Pregunta Angélica. No sé, responde Manolo. Monte Soriano me intimida un poco. No es precisamente el hombre más amable del mundo. La risa de Angélica suena del otro lado de la puerta.
Como su voz, su risa es suave y despreocupada, se ríe con la naturalidad con que el agua cae al suelo en una cascada. Tú aún no te das cuenta, pero Raúl es adorable, dice Angélica. Puede parecer duro al principio, pero en realidad es solo un poco bruto. Tiene un corazón de oro, llora cada vez que ve una telenovela, incluso las que filmó él mismo, que son casi todas por otro lado. Manolo trata de imaginarse a su jefe, ese hombre prepotente que lo manda como si fuera un perro, llorando frente a una telenovela.
No puede. ¿No quieres abrir la puerta? Pregunta entonces Manolo. Nos esperan abajo. Angélica no responde.
Manolo teme haberla ofendido. ¿Demasiado pronto? Entonces escucha el ruido de la cerradura. La puerta se abre. Del otro lado está Angélica Castro.
Mide un metro sesenta y cinco. Tiene largo cabello negro y, ahora, entrecano, y la voz de terciopelo de la televisión mexicana. ¿Bajamos? Dice Angélica. Risa, Laughter, despreocupado, despreocupada, careless, cascada, waterfall, duro, dura, tough, bruto, bruta, ruff, prepotente, arrogante, temer, to fear, cerradura, lock, cabello entrecano, grain hear, terciopelo, velvet.
Capítulo seis. El show debe continuar. Manolo escucha ruidos del otro lado de la puerta. Evidentemente, Angélica estaba sentada o acostada bastante cerca, quizás en la misma posición que él, con la cabeza contra la puerta, pero ya no. ¿No te gusta tu trabajo?
Pregunta Angélica. No sé, responde Manolo. Monte Soriano me intimida un poco. No es precisamente el hombre más amable del mundo. La risa de Angélica suena del otro lado de la puerta.
Como su voz, su risa es suave y despreocupada, se ríe con la naturalidad con que el agua cae al suelo en una cascada. Tú aún no te das cuenta, pero Raúl es adorable, dice Angélica. Puede parecer duro al principio, pero en realidad es solo un poco bruto. Tiene un corazón de oro, llora cada vez que ve una telenovela, incluso las que filmó él mismo, que son casi todas por otro lado. Manolo trata de imaginarse a su jefe, ese hombre prepotente que lo manda como si fuera un perro, llorando frente a una telenovela.
No puede. ¿No quieres abrir la puerta? Pregunta entonces Manolo. Nos esperan abajo. Angélica no responde.
Manolo teme haberla ofendido. ¿Demasiado pronto? Entonces escucha el ruido de la cerradura. La puerta se abre. Del otro lado está Angélica Castro.
Mide un metro sesenta y cinco, tiene largo cabello negro y ahora entrecano, y la voz de terciopelo de la televisión mexicana. ¿Bajamos? Dice Angélica. Nos vemos allí.