitarios iban a ser así, Luego descubrí que no, que ella era especial.
Continuó, de todos los recursos que me han dicho, nadie ha mencionado el más importante, el tiempo. Quiero que tengan en cuenta esto, el tiempo es sin duda alguna el recurso más valioso que tenemos. ¿Por qué digo esto? Pegó un pequeño salto bajando de la mesa y se dirigió a la pizarra, donde escribió en letras mayúsculas y grandes limitado. Señoras y señores, nuestro tiempo es limitado y finito.
Cada día, cada persona en este mundo tiene las mismas veinticuatro horas, y estas no se pueden recuperar o extender de ninguna forma. El tiempo es irrecuperable. Escribió entonces la segunda palabra en la pizarra, elección, y explicó, cada persona tiene una serie de prioridades y tiene que tomar decisiones sobre cómo usar sus veinticuatro horas. Ahí es cuando nos explicó un término económico que escucharíamos durante los cinco años de carrera universitaria, el coste de oportunidad. Este coste se refiere al valor de la mejor alternativa que se sacrifica al tomar una decisión o realizar una elección.
Es el coste de lo que se deja de hacer al elegir una opción sobre otra. Ella nos dijo que, por ejemplo, el coste de oportunidad para nosotros, estudiantes universitarios, era no ganar un salario a tiempo completo durante cinco años. Pero el coste de oportunidad no solo se mide en dinero, también podemos medirlo en tiempo. Por último, escribió en la pizarra, de nuevo en grande y con letras mayúsculas, no renovable. A diferencia de algunos recursos naturales que han mencionado, el tiempo es no renovable.
Háganse un favor y no pierdan su tiempo. Obviamente, esta pequeña performance en el primer día de clase me impactó bastante y por esa razón la recuerdo tan vivamente. En ese momento, con dieciocho años, no apreciaba tanto lo importante de esa lección, pero conforme pasan los años y me hago más mayor, la aprecio más, y aprecio también cómo, dónde y con quién uso mi tiempo. El uso de nuestro tiempo y el paso del tiempo es algo que ha preocupado a los humanos desde siempre, y el tempus Fugitt ha sido el tema de innumerable obras artísticas. Antes de empezar a hablar del tema de hoy, quiero decir una última cosa sobre esta profesora.
Por cierto, es curioso porque, evidentemente, me marcó mucho y me gustaban sus clases, pero no consigo recordar su nombre. Creo que en todo el curso no sonrió ni una sola vez, era una mujer muy seria. Sin embargo, algo en ella me hacía sentir bien, me gustaba escucharla. En otra clase dijo algo que también se me quedó grabado en la mente, y que estoy seguro, ya he dicho alguna vez en este podcast. Para ponerte en contexto, en esos años, finales de los dos mil, la tasa de desempleo en la población joven española era del cincuenta por ciento, y el país estaba sumido en una profunda crisis financiera.
Esta mujer, lejos de hacer uso de un optimismo falso, siempre nos decía lo mismo, recordad que la educación es la mejor inversión a largo plazo, nunca nadie se ha arrepentido de aprender algo que desconocía. Qué razón tenía mi profe favorita de cuyo nombre no me acuerdo. Vale, ahora sí, vamos a centrarnos en la posibilidad de ganar tiempo, ese recurso tan importante, y haciéndolo cambiando el sistema de trabajar cinco días a la semana a hacerlo solamente cuatro, manteniendo el mismo salario. La primera pregunta que me he hecho es, ¿por qué el sistema actual está establecido en trabajar cuarenta horas a la semana, en cinco días? Pues esto no ha sido siempre así, evidentemente.
La semana laboral de cinco días y cuarenta horas semanales apareció después de una lucha histórica por los derechos laborales. En la Revolución Industrial, los trabajadores solían trabajar más de doce horas al día, seis o siete días a la semana, sin protección laboral o social. Los movimientos obreros y los sindicatos lucharon por una reducción de la jornada laboral, lo que llevó a la Ley de Normas Razonables de Trabajo de mil novecientos treinta y ocho en Estados Unidos, que estableció la semana laboral de cuarenta horas. La Convención sobre las horas de trabajo de la Organización Internacional del Trabajo, o IT, también ratificó estas normas internacionalmente, de hecho, en mil novecientos treinta y cinco. En resumen, estas normas laborales se establecieron para proteger a los trabajadores y garantizarles tiempo libre para descansar y estar con sus familias.
Han pasado casi noventa años de esto, y muchos se preguntan si no tendría sentido actualizar este sistema. Teniendo en cuenta la digitalización y los avances tecnológicos, en la mayoría de trabajos, podríamos trabajar menos y ser igual de productivos. Según los defensores de la jornada laboral de cuatro días, esto no es solo posible, sino necesario. Vas a escuchar las palabras de Íñigo Errejón, un político español que ha impulsado un proyecto piloto con el Ministerio de Industria. Van a poner a prueba este sistema.
Esto es lo que dice Íñigo del sistema actual y de los beneficios de su propuesta.
Y si tu vida es solo ir del trabajo a casa, de casa al trabajo, hacerte el tupper para el día siguiente, dormirte exhausto, levantarte y volver a empezar, bueno, pues entonces no eres nada libre, ¿no? En todas las empresas que han probado esta reducción de la jornada laboral, los índices de ansiedad o de depresión de los trabajadores bajan. Es es muy sencillo pensar esto, ¿qué hace todo el mundo cuando está mal? ¿Qué necesita? Pues necesita charlar, necesita pasear, necesita que le escuchen, necesita poder tomarse tiempo.
Eso hoy es un lujo para los ricos, que son quienes disfrutan de más tiempo. Es curioso porque algunos de los que más han criticado nuestra propuesta de la medida hacen todo lo posible para trabajar lo menos posible. Hacen todo lo posible para liberarse del trabajo ellos individualmente. Bueno, nosotros lo que queremos es ir liberando paulatinamente a nuestras sociedades de horas de trabajo para que ganen en horas de vida. Eso es factible si la tecnología lo hace factible, y además eso produce entornos laborales más sanos y más
productivos. En este fragmento de una entrevista, este político resume algunos de los beneficios de la jornada laboral reducida. Vamos a verlos con un poco más de detalle. El primero es la mayor flexibilidad y equilibrio entre la vida laboral y personal. Muchos trabajadores sienten que con la semana laboral de cinco días no les da suficiente tiempo para dedicar a sus familias, pasatiempos o actividades personales.
La adopción de una semana laboral de cuatro días puede proporcionar más tiempo libre y una mejor conciliación de la vida laboral y personal, lo que a su vez tendría un impacto en el segundo beneficio, la mejora de la salud y el bienestar. La carga laboral y el estrés en el trabajo pueden tener un impacto negativo en la salud física y mental de los empleados. Esta nueva semana laboral puede reducir el estrés y mejorar la salud y el bienestar de los trabajadores. Además, los beneficios no son solo para los trabajadores, sino también para las empresas, que pueden experimentar un aumento de la productividad. La evidencia muestra que trabajar menos horas puede aumentar la productividad de los empleados.
Al trabajar menos tiempo, los empleados tienen más energía y tiempo para enfocarse en sus tareas laborales, lo que puede aumentar su eficiencia y calidad del trabajo. Los avances tecnológicos también hacen posible esto, ya que han aumentado la eficiencia en muchos campos, lo que significa que los empleados pueden hacer más trabajo en menos tiempo. Y además, existen beneficios más generales para los países. Podría suponer un aumento del empleo, Hay que contratar a más personas para cubrir las horas disponibles, en algunos casos donde la cantidad de trabajo sea la misma y con más personas trabajando, aumenta el consumo general de la economía y baja el gasto en prestaciones sociales como la prestación por desempleo. Además, si trabajamos cuatro días en vez de en vez de cinco, los trabajadores y trabajadoras ahorrarían energía en transporte y gasolina, y el medio ambiente en malos humos y contaminación.
Pero claro, aunque en papel todo puede parecer muy bonito, también hay muchos expertos que dicen que la implementación de esta semana laboral no sería tan positiva y que tiene muchas limitaciones. Para los detractores de este sistema hay cuatro motivos por los que dicen que no funcionaría. El primero es el coste para las empresas. En algunos sectores, como los del sector servicios, es necesario trabajar un mínimo número de horas y la relación con la productividad no es tan importante, ya que la empresa tiene que estar abierta el mismo número de horas. Muchas empresas no podrían pagar lo mismo por menos horas, lo que lo que pondría en riesgo su existencia y a nivel agregado podría provocar un incremento del desempleo de personas sin trabajo.
También se generarían problemas en cuanto a la competencia. Si las empresas de la competencia deciden seguir trabajando cinco días, ¿trabajaría tu empresa cuatro? En ese caso es posible que ese día puedas perder potenciales oportunidades y clientes, y beneficiar a las empresas de la competencia. Como último de los grandes inconvenientes sería una mayor carga de trabajo para trabajadores. Un empleado con una buena carga de trabajo, en el que ya no es posible ser más eficiente, seguramente tendría que asumir el mismo trabajo en cuatro días en vez de cinco, lo que podría provocar estrés y empezar a hacer su trabajo con menos calidad.
Bien, tenemos algunas ventajas muy positivas de este cambio de paradigma, pero también unos inconvenientes que podrían poner en en riesgo las economías y los puestos de trabajo. Te voy a contar ahora qué ha pasado en proyectos pilotos en el pasado, en otros países. Pues todos estos proyectos han tenido resultados muy positivos. Por lo general, los empleados que han formado parte de estos pilotos sienten que favorece la vida familiar, disminuye el estrés, mejora el ambiente laboral y aumenta el compromiso con la empresa para la que trabajan. También las empresas están muy contentas con el resultado, han visto cómo potencia el rendimiento de los empleados, reduce el absentismo laboral y los retrasos, retiene el talento y mejora la imagen de la empresa.
La respuesta a la pregunta de, ¿sería bueno reducir la jornada laboral a cuatro días? Como muchas cosas en la vida es depende, depende de la empresa, del país, del sector, de la tecnología implicada. En determinados contextos, no tiene sentido seguir yendo a la oficina cinco veces a la semana, como se ha visto repetidamente en los proyectos pilotos en varios países. También es importante decir que estos proyectos tan exitosos han sido llevados a cabo por empresas muy grandes. Como hemos dicho, el tamaño de la empresa puede ser un factor muy relevante para tener éxito con la reducción de horas.
En España, a día de hoy, sería complicado aplicar esta medida de manera general, porque la mayoría de empresas que existen son muy pequeñas, de menos de diez empleados. Estas empresas generan el setenta y dos por ciento del empleo de puestos de trabajo, según los datos de la Agencia Europea de Estadística Eurostat. Aunque en algunos casos no sea todavía posible implementar esta reducción, se pueden tomar caminos intermedios, por ejemplo, potenciando la flexibilidad de jornada trabajando de forma remota, desde casa, algún día a la semana, o tener una hora de entrada y salida flexible para permitir al trabajador hacer gestiones personales y conciliar mejor. Yo estoy a favor de dar más autonomía a los trabajadores, y estoy seguro de que las jornadas laborales, como las conocemos ahora, irán cambiando progresivamente. El tiempo es un recurso escaso y tenemos que trabajar para vivir y no vivir para trabajar.
Pero también quiero proponerte algo a nivel más personal, algo casi revolucionario y que no está relacionado con el trabajo, te hablo de las horas fuera del trabajo. Es algo en lo que pongo esfuerzo en mi vida. Creo que en un mundo que intenta capturar nuestra atención constantemente, aprender a manejarla es fundamental, porque al final la atención no es más que invertir nuestro recurso más escaso, el tiempo, en uno u otro sitio. Y no te hablo de desinstalarte Instagram o TikTok para ponerte a leer clásicos de la literatura únicamente o estudiar español dos horas al día, aunque está muy bien si es eso lo que quieres. Te hablo de ser consciente de dónde pones tu tiempo, de decir no, de volver a disfrutar del silencio, y de esto ya te hablé en el episodio noventa y dos, de tener tiempo para aburrirte, poder potenciar la creatividad y dejar de ser una persona hiperconectada.
Como nos dijo mi profesora favorita, de cuyo nombre no me acuerdo, cada persona tiene una serie de prioridades y tiene que tomar decisiones sobre cómo usar sus veinticuatro horas. Háganse un favor y no pierdan su tiempo. Los escuchamos en el próximo episodio, un abrazo grande.