Ya sabes que si quieres puedes leer la transcripción del episodio de forma gratuita y también usar las flashcards o tarjetas de vocabulario. Ahí ponemos palabras o expresiones muy útiles y frecuentes que quizás no conoces. Por ejemplo, en este episodio vas a encontrar cosas como echar la bronca a alguien que ya he usado o hacer algo sin pestañear o perder algo de vista o llegar o alcanzar el orgasmo. Estos recursos gratuitos los tienes en la web, tres w w punto Spanish Language Coach punto com. Desde la más tierna infancia, cuando somos bebés, huimos de la incomodidad como de la peste y buscamos la satisfacción.
Si tenemos hambre, sueño, calor o frío, lo comunicamos llorando. Ese llanto hace que nos alimenten, nos acuesten para dormir o nos pongan o quiten ropa para no pasar ni calor ni frío. Cuando sentimos la gratificación de haber recibido comida, de haber dormido o de estar a la temperatura adecuada, se acaba el llanto. Incluso antes de poder hablar buscamos la manera de comunicarnos para lograr esa sensación de satisfacción que necesitamos para estar bien. Pero, ¿qué es la gratificación?
Pues la gratificación es algo que nos genera placer, satisfacción o bienestar al conseguirlo. Ahora, ese bebé que lloraba porque tenía hambre o sueño es una niña o un niño de cuatro años. Vamos a imaginarnos que eres tú, estudiante, que vuelves a tener cuatro años y formas parte de un experimento. Una persona adulta, a cargo de la investigación, te explica que tienes dos opciones. La primera es comerte una nube, un marchmallow, ahora mismo.
La segunda opción es esperar quince minutos y comerte dos nubes. La persona que lo explica sale de la habitación y no volverá hasta que hayan pasado esos quince minutos y traiga otra nube, esa golosina tan dulce de la que podrás disfrutar o no, depende de lo que decidas hacer. Estás en esa habitación y la golosina sobre la mesa, al alcance de tu mano, ¿qué harías? A ese dilema se enfrentaron un grupo de niños y niñas de unos cuatro años en un experimento que realizó la universidad de Standford el siglo pasado. ¿Cuál era el objetivo?
Pues querían estudiar algunas cosas sobre el comportamiento para entender mejor la gratificación y la fuerza de voluntad. La fuerza de voluntad es esa capacidad de controlar los impulsos y mantener el enfoque en los objetivos a pesar de las dificultades o tentaciones. Teniendo en cuenta que la edad media en el experimento era de unos cuatro años, como comprenderás, hubo todo tipo de estrategias y reacciones. Algunos niños saltaron sobre el dulce inmediatamente cuando la persona cerró la puerta, otros hicieron esfuerzos intentando distraerse de algún modo, pensar en otra cosa para que esos quince minutos pasaran más rápido y pudieran disfrutar de dos golosinas. Muchos lo intentaron, pero fallaron.
Lo que aprendemos de esto es que hay dos tipos de gratificación. La primera es la gratificación inmediata, la única que tuvieron en cuenta las niñas y niños que se comieron la nube sin pestañear y no esperaron a obtener la segunda. Cuando decimos que hacemos algo sin pestañear, que es la acción de abrir y cerrar los ojos rápidamente, significa que lo hacemos sin dudar, con determinación. El segundo tipo que encontraron fue la gratificación diferida o retrasada, que hace referencia una recompensa mayor, pero que requiere más esfuerzo. En este caso, era la recompensa, eran esos dos golosinas en lugar de una, siempre que se esforzaran un poco en esperar, ¿no?
Como ahora ya no tienes cuatro años, si te ofrecen las golosinas podrías aceptarlas, esperar para obtener más o incluso rechazarlas porque consideras que no son buenas para ti ni para tus dientes. Tal vez piensas que es positivo reducir el consumo de azúcar para tu salud o tienes antecedentes de diabetes en tu familia y piensas más allá, en el largo plazo, y resistes la tentación. Rechazas el impulso de comer el dulce aunque seas una persona golosa a la que le encanta el dulce, porque sabes que tu salud es más valiosa que el placer momentáneo de comer un par de golosinas o un brownie. Lo que te importa es el largo plazo, piensas en tu salud al rechazarlas. Cuando hablamos del segundo tipo, de la gratificación diferida, normalmente lo hacemos pensando en metas u objetivos mayores que no podemos obtener o disfrutar de manera inmediata.
Tenemos que esperar para ver el resultado de nuestras acciones y decisiones. Eso, precisamente, hace que sea fácil abandonarlas y dejarnos llevar por el placer instantáneo que nos proporcionan algunas cosas que tenemos al alcance de la mano, como ese niño de cuatro años que no espera los quince minutos, una eternidad para él, y se queda sin la golosina extra. Además, la gratificación inmediata está relacionada con necesidades primarias, por eso suele ser más difícil ponerse objetivos a largo plazo, pues nuestro cerebro considera que comer, beber, el sexo o el contacto con placeres que activan el circuito de recompensa cerebral y te susurra en voz baja carpe diem, vive el momento. Ya no somos niños de cuatro años, pero vivimos rodeados de golosinas o caramelos, entre comillas, ¿no? Y un caramelo es Internet.
Si tienes más de treinta años, te invito a pensar en el Internet de tu infancia o de tu adolescencia. ¿Recuerdas cómo funcionaba hace algunos años? Había que esperar y esperar, esperar a que el módem conectase, esperar a que se cargara la página web por la que querías navegar, esperar cuando llamaban por teléfono y se cortaba la conexión. Sin embargo, ¿qué ocurre ahora? Cuando una página, una foto o un vídeo tardan un poco en cargarse?
O peor aún, cuando estamos de viaje por carretera y perdemos la cobertura, la señal de Internet, durante un rato, Pues que nos ponemos de los nervios, nos inquietamos porque nos hemos acostumbrado a tener acceso inmediato a lo que buscamos, todo aquí y ahora, y esto es el reflejo de lo que nos ocurre en muchas otras facetas de la vida. Cuando tenemos dificultades para acceder a algo, cuando debemos esperar o hacer más esfuerzo del normal, nos irritamos. Somos como esas personitas que se lanzan a la golosina cuando el científico cierra la puerta. Ya no estamos acostumbrados a esperar, todo es inmediato. Y te doy otro ejemplo, otro caramelo, la comida.
Año dos mil, sábado noche, te apetece cenar comida tailandesa, tienes que arreglarte y salir de casa, y como no te apetece ir al restaurante solo, quedas con un par de amigas y pasas una noche agradable con ellas. La comida es deliciosa, ¿y qué ocurre ahora? Pues que tienes cualquier tipo de cocina a un clic de distancia, Ya no necesitas hacer el esfuerzo de arreglarte, enviar mensajes a tus amigos, puedes pedir la comida con tu móvil desde el sofá, esperar la comida en el sofá y levantarte del sofá solo cuando el repartidor llame al timbre para abrirle la puerta en pijama. Y ya ves que no hace falta que nos remontemos al tiempo en el que tenían que cazar o cultivar su propia comida para su subsistencia. Eso sí que era un esfuerzo, pero es que ahora el nivel de esfuerzo para conseguir esa gratificación o esa satisfacción es cada vez menor, casi inexistente.
Y siguiendo con el ejemplo de la comida, si nos remontamos a un par de décadas atrás, percibimos que hoy en día hay muchos más pasillos de comida preparada que entonces en los supermercados. ¿Por qué? Cada vez buscamos cosas más fáciles, no tenemos tiempo, no queremos perder tiempo y eso nos moldea. Sí, por un lado todo es más fácil, pero por otro nos frustramos más, hemos pedido la cena hace treinta y cinco minutos y el repartidor todavía no ha llegado. Se nos olvida que no siempre podemos tenerlo todo y, además, inmediatamente, porque nos hemos acostumbrado a la gratificación instantánea.
¿Por qué? Pues porque, como hemos dicho, buscamos la gratificación por nuestra naturaleza y además, esto es muy importante, la gratificación instantánea se vuelve adictiva. Vamos a explicar por qué pasa esto. Como humanos, cualquier gratificación nos produce placer y bienestar, y activa el sistema de recompensa de nuestro cerebro. Al activarse, libera dopamina, y esa dopamina es la responsable de esas sensaciones agradables.
Muchas cosas hacen que liberemos dopamina, no solo las cosas inmediatas, también hay actividades que necesitan disciplina, esfuerzo o constancia que nos la proporcionan, pero a más largo plazo. Por eso nos enganchamos a la gratificación inmediata o, lo que es lo mismo, nos enganchamos a la dopamina sin esfuerzo. Hablemos de otro de estos caramelos, la comunicación con los demás. La mensajería instantánea ha pasado de ser una herramienta de comunicación práctica a ser una señal en la puerta, en nuestra puerta, que dice abierto veinticuatro horas al día. De la mensajería instantánea pasamos a las redes sociales, que ahora son parte de nuestro día a día.
Igual que revisamos el correo electrónico, entramos en nuestras redes sociales a mirar notificaciones e interactuar. Cada like o cada mensaje es una pequeña píldora de gratificación instantánea que alimenta nuestro ego. Sentimos que importamos a los demás, sentimos su aprobación. Es más, el mero hecho, el simple hecho de conectarnos a las redes sociales activa nuestro sistema de recompensa y hace que liberemos dopamina, dopamina sin esfuerzo, y puede volverse adictivo a mayor o menor grado. Nos roba tiempo y nos puede robar horas de sueño, pero ahí estamos, consultándolas a diario.
Y dentro de la comunicación con los demás podemos pasar a la parte romántica, las aplicaciones de citas, en las que no somos más que otra caja de cereales en el lineal del supermercado. Muchas veces dudamos qué cereales elegir, leemos los ingredientes y volvemos a dejar la caja donde estaba porque no nos convencen sus ingredientes, ¿no? Hasta que elegimos la compra ese día. En muchas aplicaciones, las personas somos solo mercancía en un supermercado, intercambiables y prescindibles. Además, hace años, acercarse a alguien para conservar requería valor.
Ahora tenemos las pantallas que hacen el trámite, el proceso, más sencillo, pero tal vez por eso muchas relaciones son más efímeras. Es posible que lo que se construye sin esfuerzo se suele perder sin esfuerzo también. Y esto me recuerda un poco al cuento de los tres cerditos y el lobo. Ya sabes, el lobo se los quería comer y su estrategia para hacerlo era derribar sus casas. Dos de ellos apenas dedicaron esfuerzo a construir un lugar donde vivir y el lobo pudo derribar sus casas fácilmente.
El tercero construyó su casa con materiales sólidos, con ladrillo, y se salvó y salvó a los demás. Fue previsor, pensó en el largo plazo y se esforzó en construir una casa sólida. El tercer cerdito tenía una meta a largo plazo. La realidad es que si decidimos hacer como los dos primeros cerditos y disfrutar de la gratificación inmediata, ningún lobo va a venir a derribar nuestra casa. Entonces, ¿qué hay de malo en ello?
Pues que, generalmente, si nos movemos solo en el ámbito de la gratificación inmediata, nos perdemos cosas relevantes, cosas importantes. Para empezar, perdemos de vista los objetivos. Si nos da pereza hacer ejercicio y comer saludable, y preferimos la manta y el sofá, sabemos que la gratificación inmediata de la que vamos a disfrutar esa tarde es la comodidad. ¿Qué estamos perdiendo de vista? Pues la gratificación diferida, que es poder gozar de una mejor salud en el futuro.
Si somos personas sedentarias quieren mejorar su alimentación, probablemente planificaremos nuestras comidas y apartaremos algunos días para hacer deporte. Claro, por decidir quedarnos en casa de vez en cuando y pedir comida a domicilio en lugar de cocinar, no va a pasar nada, pero lo cierto es que algunas cosas requieren planificación a largo plazo. No podemos pretender, si hemos sido sedentarios durante años, ponernos en forma en una semana. Roma no se construyó en un día, y de esto hablamos la semana pasada, pero en estos tiempos estamos acostumbrados a obtener todo lo que queremos al instante, y nos cuesta apegarnos a las rutinas cuando la meta es lejana. Y hay otros ámbitos en la vida en los que sucede esto, ocurre también con las decisiones financieras.
Si vives en un país en el que es necesario ahorrar para la jubilación, lo normal es que tengas un plan. Decidir no comprarte ese dispositivo electrónico que no necesitas, sacrificar esas vacaciones en un lugar lejano por otro lugar más asequible, o decisiones de ese tipo que te ayudarán a obtener esa gratificación, disfrutar de una jubilación sin demasiadas preocupaciones financieras. Si está claro que perseguir metas mayores a largo plazo tiene tantos beneficios, ¿por qué estamos tan enganchados a la gratificación instantánea? ¿Por qué esta adicción? La respuesta podría ser que vivimos en una sociedad muy hedonista y enganchada, adicta a la dopamina.
Hemos visto ya algunos ejemplos, pero existen más. Por ejemplo, antes la gente tenía menos ropa, pero generalmente de mejor calidad. En los últimos años, ya sabes que la industria de la moda rápida, de la moda de casi usar y tirar, está ganando protagonismo, y es que esa compra compulsiva nos genera placer, un placer que dura cada vez menos tiempo. Tenemos los armarios más llenos que nunca, pero no sabemos qué ponernos y necesitamos más. Y, por cierto, de este tema ya te hablé en el episodio ciento sesenta y nueve, por si te interesa.
Y hablando de placer, el último tabú sobre la gratificación instantánea se rompió en dos mil diecinueve. Ese año el regalo estrella fue el Satisfire, un succionador de clítoris. Hasta entonces, sí que había gente que se atrevía a hablar de la masturbación femenina, pero no demasiada. Cuando el nuevo juguete sexual llegó, se hablaba abiertamente de ello en el bus, en las oficinas, en los bares, nadie escondía sus experiencias con el nuevo dispositivo. Un juguete sexual que era rápido y eficaz, no había nada de malo hasta que unos años más tarde algunos algunas mujeres llegaron preocupadas a las consultas sexuales porque les costaba llegar al orgasmo en sus relaciones de pareja.
Entonces, se dieron cuenta de que había algo en común, el uso habitual del satisfacer. ¿Qué ocurría? Parece que el abuso en el uso y en la intensidad del dispositivo pueden hacer que el clítoris se acostumbre y se insensibilice. Con el paso del tiempo tienes que ir subiendo la intensidad para sentir lo mismo. Y efectivamente, ya hay varios estudios que revelan que el cómo y el cuándo se utiliza este tipo de dispositivos puede afectar la salud sexual.
Estos últimos puntos son ejemplos gráficos en los que no conseguimos la gratificación inmediata que buscamos y necesitamos subir la dosis, comer más comida, poco saludable o dulce, comprar más ropa o subir la intensidad del satisfire. Es muy curioso que en medio de una sociedad en la que esta búsqueda del placer es el objetivo máximo de muchas personas, el estoicismo esté ganando cada vez más popularidad. ¿Qué es? Es una corriente filosófica, un estilo de vida, dirían algunos, que promueve la moderación y la contención de los deseos. El estoicismo valora la virtud y la autodisciplina.
El carpe Diem no va con esta doctrina. Parece que es la reacción a toda la vorágine de las últimas décadas hacia la gratificación instantánea, porque en muchos casos esa búsqueda ha generado insatisfacción a largo plazo. En cualquier caso, como en casi todo en la vida, lo ideal es encontrar un punto medio entre la búsqueda de recompensas a corto plazo y la planificación y el esfuerzo del largo plazo. No podemos renunciar del todo al placer, no queremos hacerlo, no tenemos por qué, pero tampoco nos podemos abandonar a él si tenemos metas que cumplir en la vida. Como para casi todo en la vida, meditar en algunas cosas o respondernos algunas preguntas podría ser útil.
¿Cuáles son mis planes a largo plazo? ¿Qué camino debo seguir para llegar? ¿Qué me desvía del camino? Es importante que seamos conscientes de nuestras metas a largo plazo, que nos visualicemos consiguiéndolas, que trabajemos la paciencia, que demos lo mejor de nosotros y que celebremos nuestros logros, así el camino será más placentero. También me parece muy importante ser conscientes del problema, ese es el primer paso, ¿no?
Soy adicto a algún tipo de gratificación instantánea y de hecho, cada vez más personas lo son y toman acción para cambiar las cosas. Por ejemplo, algunas personas están volviendo a los teléfonos básicos rudimentarios o down phone, donde solo tienen las apps más básicas y evitan que pasen muchas horas delante de la pequeña de la pequeña pantalla. Espero que hayas disfrutado del episodio Estudiante, que hayas podido sacar algo en claro, y si disfrutas del podcast, recuerda que la mejor forma de apoyar su continuidad es valorándolo con unas estrellas o un comentario en la app que uses o recomendándolo a otras personas que estudian español. Muchas gracias, te espero en el próximo episodio, un abrazo grande.