A partir de las siete de la tarde, ya ni contestaban a la puerta ni al teléfono ni nada.
Él es Vlad Radulián rumano. En esa época tenía diecinueve años.
Mis tías y mis abuelas, esto era como del otro mundo para ellas, porque veían cosas de colores, su vida, y era como algo fantástico y les encantaba.
Eso fantástico, lleno de colores, era novedoso en la Rumanía de esa época, pero quizás para los que escuchan round volantes no tanto, es que los televisores de miles de familias rumanas se prendían en la noche para ver. Esmeralda. Telenovelas latinoamericanas. Vlad, a diferencia de sus tías y abuelas, no estaba pegado a la pantalla, no hacía falta. Por lo general, ya había visto los episodios.
Es que trabajaba haciendo los subtítulos en rumano de estas telenovelas en español, y fue testigo de cómo el país se paralizaba todas las noches. Miles y miles de personas obsesionadas con las tramas e intrigas de las novelas. La gemela malvada, la familia que esconde un secreto terrible, la mujer pobre que
llega a ser rica. Después iban al mercado y comentaban, has visto que ha hecho esta actriz no sé qué, que dijo que ni lo vivían tan personal todo, ha sido un fenómeno, porque lo podemos llamar fenómeno.
¿Cómo fue que estos melodramas latinoamericanos terminaron en un lugar que se siente tan lejano? ¿Y qué significaron para todas esas personas? Pues muchísimo más de lo que uno podría imaginarse. Una pausa y volvemos. Estamos de vuelta en round volantes.
Esta historia nos la cuenta la periodista española Lola García Jofrin. Los dejó con Lola.
Ya volveremos con Vlad. Primero, quiero que sepan cómo llega esta historia. Me mudé a Rumanía en dos mil veintitrés y comencé a hacer reportajes. Llevo casi una década recorriendo el mundo, y Rumanía parecía un lugar interesante para empezar desde cero. Es una parte de Europa olvidada por los medios.
Yo misma, cuando llegué, no sabía mucho del país, pero pronto me di cuenta de que era fácil sentirse en casa. Lo que más me sorprendía, o nada más llegar, fue que al presentarme a tres colegas de profesión o alguien nuevo, y al decir en inglés que soy española, de inmediato mucha gente me respondía en español extrañamente claro y extrañamente latinoamericano. Y, al preguntarles cómo sabían español, casi todos me respondían lo mismo, gracias a las telenovelas. La usurpadora, Esencia de mujer, Rebelde way, Vete la fea, Munia Cabraba, todo el canon del drama televisivo de la región. Mi único contacto hasta ese momento con estas series había sido un verano de comienzos de los noventa, cuando era tan solo una niña, y mi abuela se enganchó por las tardes a una que se llamaba Cristal mientras mi hermana y yo hacíamos crucigramas.
Por eso, todo este fenómeno en Rumanía me pareció curioso. Pero se entiende mejor con un poquito de historia. A finales de los ochenta, Rumanía, como una gran parte de Europa del Este, ya llevaba cuarenta años viviendo bajo un régimen comunista, uno de los más supresivos
de la zona. Duró desde el final de la
Segunda Guerra Mundial hasta mil novecientos ochenta y nueve, y durante esa época la tele era muy diferente.
En la tele no había casi nada, nada, más tres horas al día, programas del partido o noticieros, y, de vez en cuando, alguna película rusa o búlgara.
Y el resto de las veintiuno horas del día, una pantalla con estática. El comunismo en Rumanía fue particularmente brutal debido a un nombre específico, Nikolai Tchauchesko. A diferencia de otros países de Europa del Este, como Polonia o Hungría, donde el partido comunista era la máxima imagen de autoridad, en Rumanía Tchauchesko instaló un culto a su personalidad, proyectándose como un líder supremo, intocable, con canciones que lo ensalzaban. Que lo elevaban a nada menos que El Salvador de los rumanos, acudado el genio de los Cárpatos o el querido y estimado líder. Pero bajo su mandato, en Rumanía se terminaron viviendo tiempos de escasez y represión terribles.
Chauchescu no quería deberle nada a nadie, así que decidió eliminar la deuda externa, exigiendo mayor productividad a los trabajadores y reduciendo los gastos. Aquello tuvo un impacto directo en las condiciones de vida de los rumanos. Las colas frente a las tiendas para conseguir huevos, mantequillas o pezuñas de cerdo, lo que los romanos llamaban de broma zapatillas de deporte, se hicieron cada vez más largas. A veces, se esperaba sin saber el producto que te llevarías a casa. La calefacción se volvió un lujo que casi nadie podía costear.
También estaba la vigilancia extrema, micrófonos instalados en casas y oficinas por los cientos de miles de informantes de la Securitate, el departamento de seguridad de Chuucesco, que vigilaban constantemente a la población. Y, como resultado de esto, se estima que unos dos millones de personas, disidentes o rivales políticos, pasaron por prisiones, campamentos u otros lugares de detención.
Con
una población terriblemente empobrecida y enojada, su mandato terminó en sangre, con una revolución en las calles en las que murieron más de mil personas, entre ellas Tchaucescu y su esposa Elena, cuyos cuerpos acribillados fueron mostrados por televisión como prueba de que el futuro sería diferente. Así, la década de los noventa fue incierta en Rumanía, Un país que, en realidad, nunca había tenido una democracia consolidada, tuvo que construir un sistema, prácticamente, desde cero, pero, a la par de la incertidumbre, también hubo otras cosas.
En un mundo del comunismo donde no tenías casi nada, aunque no puedo decir que nos faltaba algo, pero no había tanta diversidad, y ver que la gente puede vivir de otra forma ha empezado el cambio de la mentalidad de la gente.
Esperanza, la ilusión de prosperidad, apertura a un mundo que se sentía completamente extraño. En esos años, con el fin del comunismo, comenzaron a emitir cadenas privadas como ProTV, ahora una de las televisoras más importantes del país. Transmitía series y películas extranjeras, al igual que noticias, pero poco después empezó a traer telenovelas en masa. Y es que solo unos años antes, el canal estatal había transmitido a la esclava Isaura, una telenovela brasileña de los setenta. La gente quedó fascinada, y para las empresas privadas como ProTV, saber de este éxito fue clave para solucionar un problema muy básico, el más básico para un canal.
Para vender publicidad y sostenerse necesitaban programación, una programación que no existía, no había una industria de producción local. En Rumanía no se hace ninguna serie, ninguna película, prácticamente nada. Pero ahora eran miles de las empresas, como Coca Cola, cadenas de comida rápida e, incluso, marcas de jabón y detergente de todo tipo, que estaban ansiosas de anunciarse en países del antiguo bloque comunista. Era un mercado nuevo, inexplorado. Fue así como en esta parte de Europa se empezaron a organizar ferias en hoteles y centros de convenciones, ferias donde los ejecutivos de televisoras iban a comprar su programación en paquete.
Porque compraban una, que era la mejor, la de moda, la más nueva, y dos o tres, un poquito ya pasadas de moda, pero así salías a un muy buen precio en total.
Y las telenovelas eran tan buen negocio que ProTevé decidió crear un canal solo para ellas enfocado en mujeres, a casa, que significa en casa. Vlard terminó ahí porque sabía español y, bueno, muchos otros idiomas. Su padre era diplomático, se la pasaba viviendo de país en país, pero durante el régimen de Chauchesco, Vlad y su hermano gemelo no lo podían acompañar. Tenían que quedarse junto a su madre en Rumanía como garantía de que su padre iba a regresar, Pero una vez cayó el régimen, Vlad, su hermano y su madre, por fin pudieron vivir con él en el extranjero.
Y viajábamos durante cuatro años a un país distinto y nos enviaba a los colegios estatales para aprender el idioma. Así que fuimos a Grecia y tuve que aprender el griego, a Portugal y tuve que aprender portugués.
De vuelta en Rumanía, se inscribieron en el Liceo Cervantes, una escuela donde estudiaban español. De ese modo, aprendieron el idioma, y a los diecinueve decidieron estudiarlo formalmente como carrera. Era mil novecientos noventa y ocho, y un día, en la facultad, vieron un anuncio.
Y un día vimos un cartel en un pasillo en la universidad, donde ponía que contratan traductores de subtitulación en esta cadena de televisión que se llama Casa TV, y recién habían puesto las bases de esta nueva cadena de televisión, especialmente, para difundir nada más telenovelas latinoamericanas.
Fueron a hacer unas pruebas y los escogieron para trabajar como subtituladores.
Era bastante difícil para mí, porque contábamos las sílabas de cada palabra, así de una manera manual, digamos, y no había ordenadores. La traducción la hacíamos en papel y había nada más tres ordenadores en toda la televisión, y había gente contratada que estaba escribiendo a máquina o a ordenador la traducción nuestra.
Lo que nunca se imaginó Vlat es que ese sería su trabajo durante los siguientes veinte años, traducir telenovelas durante ocho horas al día, y eso exigía rigurosidad. Por ejemplo, con las telenovelas de época.
Había unas históricas y, a veces, tenías que prepararte un poco y ver un poco el contexto para poder tener una traducción lo más cercana a la realidad de de la telenovela, porque es absurdo que pongas palabras muy, muy modernas y neologismos y siendo una telenovela de época, entonces, tienes que situarte un poco en la parte histórica.
También vio que el español era complejo, que no solo depende de la época, sino de la geografía, cosas que en un país se dicen de una manera, en otro se dicen de una forma completamente distinta, palabras que significan cosas diferentes según donde estés, acentos, dichos, todo mundo, y Vilat lo disfrutaba. Claro, también le gustaba ver su nombre al final de cada episodio como traductor, salir en la tele aún fuera como un crédito, se sentía enorme. Con el tiempo fue ascendiendo en el canal, empezó a formar a otros traductores y subtituladores, y a tener más poder de decisión en cómo se traducía ese mundo latinoamericano, este país. También empezó a hacer doblajes en vivo cuando llegaban actores y actrices latinoamericanas a hacer entrevistas o programas, y mientras eso pasaba notó algo que lo sorprendió, él se había convertido en una especie de celebridad muy específica.
Incluso había unos foros donde la gente comentaba ahí, y si no le gustaba algo en la traducción, ponía.
O sea, comentaban sobre su trabajo. Muchos comentarios eran sobre las traducciones que hacía en vivo en distintos programas de televisión.
La voz yo creo que era de Blair Adulian, y qué buena traducción ha hecho y no sé qué, y la gente comentaba y te conocían el nombre y ya la voz. Ibas al mercado y estabas hablando y dicen, ¿de dónde me suena tu tu voz? Y después, ah, de ayer, de este programa de televisión, que no has hecho tú la traducción, sí, sí, soy yo. Una vez les envié una manzana, así por eso, de mis fans,
digamos. Y al parecer las cosas empezaron a ir más allá. Incluso, un colega me dijo que en su pueblo natal había una vaca llamada Esmeralda, como la protagonista de la telenovela mexicana. Así, con el tiempo, la consecuencia de este fenómeno televisivo fue que el idioma español se empezó a colar en Rumanía. Es que, como muchos de ustedes sabrán, a diferencia de países como Rusia o Polonia, donde los idiomas derivan de lenguas proteslavas, el rumano es una lengua romance, derivada del latín.
En ese aspecto, en realidad, Rumanía compartía más con nosotros,
los hispanohablantes, que con el bloque comunista. Los rumanos, aún desconociendo el idioma, el español, el francés o el italiano, los entendemos a todos, y al revés, no. Si pones a un italiano o a un español escuchando a un rumano hablando, no, no lo entiende. Tal vez se da cuenta de ciertas palabras que le suenan, pero no, para los humanos es muy fácil, y entendemos como el ochenta por ciento desconociendo el idioma.
Mi nombre es Silvia Rivero Alfaro, soy lingüista. Me formé en la Universidad de Costa Rica.
Hablé con ella para entender un poco mejor este fenómeno.
Actualmente, estoy haciendo un doctorado con un énfasis en sociolingüística hispánica. En dos
mil nueve, dos mil
diez viví en Rumanía y te hay un poco el interés en las telenovelas.
Todo empezó cuando anotó algo en la forma en la que se relacionaban sus compañeras de cuarto en su residencia estudiantil.
Éramos cuatro en una habitación y mis tres compañeras rumanas peleaban en español, o sea, no no hablaban español, pero peleaban español. Te odio, no te soporto, cállate, estúpida. Perdona que son demasiadas palabras feos en en una línea, pero, o sea, de verdad, era interesantísimo, ver como tres personas que malaban para otros usos, el español. Esto era su su español, el español de la pelea.
Silvia observaba fascinada.
Más bien tal vez le suavizaba la pelea. Habría que ver cómo la sentían ellos, pero tal vez les ponía un poco de distancia. Tenían como cierto disfrute como si fuera un poco una broma, pero a la vez lo hacían mientras tenían problemas, así que era una interacción curiosa, no.
Curiosa porque la mayoría de la gente no aprendió un idioma para pelear con las amigas, sino para cosas más prácticas.
Vos aprendés ciertos usos de la lengua para ciertos fines en ciertos lugares, como tratar de poder comprar un restaurante, poder ir al banco, no sé, poder estar en un evento. Y bueno, era para mí interesante como lo que ellas habían traído de las telenovelas era cómo pelear.
Su investigación fue exploratoria y descriptiva más que estadística. Entrevisto a romanos y extranjeros y llegó a una conclusión.
Las telenovelas es el aspecto afectivo de central y de hecho es uno de los temas que que surgió en mi trabajo, ¿no? Como el tipo de vocabulario que mucha gente me pretendía tenía que ver con los afectos.
Los afectos, porque, como dijo Blat hace un momento, el gris dominaba el país y la posibilidad de expresar emociones en español llegó a darle color a la vida de muchas personas.
Después de la pausa, hablamos con una de esas personas. Ya volvemos. Estamos de vuelta. Aquí Lola García Ajofrén.
Ok, entonces, quiero presentarles a otra de las personas que conocí en Rumanía. Se llama Delia Marinescu, tiene treinta y tres años, es periodista y documentalista.
Vi telenovelas con la niña. Y mi mi español viene también de las novelas.
Conocí a Delia en un bar junto con otros colegas, y desde que supo que yo era española, no paró de hablar en mi idioma. Me dijo que vio novelas sin parar desde los siete hasta los quince años, mexicanas, venezolanas, colombianas, argentinas, todo lo que llegara. Después busco otras cosas, como cualquier adolescente. Con unas cuantas clases de español, ya siendo adulta, logró refinar el idioma, incluso estudió en Madrid seis meses. Fue su hermana, que es un año mayor, la que la introdujo en las novelas.
En Rumanía era normal que ambos padres trabajaran, entonces, los niños pasaban muchas tardes solos en casa, buscando cómo detenerse un rato antes de hacer la tarea.
Tuvimos computador, teníamos unos juegos de construcción empire, algo así, un juego de disparos, soliper, Jugamos mucho enfrente del piso con otros vecinos, con niños de nuestra edad.
Y cuando empezaron a transmitir las telenovelas, la hermana se enganchó.
Me invitaba a ver telenovelas y, al comienzo, no entendía qué qué pasaba y preguntaba yo a mi hermana, ¿eso es malo o eso es bueno? ¿Cuál es el malo o cuál es el bueno? ¿Cuál es la mala o cuál es la buena? Para ver con quién yo me solidarizo.
La verdad es que Delia no fue fan de inmediato.
Algunas veces me parecía exagerado, que los exageran mucho los seguimientos, no la manera, bueno, y entendí qué sufre, pero no tal, tal. Pero dependía de la historia, porque si la historia era muy bien hecha, para mí, con dos años aceptaba.
Pero recuerda bien cuando Todd hizo clic. Fue un otoño de mil novecientos noventa y ocho, cuando empezaron a transmitir La telenovela mexicana La usurpadora. Dos hermanas gemelas separadas al nacer se encuentran siendo adultas.
La usurpadora fue una de mis favoritas. Era un cambio entre dos hermanas, que una era pobre y una rica, y se encontraron en un baño, y la rica la echó la propuesta a la pobre de cambiar de vidas.
La rica, pues, quería oír con su amante.
Si te arreglaras y te vistieras como yo, seguro te confundirían conmigo. No, señora, yo no sabría llevar la ropa ni maquillarme como usted, no estoy acostumbrada. A todos acostumbra uno en la vida, queridita, y más a lo bueno.
Me impactó mucho cómo la pobre vivía finalmente una vida buena, y allí que aprendí mucho sobre la diferencia sobre la injusticia social, los pobres o los ricos, que lo vi muy claro, era era tan claro y tan bien explicado, y eso me tocaba
mucho. Era la primera vez que ella veía el lujo, la opulencia, algo que desde hacía décadas estaba ausente en su país, claro, con excepción de la cúpula del partido comunista. Y más importante, el hecho de que alguien no tuviera nada y otra persona tuviera demasiado, más de lo que necesitaba, para una niña en la Rumanía de esa época. Todavía era inconcebible. Nadie tenía mucho, cierto, pero todos tenían lo mismo, y existía la promesa de salir de eso.
Tal vez, no ser rico, pero tenerle sí la posibilidad de acceder a más. La muerte de Chauchescu había traído la esperanza de que la vida podría ser diferente. En algunos detalles de la vida cotidiana ya se estaban viendo los resultados de esta apertura.
Teníamos comida y los padres o los abuelos hacían siempre referencias, que ahora tenemos eso, antes no teníamos, aún ahora se habla, antes no teníamos esa comida.
Pero Rumanía seguía siendo uno de los países más pobres de Europa, y la migración posterior al comunismo fue enorme. Un éxodo de entre tres y cinco millones de personas, tanto agricultores y constructores como doctores e ingenieros en busca de mejores oportunidades y salarios. En eso, el español de las telenovelas también ayudó. Actualmente, España, Italia y Alemania son los países con las mayores comunidades de romanos. Muchos eligieron España por la cercanía del idioma, y lo que buscaban no era muy diferente a lo que Delia veía en la televisión.
Posibilidad, aventura.
Es una buena proposición, tú en mi casa, haciéndote pasar por mí. Serías la señora considerada, obedecida y respetada. Disfrutarías de una vida maravillosa, digamos, por un año.
Y prosperidad, una vida mejor.
Al final de ese año yo regreso, tomo de nuevo mi lugar y te doy una buena cantidad de dinero que te solucionará tu vida futura.
Y, a la vez, el aprendizaje más importante que tuvo Delia con las telenovelas, más allá de un idioma o una noción de desigualdad social, fue uno más útil para lo cotidiano. Eso a lo que nos referimos antes, poder hablar de los afectos. Las telenovelas funcionaron como una especie de manual sobre otra manera de querer, de ser feliz, de soñar, de sobrellevar la tristeza.
Y nuestro país no era acostumbrado de hablar sobre emociones, Los profesores no hablaban personal, no era como ahora. Era muy escuela, cosas prácticas, trabajo, era muy fijo, así, no sé, muy rígido. Las novelas eran un espacio donde alguien te explicaba qué significa enamorarte, qué significa engañar por los pobres o los ricos, qué significa amistad.
Y, bueno, también le enseñaron a Delia, a su hermana y a sus amigas lo que significaba la rebeldía, especialmente, la rebeldía adolescente en una sociedad que todavía recordaba con miedo la necesidad de seguir órdenes.
Fue muy revelador, fue algo, te te te cuento, muy intenso para nosotras, muy intenso. ¿Por qué nosotras no nos expresamos así, tan abierto, tan exuberante? Estábamos más esperados como cultura, más introvertos, y ahí todo el mundo de sus emociones hablaba, bailaba, todo era por fuera. Por eso creo que nos enganchó tanto, nos daba coraje para expresarnos. Todo aprendimos de la novela.
Mi generación aprendió todo con las
novelas. Pero los tiempos han cambiado y la telenovela latinoamericana ya no es la de antes. Sigue siendo fuerte, pero ahora existen otras potencias, las coreanas, las turcas, que incluso se importan a Latinoamérica, y en Rumanía, las turcas son las que dominan la televisión ahora. La mamá de Delia, que antes por trabajo no pudo ver los hits latinoamericanos, ahora con sesenta años se ha vuelto aficionada.
Y cuando veo a ella enfrente de la tele tan enganchada, tan intensa, hablando con los actores, yo me veo a mi niña absorbiendo todo eso, comiendo la historia. Algunas veces siento con ella de diez minutos ver la telenovela turca, para pasar un tiempo juntas y me da como la emoción de niña, y entiendo eso, es que entiendo la pasión.
Pero, a diferencia de lo que pasó con el español, según Delia, la gente no ha empezado a aprender turco. Parece que los melodramas latinoamericanos y Rumanía estaban hechos el uno por el otro, y se juntaron en el momento perfecto. Fueron temas e historias que Rumanía quería, incluso que necesitaba.
Lola García Ajofrín es periodista española y actualmente vive en Bucarest. Esta historia fue editada por Luis Fernando Vargas, Camila Segura y por mí. Bruno Celsa hizo la verificación de datos, el diseño sonido es de Andrés Aspiri con música de Remy Lozano. Gracias a John Utjana, Patrick Wabitski y Petri Zorobae, de página de media en Bucarest, por su oído en este episodio. El resto del equipo de round volante incluye a Paola Aleán, Lissette Arévalo, Pablo Argüelles, Adriana Bernal, Anelis Casasus, Diego Corzo, Emilia Arveta, Camilo Jiménez Santofimio, Selene Mazón, Juan David Naranjo, Melissa Rabanales, Natalia Ramírez, Barber Soulhill, David Trujillo, Ana Tuirán, Elsa Liliana Ulloa y Desirée Yépez.
Carolina Guerrero es la CEO. Raimbulante es un podcast de Raimbulante Studios, se produce y se mezcla en un programa Hindenburg Pro. Si te gustó este episodio y quieres que sigamos haciendo periodismo independiente sobre América Latina, apóyanos a través de Deambulantes, nuestro programa de membresías. Visita Raimbulante punto or g slash donar y ayúdanos a seguir narrando la región. Raimbulante cuenta las historias de América Latina.
Soy Daniel Alarcón, gracias por escuchar.