Ana Orantes, Olimpia Coral Melo.
Espero a que me pongan atención, porque a eso venimos.
Prisa a barrio nuevo, el Mitsub, el se acabó, dice el Pelicot. La mayoría de estas revoluciones que nos han hecho avanzar en cuestiones de igualdad las han prendido las mujeres. El patriarcado es un juez. Hablando. Quien nos juzga por nacer.
Que nos juzga por nacer. Soy Marta Curiel. Y nuestro castigo. Hoy en el país. Es la violencia que ella ves.
Las mujeres rompemos el silencio, los hombres nos escuchan. Hola, Isabel. Hola, Marta. Isabel Valdez, ha llegado el ocho de marzo de nuevo, y tú eres la corresponsal en género de El País. Hace un mes leíamos en tu newsletter que buscabas testimonios de mujeres y los buscabas en audio.
Eso nos dio la pista de que este año ibas a hacer algo que nos tocaba de lleno aquí en el podcast. Hablabas de que todo el rato estamos hablando de hablar.
Bueno, claro, es que, ¿qué hemos estado haciendo, sobre todo en los últimos años, hablar? ¿Y cómo hemos llegado hasta aquí, no? Pues hablando, contándonos cosas, contándoselas a otras, contándonoslas también a nosotras mismas, y hemos llegado hasta aquí, precisamente, quebrando el silencio. Y no solo para hablar de nosotras, de lo que nos pasa a nosotras específicamente, sino de lo que pasa en el mundo, en todas partes. Todo el rato, yo a mí misma me repito que no son nuestras cosas de señoras, sino que son de más de la mitad de la población, y más de la mitad de la población algo tendrá que decir para con el resto.
Y eso es lo que hemos estado haciendo. Primero, hace un siglo pidiendo lo más básico, ¿no? Tener esa voz, que era tener voto, y desde ahí en una cascada, más o menos, rápida, según las épocas, que ha pasado de la violencia más brutal, la que sucedía de forma extendadísima y sigue sucediendo en las casas, a todos los estadios de la violencia.
Sí, pero también, antes de que llegara la voz, ha habido mucho silencio y silencio impuesto, lo acabas de decir, literalmente nos decían que estábamos más guapas calladas, ¿no?
Cállate, no contestes, no se ha respondido nada, te voy a coser la boca, chito, chitón. Las mujeres han vivido, literal y metafóricamente, sujetas y sometidas al silencio de muchísimas formas, ¿no? Al social, al familiar, al del amor romántico, al laboral. El sistema, el tradicional, lo que llamamos el patriarcado, se ha sostenido precisamente sobre el silencio, y durante mucho tiempo consiguió colocarnos también ahí a nosotras, ¿no? Se ha roto el de las mujeres y, en parte, también el de la sociedad, Aunque sí, que tenemos que recordar que no en todos los territorios por igual, ¿no?
No todas las mujeres del mundo han podido traspasar ese sillate.
Ahí están las mujeres ajenas. En agosto de dos mil veinticuatro, los talibanes prohibieron el sonido de la voz de las mujeres en los espacios públicos de Afganistán. Isa, ¿de qué manera se sigue utilizando el sonido o la voz de las mujeres para cercenarlas?
Bueno, esa violencia contra las mujeres se da, como te estabas diciendo, ¿no? En Afganistán o Irán, donde se prohíbe literalmente, directamente la voz, ¿no? Pero se da de muchísimas formas. Hay lugares donde las mujeres hablan pero no se las escucha, hay lugares donde la presencia de mujeres es tan pequeña que, por lo tanto, no es suficiente para que sean escuchadas. Los insultos y la violencia verbal y las amenazas y las coacciones en redes sociales son también una forma de de silenciamiento, ¿no?
Y el miedo en las casas y en la calle es una forma de silenciamiento. Oír, pero no escuchar y no entender el problema estructural de la violencia, por ejemplo, también es silenciamiento.
Y si la voz de las mujeres se silencia solo se escucha, claro, pues la de los hombres, algo además para lo que muchas veces, pues no hace falta ni el silencio. Isa, ¿la voz de los hombres siempre ha estado por encima de la de las mujeres?
Sí, pues, efectivamente, siempre. Incluso en las casas, esos lugares convertidos en cárcel muchas veces, pero una cárcel maquillada, ¿no? De reino donde gobernaban las mujeres, la señora de la casa, la ama de llaves, ese es mi casa, manda a mi mujer, Nunca fue cierto. El poder residía reside todavía siempre en ellos, en en quien lleva el dinero a casa, en quien sostiene económicamente a la familia. Por eso creo que no podemos olvidarnos nunca de que el feminismo está profundamente relacionado con el capital y el capitalismo, y con los sistemas económicos, y que el espacio y, por lo tanto, la voz fuera de esos hogares fue lo que comenzó a cambiar las cosas de verdad, ¿no?
La autonomía de las mujeres reside en gran parte ahí.
Pues ha quedado claro porque has apostado este año por la voz. Ahora, quiero que escuches a mi compañera Jimena Marcos, que lleva meses reflexionando sobre lo que escuchan, lo que callan, lo que dicen algunos hombres y cómo actúan o cómo no lo hacen. Lo hará después de la pausa.
Cuando se publican noticias sobre violencia de género, las mujeres las leemos, las comentamos con amigas y compañeras de trabajo, pensamos en nuestras experiencias personales y, en general, nos preocupamos por los temas. Y en los corrillos y grupos de WhatsApp, normalmente, son las mujeres las que hablan de estos temas y los hombres los que callan. Por eso pensé, ¿será porque aunque las mujeres tengan cada vez más voz, los hombres no están escuchando? El oyente de hoy en el país es, en su mayoría, masculino. Pero es curioso cómo esto varía dependiendo del tema que tratemos en cada episodio.
La jefa de estrategia de Prisa Audio, Lourdes Moreno, me contestó rápidamente a un email en el que le pregunté directamente por estos datos, rápidamente a un email en el que le pregunté directamente por estos datos y confirmó mis sospechas. En los episodios que tratan sobre género, violencia o acoso sexual, la escucha de mujeres es ligeramente superior a la de hombres. Y, aún así, quiero creer que, a pesar de todo, hay muchos hombres que sí están escuchando, que sí están hablando entre ellos y que sí están reflexionando. Así que los busqué y les pedí que me enviaran un audio.
Fue un amigo mío de hace muchos años de que era de mi barrio. Tenía una relación muy tóxica con la que era su pareja en aquel entonces. Tendríamos unos dieciocho o diecinueve años. Y era una relación muy tóxica, muchos celos por parte de los dos y, bueno, un día presenciamos que en una fiesta ella discutió con él, ella le metió un bofetón, él la pegó un bofetón, el triple de fuerte, y la verdad es que, honestamente, no supe cómo reaccionar. No sé si me pilló pequeño o me pilló tan en frío que no supe cómo reaccionar.
A raíz de eso, en ese momento, al poco hablamos con mi amigo, él lo vio como algo normal, hablé con ella, ella lo vio como algo normal y no supe, honestamente, no supe cómo actuar.
Estaba con un grupo de amigos y conocidos una noche en una en una discoteca, y por una conocida le dijo un amigo que, bueno, que se sentía siendo un poco acosada por un amigo mío, que estaba, bueno, algo borracho. Simplemente, bueno, se estaba hablándole mucho y ella como, pues, dándole la razón, y ella era bastante bien desde lejos que que no estaba cómoda, pero bueno, yo cuando vuelvo a hablarizó a mi amigo, pues ya actué y le dije un poco que que se relajase. Él preguntó a qué se refería, y luego ya ya cayó y nada, pues se se cayó y, bueno, de repente pasó de de esta neonaladora a caerse toda la noche. Luego, a las semanas coincidimos, por primera vez, en un en un grupo de hombres sobre masculinidades, y salió precisamente según este ejemplo como de qué hacer cuando hay un amigo o un colega incomodando a a mujeres, si como le fue positivo poder hablarlo hablarlo después y, sobre todo, ponerlo en común con con más hombres y con un con un mediador que estaba en este en este grupo.
Estábamos en las siestas de de mi barrio y, nada, estábamos todo allí, pues todos los amigos, con algunas chicas de del barrio, tal. Vivimos bastante, yo no, pero, bueno, mucha gente sí, y una chica, sobre todo, se puso muy ciega. Se puso muy ciega y ya empezó la tontería de que, pues, los chicos en plan a tocarle el culo y como ya no, pues, que no podía hacer nada, lo íbamos casi sujetando. No sé qué, entonces, sabes, mira, mira, no sé cómo esa cosa de entre hombres de mira, y le toca el culo, ahora sí lo tocas tú, tal, pero poco a poco la cosa fue yendo un poco a más. Y ya yo cuando vi que uno estaba intentando meter la mano por la camiseta, le tocaba la teta por dentro, ¿sabes?
Ella estaba que se caía, o sea, no sabía ni dónde estaba. Y había amigas allí que tampoco estaban haciendo nada, o sea, se reían, decían, ay dejadla tal. Fui el único que se interpuso un poco y empecé a ponerme allí, tampoco quería, no lo hacía directamente, pero sí me ponía adelante, bueno, ellos sí que se daban cuenta, ella se dio cuenta, porque lo supe, porque de pronto ella me cogió esa braffa a mí y me empezó a decir, Alberto, quédate, estate aquí conmigo, era algo como podía, o sea, borrachísima. Y ahí me di cuenta que ella sí era consciente de que yo no iba a hacerle nada y de que de alguna forma estando conmigo, ¿no? Pues bueno, iba a estar protegida.
Para mí esto fue bastante traumático, esto y algunas cosas más que vi yo en mi en mi adolescencia hicieron que yo tomara una tirría terrible por por el hombre, por la masculinidad, porque no podía entender, o sea, que los tíos, o sea, no sé, se comportaban de esa manera, empezó a dar un poco de, de, como de asco el, el, el símbolo del pene, este símbolo de la pizarra, que al final es un símbolo que lo que está diciendo es, yo soy superior a ti porque puedo tener mejores puestos de trabajo, porque tengo más fuerza física, ¿no? Porque, de alguna forma, es como, no sé, como la como la nobleza frente al pueblo en la Edad Media. Sufrió
violencia sufrió violencia machista mi madre, por parte de de su segundo marido, que no es mi padre, evidentemente. Por eso te digo su segundo marido, aunque si mi padre hubiera ejercido violencia sobre mi madre, porque también la llamaría su marido en lugar de mi padre. Empezó, pues podría decir que poco a poco, discusiones subidas de tono, malas palabras, empujones, etcétera, hasta que llegó a la violencia física. Estamos hablando, pues de discusiones de toxicomanos, que eran los dos, y al final, pues, la cosa se descontrolaba bastante. Incluso una vez tuvieron un accidente en coche y sé que es porque la estaba asustando, acelerando y conduciendo mal a propósito.
Y yo lo fui viendo al principio, bueno, pues, como lo ve un niño, pues tendría yo doce años, una cosa así, ¿no? Doce o trece años. Hasta que un día, pues pues le eché le eché cojones, todos los cojones que niño de doce, trece años le puede echar, que no los tiene ni desarrollados, o sea, que tampoco son muchos, porque yo al principio lo que hacía era llorar y intentar que no se pegaran, que no se pegaran. Fíjate como lo digo en en lo digo en en plural, porque mi madre intentaba devolver algún golpe, pero, evidentemente, la superioridad física de él era era considerable. Y, como digo, le eché los cojones sin desarrollar que tiene un niño de doce años y me puse en medio e intenté pegarle yo lo que puede pegar un niño de hace años a una persona adulta, que es bastante poco.
Y bueno, pues me la devolvió él bastante fuerte, se me cayó el alma en los pies, pero creo que ese fue un punto de inflexión. No fue inmediato, pero creo que ayudó a que a que la cosa terminara, porque yo ya insistía mucho a mi madre en que eso no podía seguir, que le dejara, que le mandara a la mierda. Y con el tiempo, pues, efectivamente, lo dejó. No es no se podía justificar, o sea, al principio pensaba que que era cosa de peleas de autopsicómanos, pero pero, inclusive, yendo a pequeña me di cuenta mi padre también era yonki y mi padre nunca se le ocurrió maltratar a mi madre ni ni ni pegarle una voz más alta que la otra. No me vale que seas un yonki que vayas puesto cocaína, o sea, mi padre también era un yonki y no pegaba a mi madre.
Cuando uno es un hijo de la gran puta, es un hijo de la gran puta.
Entre los audios que recibí quería destacar algunos. El primero, este que vais a escuchar, porque sigue habiendo problemas para detectar qué es violencia de género y qué no lo es. De hecho, una de las respuestas que más recibí por escrito fue la de, yo no he presenciado nada, así que no te puedo contar nada. Y eso que si esta pregunta se la hubiese planteado a mujeres, estoy segura de que todas y cada una de ellas tendría una experiencia, no solo ajena, sino propia, que contar.
De primeras así, enseguida hemos tenido clarísimo, yo lo he dicho en alto en casa, y mi pareja y yo hemos tenido clarísimo que no, no hemos presenciado ni nada, por suerte, pero pero como que tenemos muy claro lo que es la violencia física y la violencia sexual, pero, de pronto, diciéndolo en alto, la violencia o el abuso psicológico, joa, ahí hay un montón de grises que nos ha costado un poco, y empiezas, a lo mejor, al principio diciendo, ¿qué va? Yo no, y luego dices, bueno, a lo mejor, joder, ¿dónde está la línea entre este amigo mío? Es que es un, de general, entonces, tiene muy mal carácter o está realmente tratando mal a alguien. Yo yo que soy del setenta y ocho y hemos crecido con el influjo todavía de del machismo ahí a saco, cuesta, cuesta. Nos hemos hecho ahí preguntas en alto y he dicho, joder, pues yo al principio decía que sí, pero pero no lo tengo tan claro.
A lo mejor a lo mejor ha pasado y, en ese caso, yo sería de los que pones ahí en el cartel que no que no me enteré o que no me he enterado.
Otra de las respuestas que más me dieron fue la de, los hombres que ejercen violencia son criminales, no son
ni mis amigos ni forman parte de mi familia. Porque aún se asume que los
hombres que acosan, que familia. Porque aún se asume que los hombres que acosan, que agreden o violan son monstruos y no personas normales, a pesar de que un informe realizado por expertas de cuatro universidades establecieron que el ochenta por ciento de las agresiones las cometen conocidos de las víctimas. Por eso, quería terminar con estos tres testimonios que me parecen valientes y generosos, y que, además, hablan de una cosa muy importante, que es el de tener un círculo de amigos que acompañe durante todo el
proceso. Y, en mi caso, yo tanto he presenciado situaciones y también me las han me las han contado, y alguna vez me han interpelado alguna amiga para algún colega decir, oye, esto que hiciste no está bien, y en esa época yo escurrí el el bulto con alguna verdad es que no no tengo recuerdo histórico muy grande de de que yo haya podido hacerlo, pero, o sea, no veo casos concretos de decir, esto esto que hice en este caso concreto estuvo mal, pero si te da la sensación de que yo he crecido como un hombre heterosexual que tengo ya la la triintena como estoy, pues, en la mitad de la triintena, pues, evidentemente crecido con unas actitudes que no son las con las que yo comparto actualmente y de las que, bueno, pues, me han me han condicionado y me siguen condicionando.
Hace como un paro o tres de meses, una muy buena amiga mía me invitó a su cumpleaños en su ciudad, que ya no es de mi ciudad, y nada, pues me apetecía mucho acompañarla y tal, y y me cogí un vuelo y me fui para allá. Estuve allí como un fin de semana y las dos noches como que fueron bastante divertidas, bebimos bastante alcohol todos y tal. Lo recuerdo como con mucho cariño y y, la verdad, como con bastante desmadre. Al cabo de una semana o así, ella me me abrió por WhatsApp y me, para mi sorpresa, pues me contó que al parecer varias amigas suyas, que yo no conocía previamente antes de ese fin de semana, habían hablado entre ellas que alguna de mis actitudes en ese contexto de fiesta y de consumo de alcohol les habían incomodado bastante, que al parecer yo, pues, me había propasado, sobre todo, pues, en algún acercamiento más físico y tal, y que se habían sentido bastante incómodas. Para mí fue bastante, en primer lugar, pues, un shock, porque yo he de decir que no me acuerdo de absolutamente nada, y luego como una, pues una decepción bastante grande.
La verdad, yo me tengo por una persona que está frontalmente en contra de ese tipo de actitudes por parte de los hombres, y verme siendo, pues culpable de esas actitudes, pues me dejó bastante hecho polvo, la verdad. Y bueno, siendo honestos, me ha servido para muchas cosas, en primer lugar, como para reflexionar, que quizá en ocasiones pasadas he tenido actitudes parecidas o quizá no tan hirientes para los demás, pero sí que me he podido comportar de maneras parecidas, y bueno, en mi en en segundo lugar, me ha servido para tomar una serie de decisiones con respecto a la cantidad de alcohol que consumo o el momento contexto social en el que lo consumo. Después de que pasas eso, pues, por supuesto, contacté con otras personas implicadas, o la mayoría de ellas, me disculpé y y, pues, por supuesto, les conté que mi intención era tomar medidas. Fue complicado, ya digo, sobre todo porque eso me costó mucho reconocerme en eso, aunque, pues, claramente, es lo que hay y y así ha sido, y, por supuesto, pues bastante trabajo con mi con mi terapeuta, que que ya llevamos varios años de relación y, pues ahí he seguido trabajándolo.
¿Qué tal, Jimena? Bueno, te cuento un poco, no sé si te te servirá o ya tendrás muchos audios, pero sí te lo cuento porque yo creo que es necesario, o sea, es necesario. Ahora lo puedo también contar un poco porque, bueno, llevo, pues, tiempo ya como, pues, cuidando esto, cambiando mi forma de actuar, mi forma de ser, con la gente que me rodea a la hora de salir de fiesta, con mis amigas, con mis amigos. Y tampoco estoy libre, O sea, pero es verdad que, bueno, mi dinámica ahora es muy positiva respecto a eso. Pero yo los años de carrera, sobre todo bachillerato y carrera dos mil diez y, pues, no habían ningún año que no sucediera algo, ¿sabes?
Siempre había episodios con mayor o menos frecuencia y siempre, en mi caso, en el mismo contexto, ¿no? O sea, muy pedo. Hablo de, o sea, describo cómo estaba, no lo justifico jamás. Y en mi caso, sobre todo, ha sido, pues, invadir espacios y ser el mítico baboso de la discoteca y y con cierta frecuencia y que me digan que no y yo o no recordarlo o tener flashes o, vale, y volver. Me decían ya no y volver.
Y seguir intentando, pues eso, intentar que sea una persona o hilar con una persona que ya te ha dicho por activa por pasiva que no. Y que muchas veces lo hacía porque mi entorno se reía, en ese momento, todas las cajas, yo me reía, que no tenía ningún ninguna gracia. Pero, bueno, en ese momento era así, ¿no? Entonces, ha sido un proceso de años donde mis actitudes han sido así. Y, bueno, eso hay que seguir cuidándolo y seguir mejorándolo y cambiándolo.
Entonces, es un poco mi actitud, ¿no? En en en esos años y no hace tanto, o sea, es algo que que llevo mejorando con la gente y el círculo con el que estoy, que gracias a dios ahora es un círculo absolutamente positivo, no tan punitivo y mucho más constructivo. Y, bueno, pues esa es un poco la experiencia.
Isa, vuelvo contigo, confiamos en que haya muchos hombres escuchándonos ahora y leyéndote estos días. ¿Falta reflexión por su parte? ¿Falta escucha, falta actuación?
Creo que cada vez hay más hombres que escuchan y también que reflexionan, pero creo que no va igual de rápido que que el movimiento, ¿no? Que el hacer algo. Y hay una especie de sensación de que nuestras cosas no van con ellos, y es normal, no, es parte del ecosistema, hemos crecido ahí, está en la propia socialización, y está ecosistema, hemos crecido ahí, está la propia socialización, y está creciendo además cada vez más. Lo ideal sería que se dieran cuenta ellos, ellos y cualquiera, sea quien sea el el cualquiera, que lo nuestro, lo de las mujeres, es lo de todos, ¿no? Es lo de todo el mundo.
Sí, porque estamos como desacompasados.
Totalmente, pero es, bueno, esto pasa siempre, ¿no? Cuando alguien tiene muchísimas cosas por las que luchar, porque parte de una, bueno, de una base muy inferior a a la media, una media que, por supuesto, mires donde mires ha sido realizada, construida por hombres y por hombres blancos, peleas, ¿no? Y en esa pelea las mujeres han tenido que subir muchísimos escalones. Ahora la cosa es que, cuanto más subes, la escalera se estrecha, y hay ciertos ámbitos en los que, efectivamente, el espacio que tienen que ocupar las mujeres tienen que ser desocupados por los hombres, y es una renuncia al privilegio que, bueno, no todos están dispuestos a hacer.
Que quema un poco. Vamos ocupando lugares, pero ¿dónde seguimos no estando?
Bueno, en general, seguimos no estando en la mayoría de de sitios, no. Desde luego, no estamos donde se toman las decisiones y donde está el dinero, también así en general. Pero las brechas, eso siguen existiendo, de la academia a las tech, la construcción, por ejemplo, los cuidados, porque eso también es brecha, ¿no? Solo que ahí todo el peso está está en nuestro lado. Y faltan no solo voces de mujeres así en general en todos los ámbitos, sino que faltan voces específicas, donde están las migrantes, ¿no?
Sean quienes sean las migrantes en cada país, ¿dónde están las mujeres trans? Por ejemplo, no son solo siempre voces, sino que voces.
Siempre hay algo en lo que seguir trabajando, ¿qué deberes tenemos para este dos mil veinticinco?
Bueno, pues no dejar de escuchar a las demás y no parar de hablar. Hablemos todo el rato, contémonos las cosas, contemos las cosas. Me acuerdo siempre cuando pienso en esto de una frase de de Lucía Ligmaer en un deforme semanal el año pasado, que decía, no olvidéis nunca que las mujeres nos contamos cosas y que tenemos un disco duro que flipas con toda esa información. Y Cristina Fallaras, para este especial de este ocho M, me dijo que la mayor imposición de violencia que existe en una sociedad es precisamente el silencio. Si hoy podemos hablar de esto, Marta, tú y yo aquí, es porque muchas otras dijeron algo antes, es esa genealogía feminista, ¿no?
Y a lo mejor hoy no nos damos cuenta o no lo pensamos, pero todas somos parte ya, todo el tiempo, de esa genealogía feminista. Así que hablar, pues, para honrarla por las de atrás y por las que vienen y, sobre todo, por las que hoy y ahora, pues, todavía no pueden.
Pues muchas gracias, Isa, por poner un eslabón más en esa cadena. Te espero pronto para seguir hablando en este podcast y más allá de este ocho m.
Todo el rato. Bye, Marta.
Este episodio lo ha realizado Jimena Marcos, a la que también has escuchado en la narración, el diseño de sonidos de Nicolás Chavertidis, la edición de Ana Rivera y la dirección de Silvia Cruz La Peña. Yo soy Marta Curiel, y esto ha sido Hoy en El País. Gracias por escuchar, sobre todo hoy.
Si decides tener una Ford Marrik dos mil veinticinco con motor híbrido estándar o una Bronco Sport con Got Mote para recorrer cualquier tipo de terreno y escaparte de la ciudad, podrían llamarte Osado. Y según el diccionario, Osado es persona valiente, audaz, intrépida. Pero si además quieres todo esto por menos de treinta mil MSRP, también podrían llamarte exigente. Y sabemos que a ti no te importa cómo te llamen, ya nosotros tampoco. Las nuevas y capaces Ford Maverick y Ford Bronco Sport dos mil veinticinco.
Excluye impuestos y tarifas por título y licencia.