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Lucía se casó muy joven, pero no porque quisiera, sino porque sus padres la obligaron a casarse con un buen partido. En español, cuando alguien es posiblemente una buena pareja, quizás por su dinero o posición social, se le llama un buen partido. Pero el marido de Lucía no es bueno para hablar de sentimientos, es un hombre un poco frío, y ella tampoco tiene mucho tiempo para hacer amigas a quienes contarles sus cosas, ya que pasa todo el día cuidando a sus tres niños pequeños y al cuidado de la casa. Pero todas las tardes, a las cinco en punto, Lucía enciende la radio y escucha una melodía muy familiar. Luego la saluda una voz conocida, la de la señora Elena, que comienza diciendo, querida amiga.
En este programa de radio, Lucía escucha las voces de otras mujeres con problemas similares a los suyos y las respuestas de Elena, que parece saberlo todo. Durante ese ratito, Lucía deja de sentirse tan sola, sin embargo, las respuestas a todas sus preguntas ya las conoce y son las mismas de siempre, algo así como a la vida hemos venido a sufrir, sé buena madre y esposa y no te metas en los asuntos de los hombres. Aunque Lucía es solo un ejemplo que te he puesto para que imagines la situación, este programa de radio existió de verdad y se llamaba el consultorio de Elena Francis. Un consultorio es un lugar donde las personas hacen justamente sus consultas, piden consejo, recomendaciones. Es que en esa época eran muy comunes los consultorios de belleza donde las mujeres iban a preguntar cómo mejorar su piel o su pelo, y recibían recomendaciones de tratamientos y productos.
Pero este consultorio de radio era un poco diferente. Al principio todo fue una parte de una estrategia de marketing, es decir, de un plan para promocionar un instituto de belleza. José Fradera y Francisca Elena Bescalvet eran dueños de una empresa de una sociedad llamada Instituto y Laboratorios de Belleza Francis. Ellos tuvieron la idea de hacer un programa de radio para dar a conocer sus cremas. La idea fue hacer que el programa fuera como un consultorio donde una mujer llamada Elena Francis daba consejos.
Y aunque comenzó con el mismo propósito que los consultorios de belleza tradicionales, se terminó convirtiendo en un lugar donde hombres y, sobre todo, mujeres hacían preguntas que no podían hacer en otros lugares. Tenía una duración de treinta minutos a una hora y se dividía en dos partes. Primero, daban consejos sobre belleza para publicitar esta marca de cosméticos, Francis, y en la otra mitad, la señora Elena se dedicaba a responder cartas de sus oyentes sobre todo tipo de temas. El primer programa se transmitió en mil novecientos cuarenta y siete y el último en mil novecientos ochenta y tres. El programa se transmitía de lunes a viernes y debido a su popularidad, incluso llegó a transmitirse los sábados.
Así que estudiante, ya puedes ver que muchas personas en España escuchaban este programa y casi a diario. Hoy, a medida que hablemos sobre este programa, irás comprendiendo el gran impacto que tuvo en la sociedad española de esa época y en cómo realmente los medios de comunicación pueden influirnos muchísimo. El consultorio de Elena Francis se convirtió en un verdadero consultorio sentimental, porque estas cartas se volvieron cada vez más íntimas. Al principio eran preguntas sobre cocina y jardinería, belleza, salud, pero luego las personas empezaron a escribir sobre sus relaciones amorosas, sus sufrimientos y problemas. Lo que sí tenían en común todas estas cartas es que estaban escritas para Elena Francis.
¿Y quién era esa tal Elena Francis? Era la voz del programa, la voz de una mujer madura y de clase alta de Barcelona, que a veces sonaba muy comprensiva y cariñosa, y a veces sonaba muy seria y autoritaria. Para muchas mujeres de aquella época, Elena Francis era una fuente de sabiduría, es decir, daba la sensación de que lo sabía todo. Aunque la realidad era bien distinta, porque Elena Francis no existía, era más bien un personaje de ficción creado por un equipo que trabajaba para este programa de radio. Las respuestas a las cartas, e incluso algunas cartas que salían en el programa, eran escritas o inventadas por un equipo de escritores.
¿Y cuáles eran los consejos del consultorio para las mujeres de ese entonces, de esa época? Pues antes que nada es importante recordar el contexto histórico, es decir, lo que estaba sucediendo en esa época en España. En ese momento había nada más y nada menos que una dictadura, es decir, un gobierno en el que una sola persona o un grupo pequeño de personas tiene el control total sobre el país. En una dictadura, generalmente, no hay elecciones democráticas y el dictador se mantiene en el poder durante bastante tiempo mediante el uso de la fuerza o la violencia. Este periodo de tiempo, donde ocurrió esta dictadura en España, se le conoce como franquismo por el nombre de su dictador, Francisco Franco.
Y hemos hablado de él varias veces, pero especialmente en uno de los primeros episodios, el número once titulado la dictadura española. Esta dictadura duró treinta y seis años, desde mil novecientos treinta y nueve hasta mil novecientos setenta y cinco, Y si prestaste atención, es casi la misma fecha en la que se transmitió el consultorio de Elena Francis. ¿Casualidad? Pues no, ya que el consultorio no solo pertenecía al Instituto de Belleza Francis, sino que pasado un tiempo el gobierno se dio cuenta de que podía ser una buena herramienta para educar, o mejor dicho adoctrinar a las mujeres, o sea, para enseñarles los valores de esa dictadura. Una organización en particular se encargaba de esto, se llamaba la sección femenina de la falange, y mediante diferentes medios de comunicación, como libros, revistas y la radio, esta organización transmitía el mensaje de cómo debía ser la mujer española ideal.
¿Y cómo podemos describir a una mujer ideal a ojos de la dictadura de la época? Pues era una mujer dócil, obediente, muy trabajadora para su familia y, sobre todo, silenciosa. Y esta esta descripción no me sorprende nada, ya que la generación de mis abuelas, incluso de mi madre, fueron criadas en este ambiente, precisamente. La mujer tenía un papel muy secundario en la sociedad y sus problemas casi eran invisibles. La creadora del personaje de Elena Francis fue principalmente su primera guionista o escritora, Ángela Casteis.
Ángela era una mujer muy religiosa y era miembro de esa organización que pertenecía a la dictadura. En las cartas que recibía el consultorio de Elena Francis podemos ver reflejadas las duras condiciones que sufrían y los pocos derechos que tenían las mujeres. Por ejemplo, antes de la dictadura, a la mujer se le había otorgado, se le había dado el derecho al voto. De hecho, España fue el primer país de habla hispana en conseguir este derecho, pero durante la dictadura se eliminaron muchos de estos derechos. Te mencionaré solo algunos.
Desde mil novecientos treinta y ocho las mujeres casadas ya no podían trabajar en muchos sectores. Esta prohibición tenía como objetivo incrementar el número de hijos que tenía cada mujer, mantenerlas en roles domésticos y fomentar el trabajo masculino. Además, si una mujer menor de veinticinco años quería independizarse y vivir por su cuenta, necesitaba el permiso de su padre. La responsabilidad de tomar decisiones sobre sus hijos era únicamente del padre, la madre no tenía ningún control sobre ellos. Eso significa que, por ejemplo, el esposo podía dar en adopción a los hijos del matrimonio sin el permiso de la madre.
Y este contexto te va a ayudar a entender por qué el consultorio daba ciertas respuestas que hoy suenan terribles, terroríficas. Elena no solo se limitaba a responder a las seis o siete cartas diarias en su programa de radio, increíblemente cada una de las miles de cartas que llegaban al estudio eran respondidas. En dos mil cinco se descubrió algo sorprendente en Cornellá, Barcelona. En una casa rural abandonada aparecieron más de un millón de cartas dirigidas a Elena Francis. ¿Y cómo es esto posible?
Bueno, pues había un gran equipo de Helenas, de escritores alrededor de todo el país que se dedicaban a recibir y responder las cartas de los oyentes. Pietat Stañe, una autora de Barcelona, relata que trabajó en este equipo de escritores durante ocho años. Su trabajo, siempre secreto, secretísimo, consistió en responder algunas de las cartas que llegaban al consultorio y que, por no pasar el filtro de la censura, no podían leerse en vivo en la radio. Ella llegó a trabajar para el consultorio gracias a un anuncio que salió en el periódico que solo preguntaba, ¿tienes habilidad para escribir? Para ser parte de los contestadores de Elena Francis necesitabas tener tu propia máquina de escribir, evitar errores de ortografía y, sobre todo, mantenerlo en secreto, ya que nadie conocía la verdadera identidad de Elena Francis.
Claro, todas las respuestas elaboradas por los contestadores después eran revisadas por sacerdotes, por religiosos y psicólogos que decidían si estas eran aceptables, es decir, si iban de acuerdo a los valores del programa y del gobierno. Ahora bien, ¿qué tipo de cartas llegaban al consultorio? Al principio llegaban solo cartas de las primeras oyentes del programa, mujeres o chicas de clase media alta, un público más bien de adolescentes, de trece o catorce años, de ciudad, que podían comprarse las cremas y los productos de Francis, ya que era una crema que podía equivaler a dos semanas de sueldo de una trabajadora textil, por ejemplo. No eran asequibles para todo el mundo. Pero luego también se engancharon jóvenes de clase trabajadora que habían emigrado a las grandes ciudades en busca de una vida mejor.
Muchas no tenían radio o tiempo para escuchar al consultorio y aún así mandaban cartas porque se sentían muy solas. Hablan de condiciones de vida muy duras, de violencia y de maltrato. Algunas confesaban ser víctimas de violencia de género, es decir, eran maltratadas por sus parejas, o víctimas de agresiones sexuales. Y aunque nunca se mencionaban explícitamente, ya que las víctimas usaban términos más suaves para contar su historia, Estas cartas eran identificadas con un asterisco en su sobre para señalar su contenido delicado, y aunque no podían ser leídas en la radio, la mayoría sí recibía respuestas, respuestas que también eran muy duras. Por ejemplo, ante la carta de una madre que contaba que un vecino había dejado embarazada a su hija de quince años por una agresión sexual, por una violación, Elena Francis le aconsejó dar al bebé en adopción.
Cuando una mujer contó que su esposo era infiel, que la engañaba con otra persona, la recomendación de Francis fue es mucho mejor que te hagas la ciega, sorda y muda. Una persona ciega no puede ver, sorda no puede escuchar y muda no puede hablar. Continuaba su consejo diciendo, procura hacer tu hogar lo más agradable posible y no pongas mala cara cuando él llegue. Y este es el consejo que Elena le dio a una mujer que era maltratada físicamente por su esposo. Sé valiente, no descuides ni un solo instante tu arreglo personal, tu apariencia física, y cuando él llegue a casa, debes estar dispuesta a complacerlo en todo lo que te pida.
Cuando otra oyente contó que su esposo era homosexual, Elena le ofreció consejos para seducirlo y culpó a la esposa insinuando que ella no había sido suficiente para él. Elena nunca, nunca, nunca les aconsejaba a las esposas que abandonaran el hogar, sino que las animaba a soportar la situación, sin importar lo difícil que fuera. Recordemos que el divorcio estuvo prohibido en España hasta mil novecientos setenta y cinco. Y muchas veces, más que recibir alguna solución, estas mujeres querían simplemente sentir que sus problemas eran compartidos por muchas otras mujeres, que eran parte de un grupo muy grande que pasaba por las mismas dificultades, se podían sentir identificadas y eso probablemente fue el secreto del éxito del consultorio. También se encontraron muchas cartas de hombres, pero este no era el tipo de público al que estaba dirigido el programa.
Los chicos no escuchábamos a Elena Francis, dice un periodista que vivió en esa época, o por lo menos eso era lo que todos fingían o aparentaban, pretendían, porque los hombres sí que la escuchaban. Este periodista cuenta que en medio de una cultura en la que el hombre y la mujer tenían un papel tan diferente en la sociedad y en la que no estaba bien visto que el hombre hablara de sentimientos o emociones, porque se consideraba más bien una debilidad de carácter, el consultorio les dio la posibilidad a muchos chicos de escuchar un espacio donde se hablaba de sentimientos por primera vez. La discriminación hacia todo lo que no encajaba con la familia tradicional en ese momento era muy evidente. Escucha esta respuesta de Elena a la carta de una oyente comprometida para casarse con un chico negro. El amor que sientes por tu novio negro te impide ver más allá de tus propios sentimientos, Ese es un matrimonio que no te conviene bajo ningún concepto y conste que yo no dudo que el muchacho sea una bellísima persona.
Escúchame bien, piensa en el futuro de tus hijos, piensa en que tu novio, aunque resida en Barcelona, tiene otra cultura, otras costumbres, una familia de color, y esas circunstancias empezarán a pesar sobre ti y cada vez con más fuerza. Piensa también en tu familia y en tus relaciones sociales en las que posiblemente tu esposo, a causa de su raza, no sería bien recibido. Además, yo sospecho que a la larga vuestro matrimonio se resentirá. Piensa que sois dos culturas encontradas, dos formas de entender la vida, dos religiones diferentes. Rompe pues ese compromiso aunque ahora te duele.
Tu futuro sentimental, querida, está al lado de un hombre blanco como tú, así que procura ser fuerte y reflexiona en todo lo que te he dicho. ¿Y qué pasó cuando terminó la dictadura para finales de los años setenta? Pues cuando terminó la dictadura y volvió la democracia España, el consultorio continuó dando sus consejos a las mujeres por un poco más de tiempo, pero como ya quizás te lo estés imaginando, el programa fue perdiendo popularidad hasta que dejó de transmitirse porque ya no tenía oyentes, y es que España había cambiado. Ahora, en los años ochenta, España era un país en el que ya existía el divorcio, y donde las mujeres trabajaban y tenían más libertades, empezaban a vivir como ciudadanas de pleno derecho. Pero Elena Francis continuaba dando las mismas respuestas tradicionales de años atrás.
Así que el programa terminó y el último guionista, un hombre llamado Juan Soto, hizo la gran revelación, le contó a la audiencia del programa la verdadera identidad de Elena Francis, y como te puedes imaginar, causó un shock o una sorpresa para muchos. Me imagino la gran desilusión, la gran decepción de todas las mujeres que habían escuchado a Elena durante décadas. Obviamente, este programa me parece una gran herramienta de manipulación y control del franquismo, pero imagino que también ayudó a muchas personas a sentirse menos solas, a saber que sus problemas no eran únicos, aunque las soluciones a estos problemas no fueran correctos o adecuadas. También pienso en las consecuencias actuales, en lo que queda hoy en la sociedad española de ese programa que escuchaban millones de personas durante tantos años, si esos valores y esos pensamientos todavía quedan en muchas personas de las generaciones pasadas y presentes. Pero sobre todo pienso en el poder de la narrativa, en lo poderosa que siempre ha sido la capacidad de contar historias y cómo estas pueden moldear nuestras percepciones y creencias.
Este este programa cuestionable en su contenido y motivaciones pone en evidencia el impacto que pueden tener, que puede tener la narrativa en la vida de las personas, y cómo de importante es que seamos personas críticas con la información que consumimos y de cuestionar las ideas preestablecidas, independientemente de si provienen de un lugar, de lugares más conservadores o progresistas. La narrativa tiene el poder de influir en nuestras actitudes y comportamientos, y el pensamiento crítico es la única forma de acercarnos a la verdad y alejarnos de la manipulación. Yo siempre digo que debería haber una asignatura en los colegios que se llame pensamiento crítico, superimportante. Y estudiante, no me enrollo más, muchas gracias, como siempre, por escucharme. Te espero en el próximo episodio, un abrazo grande.