¿Has aprendido nuevas palabras? ¿Has implementado nuevas expresiones esta semana? Bueno, hoy vamos a mejorar la escucha en español. Te traigo una historia fuera de lo convencional, es decir, una historia que no es común, que es fuera de lo habitual y que quizá no la conoces porque es viejita. Esta historia ocurrió a principios del siglo veinte, es decir, por allá entre mil novecientos y mil novecientos veinte.
Seguro que ni tú ni yo habíamos nacido. Imagina cómo era tu ciudad, tu país o las costumbres de tu tierra en aquella época. Un mundo donde los coches eran un lujo, la electricidad no estaba en todas partes y la comunicación era mucho más lenta. ¿Cómo habrías vivido tú? ¿Crees que, de no estar en este tiempo, pensarías de la misma manera?
¿Tendrías los mismos gustos? ¿Te dedicarías a la misma profesión o quizá tu vida sería completamente diferente? Pero bueno, como se dice en Bogotá, a lo que vinimos. Hoy te traigo una historia que, sin duda, te va a sorprender. Prepara tu bebida favorita, ponte cómodo y relájate, porque no vas a creer lo que ocurrió el día en que robaron a la Gioconda, la obra maestra también conocida como la Mona Lisa.
Sí, ese icónico retrato pintado por el genio del Renacimiento Leonardo da Vinci entre mil novecientos tres y mil novecientos diecinueve, una de las pinturas más famosas del mundo. Esta obra maestra se exhibe en las vitrinas del museo de Louvre y ha despertado la curiosidad de sus visitantes, quienes durante años han especulado sobre la identidad de aquella mujer que se roba el suspiro, el misterio y el deseo de sus espectadores. Con una mirada que parece ser simétrica, la mires desde la izquierda o desde la derecha, parece que sus ojos marrones te persiguen. ¿Tienes alguna hipótesis de quién se trata? ¿Quién es la mujer del cuadro o a quién se le atribuye su belleza?
Sin duda, la identidad de la mujer retratada ha sido objeto de numerosas teorías y debates, aunque la hipótesis más aceptada la identifica con Lisa Gerardini, esposa de Francisco del Giocondo, un comerciante florentino que, según los relatos de Giorgio Bazari, habría pedido un retrato de su esposa a Da Vinci. ¿Por qué un retrato? En aquella época, retratarse era un lujo reservado para la élite, una forma de inmortalizar un momento o una idea, de transmitir un mensaje a través de la vestimenta, las poses y las expresiones. Da Vinci fue más allá de lo que se esperaba, al emplear la técnica del esfumato, logrando esa sensación de suavidad y profundidad que hace que la Mona Lisa parezca casi viva. Claro, su historia ha transformado no solo la historia del arte, sino también el imaginario que tienen los cuadros en la actualidad.
Te tengo un dato curioso, ¿sabías que al día ingresan al museo de Louvre treinta mil personas? Gran parte de ellos van a ver sí o sí la Mona Lisa. De hecho, lo normal en el Louvre es esperar en una cola para poder observar el retrato, ya que hay tanta gente para verlo que es necesario esperar un rato. No es un cuadro que sea fácil de ver o de acceder de forma privada. Muy pocas personas han logrado tener ese encuentro con la obra de Da Vinci, entre ellas, Vicenzo Peruggia, un italiano que logró, en mil novecientos once, entrar al museo y, para sorpresa de todos, robar la obra más preciada de Louvre.
¿Quién era Peruggia? Por absurdo que parezca, Perugia no era un criminal con historial. Era un simple ciudadano que tenía experiencia trabajando en museos y que decidió un día probar suerte, sacar la pintura del marco de vidrio y llevársela, como decimos coloquialmente en Colombia, como Pedro por su casa. Como en una serie de eventos desafortunados, el personal de seguridad del museo no se percató de lo sucedido hasta un día después de que se había efectuado el hurto, y en menos de lo que canta un gallo, los medios de comunicación de la época empezaron a sacar la noticia por todos lados, el robo del siglo. Hoy sabemos que ese titular estaba alejado de la realidad, pero ¿cómo es posible que un ciudadano entre a uno de los museos más importantes de Europa y se robe una obra maestra de forma tan sencilla?
Increíble. Imagina por un momento que llegas al museo de tu ciudad y sales con un cuadro que vale más de ochocientos setenta millones de dólares debajo del brazo. Claro, los tiempos han cambiado. Ahora, los museos incorporan vitrinas blindadas, sistemas de alarma inalámbrica, vigilancia constante, control de accesos y un plan de monitoreo de cada obra. La seguridad es mucho más estricta y los procedimientos para proteger las piezas de arte son de última generación.
Cámaras con tecnología de reconocimiento facial, sensores de movimiento y equipos de respuesta rápida están preparados para actuar ante cualquier eventualidad. Seguramente, bajo este panorama, Perugia no hubiese tenido la oportunidad de llevar a cabo su audaz plan, ¿o sí? Sin embargo, es importante entender el contexto de aquella época. En mil novecientos once, los museos no contaban con la sofisticación tecnológica de hoy. La seguridad se basaba más en la confianza, en el personal y en el buen hacer de los visitantes.
Perugia, que había trabajado en el Louvre, aprovechó este ambiente de relajada vigilancia y su conocimiento del lugar. Se escondió dentro del museo durante la noche y, al día siguiente, con mucha calma, retiró la pintura de su vitrina y la ocultó bajo su ropa de trabajo. Su plan no fue perfecto, pero sí lo suficiente para burlar la seguridad de la época. Lo que vino después es una historia igual de sorprendente. Durante más de dos años, Perugia mantuvo la Mona Lisa oculta en un pequeño apartamento de París, guardada dentro de un baúl bajo su cama.
Mientras tanto, la policía francesa realizaba intensas investigaciones y la desaparición de la obra generó un revuelo internacional. Surgieron rumores y la teoría sobre el destino de la pintura. Algunos pensaban que había sido destruida, otros que había sido vendida en el mercado negro. Lo curioso es que durante los más de dos años que la Mona Lisa estuvo desaparecida, la policía no sospechó en ningún momento de Vicenzo Perugia. A pesar de que él había trabajado en el Louvreut y conocía bien el museo, no era visto como un posible sospechoso.
En lugar de eso, la policía francesa centró su atención en personajes del mundo artístico de París, que tenían una cierta fama de ser polémicos y provocadores. Llegaron a investigar al famoso poeta y crítico de arte Guillom Apollo Henaire y más tarde a su amigo Pablo Picasso, quienes fueron interrogados por la policía. Finalmente, en mil novecientos trece, Perú había decidido contactar a un comerciante de arte en Italia, afirmando que quería devolver la Mona Lisa a su tierra natal, ya que consideraba que pertenecía a Italia y que había sido robada por Napoleón. Fue así como intentó vender la obra al director de la galería Uffici de Florencia, quien sospechando de la autenticidad de la propuesta, contactó con la policía. Las autoridades italianas lo arrestaron poco después y la Mona Lisa fue recuperada y de vuelta a Lubott.
El juicio de Perugia fue un acontecimiento mediático. Alegó que su intención no era robar la obra para su beneficio personal, sino devolverla a su legítimo hogar, Italia. Argumentó que lo había hecho por un sentido de patriotismo. Esto, junto con el hecho de que no era un criminal habitual, le permitió recibir una sentencia relativamente leve, un año y quince días de prisión, que luego se redujeron a solo siete meses y nueve días por su buen comportamiento. Tras cumplir su condena, Perugia regresó a Italia, donde vivió el resto de su vida tranquilamente y sin involucrarse nuevamente en actos delictivos.
Hoy, la Mona Lisa continúa siendo uno de los mayores atractivos de Louvre, protegida por medidas de seguridad impensables en la época de Perugia. Sin embargo, su historia y el episodio de su robo siguen siendo un recordatorio de cómo un simple carpintero pudo poner en jaque a uno de los museos más importantes del mundo. Este incidente no solo marcó un antes y un después en la seguridad de los museos, sino que también aumentó la fama de la Mona Lisa, convirtiéndola en el ícono que conocemos hoy. Tal vez, sin Perugia, la Gioconda no sería el mito que es ahora. Su enigmática sonrisa se ha hecho aún más famosa gracias a aquel robo, que más de un siglo después sigue fascinando a todos los que escuchan esta historia.
Y tú, oyente, ¿qué opinas? ¿Crees que el destino de la Mona Lisa hubiese sido el mismo sin el atrevido plan de Perugia? ¿Habría alcanzado tanta fama sin este episodio que la sacó de las vitrinas de Louvre? Son preguntas que nos invitan a reflexionar sobre cómo los eventos más inesperados pueden cambiar la historia del arte para siempre. Esto fue todo por hoy.
Se despide tu fiel acompañante de aprendizaje de español desde Bogotá, Colombia. Muchas gracias por acompañarme. Si quieres tener acceso a la transcripción completa de este episodio con explicaciones y ejercicios sobre el vocabulario y las expresiones utilizadas hoy, pueden hacerlo volviéndose suscriptores premium en nuestra página web, Charlas Hispanas punto com. Yo soy Sebastián, de Bogotá, Colombia, y los espero en nuestro próximo episodio. Cuídense mucho y nos vemos la próxima.
Adiós.