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Hola, estudiante. Antes de escuchar este episodio, quiero recordarte que mañana, día quince de septiembre, cierran las inscripciones para mis cursos online de español. Tienes toda la información en la página web, Spanish Launch Coach punto com. Ahora te dejo con el episodio, disfruta. Episodio número ciento treinta y uno, treinta y un momentos de felicidad.

Mira estudiante, el episodio de hoy ha sido concebido y creado a más de diez mil metros del suelo. Por si no lo sabes, yo no lo sabía y lo he buscado en Google, es la distancia mínima a la que tienen que volar los aviones. Estaba volando, volviendo a Londres desde Valencia, donde he pasado unos días, y se me ocurrió la idea de este episodio, y empecé a prepararlo ahí. En un momento te explico más. Antes te recuerdo que puedes leer la transcripción gratuita del episodio y también usar las flashcards de vocabulario para poder memorizar más fácilmente algunas de las palabras que vas a escuchar.

Puedes usar estos recursos en la página web www punto Spanish Languagecoach punto com. Si además de mejorar tu comprensión auditiva te gustaría mejorar tu expresión del español, consolidando la gramática del nivel intermedio, también puedes hacerlo conmigo. El día treinta de mayo, martes, se abren las inscripciones de mi curso online Español Ágil para estudiantes de nivel intermedio. En la descripción del episodio tienes el link, el enlace con más información, o también puedes ir a la página web y ver la información completa. Si te interesa, puedes dejar tu correo electrónico en la lista de espera.

También quiero dar las gracias brevemente, porque no me quiero repetir como el ajo, por los comentarios sobre el episodio anterior. De verdad que me siento hiperprivilegiado por el afecto, la sensibilidad y el respeto que recibo de las personas que me escuchan. Y que muchas veces en Internet eso no es lo común, así que estoy infinitamente agradecido porque de verdad que la gente que me escucha es tremendamente maja. Ahora sí, despegamos. Llevo haciendo el podcast casi cuatro años y desde el principio he recibido recomendaciones de futuros temas de los que hablar.

Muchas de estas recomendaciones se han convertido en episodios ya publicados y que probablemente hayas escuchado. Uno de los temas que me han pedido muchas veces, pero del que nunca he hablado, es de la felicidad. Un tema muy general del que se pueden decir infinidad de cosas, pero al mismo tiempo tremendamente complejo. Si buscamos en el diccionario la palabra felicidad nos da tres definiciones. La primera, estado de grata satisfacción espiritual y física.

La segunda, persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz. Y la tercera, ausencia de inconvenientes o tropiezos. Un tropiezo es algo con lo que nos tropezamos. Si hay una piedra, en la calle podemos tropezarnos y caernos. Pero el tropiezo también puede tener sentido figurado cuando hablamos de un error, una equivocación.

Si analizamos la primera y segunda definición, creo que casi nadie podría ser feliz nunca de forma continua. Quiero decir, ¿quién tiene una vida con satisfacción espiritual y física todo el tiempo? ¿Quién vive una vida sin inconvenientes o tropiezos? Nuestras vidas son complejas y prácticamente a diario tenemos que vivir con momentos de insatisfacción e inconvenientes. Esto no quiere decir, por otra parte, que la experiencia de vivir sea algo insatisfactorio.

El hecho de estar aquí, vivir es ya un regalo, pero no es perfecto. Hace tiempo leí en un libro que hablaba de la evolución que los humanos no estábamos hechos para ser felices, sino para sobrevivir. Puede parecer una afirmación bastante pesimista, pero yo no lo creo. No lo creo porque, y esto es una visión muy personal del tema, creo que es mucho más importante aspirar a la serenidad que a la felicidad. Podemos mantenernos serenos en situaciones donde no nos sentimos plenamente satisfechos o hay inconvenientes, pero no felices.

La propia definición de la palabra felicidad lo impide. Como digo, es una visión muy personal que probablemente mucha gente no comparte, pero yo prefiero trabajar en mi serenidad a largo plazo que en mi felicidad. Y esto no quiere decir que reniegue, que diga no a la felicidad, pero no aspiro a tenerla veinticuatro siete, sentirme feliz todo el tiempo, porque creo que sería imposible. Y esto, de nuevo, no es incompatible con la alegría o el entusiasmo, para nada. Aspiro a la serenidad y también a disfrutar momentos puntuales de felicidad que la vida nos ofrece.

Y esto está relacionado precisamente con la definición número dos que nos da el diccionario. Te la recuerdo, persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz. Es decir, que esta definición nos da la posibilidad de aceptar que a pesar de que un día podemos tener un día de mierda, un día muy malo, hay situaciones, personas o cosas que pueden alegrarnos el día, pueden darnos una pequeña ración de felicidad y dibujarnos una sonrisa en la cara. Como he dicho antes, los humanos estamos hechos para sobrevivir, esa es una de nuestras principales misiones en la vida, y es por eso que nos llaman mucho más la atención las noticias negativas. Necesitamos conocer qué pasa a nuestro alrededor, los posibles peligros y amenazas que nos rodean.

Esa información es vital para sobrevivir, aunque a veces le demos demasiada importancia. Por ese sesgo negativo con el que estamos programados, por el que a veces vemos la vida con un filtro pesimista, en este episodio me gustaría hacer lo contrario, vamos a pensar, centrarnos en esos pequeños momentos que nos hacen sentir bien. Quiero compartir contigo mi lista de treinta y un cosas que me proporcionan un momento de felicidad, que me hacen sentir bien, me hacen sonreír. El número no tiene ningún significado, simplemente son las que se me han ocurrido, y ha sido treinta y uno. Y es muy probable que compartamos algunas de estas cosas, pero aún así te animo a crear tu propia lista y hacerlo en español para practicar.

Voy a empezar la lista y la voy a agrupar en cinco temas diferentes que guardan algo en común. El primer tema es la comida. Número uno, primer momento de felicidad, tomarme el primer café de la mañana. Probablemente sea un poco adicto al café, pero esa sensación de tomarme un café tranquilamente bien pronto por la mañana, ya sea en casa o en la cafetería, sin apenas ruidos y mientras leo un libro, me encanta. Número dos, comer chocolate.

Abrir la tableta de chocolate al setenta por ciento de cacao, romper un cuadrado y comerlo poco a poco, hacer que se derrita en mi boca y disfrutar de su sabor. No sentirme mal por comer chocolate. Número tres, encontrar en algún lugar una buena tarta vegana en algún restaurante o cafetería. Si puede ser una red velvet, tarta de zanahoria o tarta de chocolate, incluso mejor. Me alucina el dulce, soy muy goloso.

Comerla y no sentirme mal. Puesto que este episodio fue concebido en un avión, el siguiente tema es precisamente ese, volar, estar en un avión. Número cuatro, cuarto momento de felicidad. Estar en el avión sin wifi, incomunicados. Las aerolíneas de bajo coste con las que suelo viajar todavía no ofrecen Internet a bordo, y espero sinceramente que nunca lo hagan.

Usar esas dos horas de vuelo para leer o dormir. A veces me he llegado a dormir antes de despegar y me he despertado después de aterrizar con los aplausos de la gente. Literalmente el vuelo se me pasa volando. Número cinco, viajar con personas que vuelan por primera vez, tanto niños como más mayores. Se hacen fotos antes de subir al avión, en el avión, y aplauden al final del vuelo cuando aterrizamos.

Número seis, la perspectiva que te da el avión. Estar a diez mil metros de distancia del suelo, lejos de darme miedo, me provoca mucha tranquilidad y me hace darme cuenta de lo poco importantes que somos, lo insignificante que somos cada uno de nosotros. Ese pensamiento me relaja profundamente. Número siete, la belleza de la naturaleza. En este viaje cruzamos ríos, el mar y los pirineos, pero también aprecio la belleza de la creación humana.

Hemos cursado Valencia y desde arriba ves las diferentes fases de la expansión de la ciudad, y puedo ver también de forma diminuta alguno de mis edificios y monumentos favoritos. Número ocho, darte cuenta de que el ser humano es la leche, es fascinante. Estamos volando, doscientas personas volando en una máquina gigante a miles de metros del suelo. Hace poco más de cien años nadie se hubiera imaginado que podríamos hacerlo. Otro tema es Londres, la ciudad en la que me he convertido en adulto.

Nueve, noveno momento de felicidad. La libertad, sentirse libre, nadie te conoce, Londres te enseña a ser como quieras ser. Número diez, el olor a lluvia. Número once, darle la mano a mi novio en la calle sin miedo o precaución por si hay alguien potencialmente peligroso. Número doce, volver a casa por la noche y encontrarse con un zorro.

Viven en la ciudad, pero solo aparecen por la noche, cuando todo el mundo duerme. Hacer contacto visual con uno de ellos al encontrártelo. Qué animal tan elegante y a la vez ligeramente amenazante. Número trece, entrar a un vagón del metro de Londres y estar solo. Pasa poco, pero cuando pasa me siento en una película de miedo, pero me gusta, siempre hago una foto.

Ciento sesenta años de historia para solo. Número catorce, subir a la parte de arriba del famoso bus rojo londinense y ponerme en primera fila. Primero me ayuda a no marearme, y además disfruto mucho viendo la ciudad de esa forma. Número quince, cuando alguien que no habla español se esfuerza en pronunciar bien mi nombre, aunque a no me importe que me llamen siser. Número dieciséis, cuando escucho una canción en inglés que hace años no podía entender y ahora soy capaz de entender lo que dicen las letras perfectamente.

El penúltimo tema es la experiencia de ser humano, un tema muy general, lo sé. Número diecisiete, dormirme, quedarme frito mientras veo una película. No hay mayor placer que dormirse en el sofá mientras ves una peli. Primero, resistir ese sueño profundo porque no quieres perderte lo que pasa en la película para acabar poco después rindiéndote en los brazos de Morfeo. Número dieciocho, bailar.

El doctor Mario Alonso Puig dice que el baile es la mayor expresión de alegría y entusiasmo, mover el cuerpo acompasado por la música y dejarse llevar, solo o acompañado. Número diecinueve, un orgasmo. Número veinte, dormir la siesta en España, especialmente en verano, en la playa o en la piscina. Ponerse debajo de una sombrilla, protegido del sol, después de comer y relajarte hasta quedarte dormido. Los ruidos de los niños jugando en el agua se entremezclan con tus sueños.

Puedes sentir el olor de tu piel a crema protectora para el sol y el cloro o la sal del mar. Me encantaba dormir la siesta así cuando era un niño. Número veintiuno, que un recuerdo te haga sonreír. Número veintidós, mearse de la risa, literalmente, reírse tanto que se te escape un poquito de pis. Número veintitrés, no tomarse en serio, sacar el niño que tienes dentro de vez en cuando, aunque seas más viejo que Matusalén.

El último tema es los otros, las otras personas que nos rodean, conocidas o desconocidas. Número veinticuatro, que un bebé se te quede mirando fijamente y se ría. Número veinticinco, que me den un abrazo de más de tres segundos. Número veintiséis, cuando me doy cuenta de que Vicente, mi padrastro, y otras personas que ya no están en nuestro mundo, continúan en realidad muy presentes cuando las recordamos, decimos cosas que ellos solían decir, cocinamos sus recetas, escuchamos sus canciones favoritas o usamos su ropa. Número veintisiete, que alguien desconocido me hable, en la parada del autobús o en la cafetería.

Yo no suelo entablar conversación con nadie desconocido porque me da vergüenza y no quiero que piensen nada raro de mí, pero me gusta que otros lo hagan conmigo. Número veintiocho, mis charlas con Lidia. Lidia es una excelente profesora de español y ha estado trabajando conmigo en el último año. Hablamos todas las semanas por videollamada. Y además de ser una muy buena profesional, tenemos muchas cosas en común, y después de haber trabajado tantos años solo, me alegra poder tener de nuevo a una compañera.

Número veintinueve, ver en alguien a quien quiero serenidad, entusiasmo o alegría. Número treinta, encontrar a alguien que te escuche, pero que te escuche de verdad y no se limite a esperar a que pares de hablar para decirte lo que quiere decir. Número treinta y uno, que alguien me diga que le acompaño al trabajo cada mañana, o en su paseo con el perro, o mientras está haciendo deporte, y lo hace escuchando mi voz, escuchando alguno de mis podcast. Ya hemos acabado, estudiante. Te animo a compartir en la página web, en la página de este episodio, tu propia lista en la sección de comentarios, en español claro, o si no te apetece compartirlo, hacerlo en una hoja de papel.

Yo me despido deseándote un muy buen fin de semana, nos escuchamos en el próximo episodio. Un abrazo grande.

Podcast: Intermediate Spanish Podcast
Episode: E131 Treinta y un momentos de felicidad - Intermediate Spanish