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La palabra COVID provoca rechazo, también hartazgo. Hablamos de una pandemia que afectó al mundo entero, que produjo un impacto desconocido hasta entonces y que, como tantas veces se dijo, un trauma y un duelo colectivos. Pero, ¿qué pasó con el duelo individual de quienes no pudieron ni despedirse de su ser querido? ¿5 años son suficientes para superarlos sin haber cerrado un ataúd o compartido una despedida con otras personas que también le querían? ¿Les parece a esos supervivientes también que se pronuncia demasiado la palabra COVID todavía?

Soy Silvia Cruz La Peña. Hoy en El País COVID, ¿cuándo caduca un duelo? Esta historia la trae mi compañera Belén Remacha.

Si tiene alguna forma, es la forma de garabato, porque va a la izquierda, va a la derecha, va arriba, va abajo, y así 1000 veces en un segundo. No hay un tiempo para superar el duelo, ¿no? La palabra superar no es una palabra que que yo creo que se pueda utilizar en duelo. Reconociéndonos como personas en duelo y reconociendo a la persona que que ya no nos acompaña de forma física en nuestra vida. Hay un tiempo para reconocer cómo ha dejado una huella en nuestra vida, y hay una forma para reconocer cuáles son las emociones que la pérdida nos Universidad Autónoma

de Madrid. Hace justo 5 años, comenzó en un nuevo puesto, coordinadora del Servicio de Apoyo en Duelo por COVID del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid.

Un aniversario es una fecha significativa para la relación que tenemos con x persona. Entonces, para puede ser un aniversario la fecha en que te he conocido, la fecha en que has nacido o la fecha en que te he perdido. Y para la la mejor forma de rendir homenaje a esa relación es buscar lo que hacía esa relación tan especial y actuarlo. Muchas veces hablo con las personas que están en duelo y buscamos el legado que esa persona fallecida ha dejado en la vida del doliente. Entonces, buscando ese legado, se encuentra también la forma de rendir homenaje a esa relación tan importante en el día del aniversario.

Puede ser una forma para poder entender todo lo aprendido a través de la pérdida.

Además, tenemos, desgraciadamente, todavía 440 nuevos fallecidos. Tenemos 430 nuevos fallecidos. Tenemos que lamentar todavía 551 nuevos fallecidos.

El Instituto Nacional de Estadística calculó que entre enero y junio de 2020, la primera ola de la pandemia, fallecieron en España más de 45000 personas por COVID o con síntomas compatibles. Hay que sumar a cerca de 5000 que fallecieron por causas indirectas de la pandemia, como el agravamiento de enfermedades por el colapso de los recursos. Entre los fallecidos estaban Ramón, el padre de Pilar, Federico, el padre de Josep, y Luis, el cuñado de Víctor. Vas a escuchar sus historias de aquellos días y el recuerdo que dejaron durante los siguientes 5 años en voz de sus familiares. La primera es Pilar, la hija de Ramón, en Madrid.

Me llamo Pilar y y, bueno, vamos a contar una historia entre bonita y cruel. Mi padre, los sábados, estaba en una residencia y los sábados teníamos por costumbre subir a casa, o sea, bajar a por él, y antes de subir a casa nos parábamos en el urogallo a tomar una cervecita que le encantaba. Y entonces, bueno, 1 de esos sábados, concretamente en febrero, él me dijo, hija, no puedo ponerme de pie, y cogí, me le llevé al clínico de urgencias, y yo iba a actuar las mañanas para, cuando él comiera, terminar de comer y caminar por el clínico, porque lo que él no podía era quedarse sin andar. Era cuando empezaba la COVID a tener mayor audiencia en el sentido de de que todo el mundo lo sabía, etcétera, etcétera. En total, que sobre el día 14, aproximadamente, hablé con la endocrino y le dije, mire usted, el COVID lo mismo, nos pilla aquí y lo va a coger mi padre, Digo, ¿por qué nos da una patadita en el culete a los 2 y nos manda a la residencia?

Vale, 3 días después le dieron el alta y, entonces, bueno, pues llegamos a la residencia el 10 de marzo, y de sopetón nos dijeron que no podíamos entrar, ni nosotras en la residencia ni él salir si entraba. Y entonces le dijimos, ¿por qué? Por instrucciones de la comunidad en total, que decidimos dejarle. Le dijimos, mira, papá, pasa esto, es mejor que te quedes aquí, y dijo, vale, pues pues me quedo porque tengo todo todo lo mío y hasta sí, él tenía un teléfono móvil y yo le llamaba todos los días después del desayuno, de la comida y de la cena. Y entonces me contaba todas las incidencias, que había muchísimas incidencias.

Había una locura en en la residencia, un un poco pasear por por ellos. Claro, todo eso le fue mermando, el dejarle en una habitación x días, una tarde, yo estaba hablando con él y le llevó la merienda a un auxiliar y y entonces le dijo, Ramón, ¿no te has puesto los pantalones? Y dijo, no. Tenían obligación de ello, de de que alguien se los pusiera y le ayudaran. Y entonces, a partir de ahí, le dije, papá, ¿por qué no te los has puesto?

Pues porque no me he dado cuenta. Yo preguntaba constantemente, oye, ¿yo puedo ir a verle, yo puedo estar con él aunque sea? No, no, es que ni te dejan entrar ni ni nos dejan que salga para nada. Instrucciones de la comunidad de Madrid todo el rato, instrucciones se agarraban a eso. Hablamos con él una vez más.

Mi padre cumplió 96 años el día 25 de marzo del 2020 y tenía sus facultades mentales en perfecto estado. Una videoconferencia el día 31 de marzo del 2020, Todo esto lo tengo porque tengo una foto y tengo el día que se la hice. Murió el día 3 de abril de 2020. Fue tremendo, fue tremendo, tremendo, porque decías, pero, dios mío, porque tenga 96 años, aunque hubiera tenido COVID, le tenéis que tratar como una persona, humanas, no, como una mierda, como dice. Yo achaco todo eso a que no le dieron la medicación que le correspondía, como no me descalizaron las residencias ni enviaron a los hospitales, a los enfermos porque tenían una minusvalía, es decir, la minusvalía de mi padre era que llevaba un un andador.

Yo estoy en tensión todo un día desde que hemos, vamos, yo estoy unida a este tema, pues tengo bastante tensión y tengo, claro, es que lo recuerdo constantemente, porque constantemente estamos viendo las declaraciones que están haciendo algunas personas responsables que fueron y que son de de estos de estas organizaciones de ese de estos sitios y que en definitiva pues no tienen corazón, no se les ve corazón en el sentido de decir pues eso y claro todo eso yo no lo había superado, lo tenía guardado, Ahora todo lo ha reavivado y tengo entre dolor y indignación, porque no se ha pedido perdón, no se ha pedido perdón porque es que se tenían que morir y daba igual.

El segundo es Josep, el hijo de Federico, le llamaban Fede. Está el teléfono desde Barcelona.

Bueno, pues mi padre falleció en abril del 2020, no por COVID, pero falleció de un cáncer de pulmón, y en ese momento tuvimos todavía el privilegio de que en el hospital donde estaba ingresado, en abril del 20, pudimos estar a su lado, pudimos estar ahora con él, hasta el momento en que falleció, ¿no? Y más en aquel momento que no todos los hospitales permitían que estuviera la la familia, ¿no? Entonces, bueno, pues el el recuerdo es una parte agridulce, en el sentido de que pierdes a un ser querido, como es un padre, pero también, por otro lado, reconfortante por haberle podido acompañar hasta hasta el último momento. En aquel momento, las restricciones que habían eran que podían haber un número muy reducido de personas en la sala de de vela, en un horario muy reducido, creo recordar que eran 2 horas que pudimos estar en la en la capilla con mi padre, y luego ya se hizo la incineración. Entonces, no, no pudimos hacer la ceremonia con el conjunto de familiares y amigos de despedida, ¿no?

Se tuvo que hacer muchísimos meses más tarde. La la celebramos, pues yo te diría que casi un año después, en el fallecimiento de mi padre. Bueno, fue una ceremonia muy bonita, la verdad es porque no no había el dolor de la muerte inmediata, ¿no? Había pasado un tiempo muy largo y no había ese dolor que tienes en ese momento, ¿no? Recuerdo que cuando acababa la ceremonia pensé, si mi padre hubiera podido escoger una ceremonia de despedida, hubiera gustado que hubiera sido esta, ¿no?

El el hablar desde el cariño y no desde el dolor, y y desde la proximidad de tener, pues, a los familiares, a los amigos, a los vecinos, también, pues, mi padre era de un pueblecito de Alicante, y gracias a que había, pues, la posibilidad de hacer la ceremonia por streaming, pues, pudieron estar conectados, pues, familiares suyos desde desde Alicante, ¿no? Y eso también fue, bueno, pues, una manera de de poder estar más cerca, ¿no? Y y un poco que donde él nació, pudiera estar en ese momento conectado vía streaming con la ceremonia que estábamos celebrando. Y, bueno, fue bonito porque, pues, pusimos muchas fotografías de 1 de sus cuadros y el recordatorio, pues, pusimos una tarjeta tipo postal con un cuadro suyo, con una frase, pues, que ahora no recuerdo, pero que hablaría del cariño, de la proximidad y del recuerdo. Y, sobre todo, desde esa sensación de que una persona no muere mientras se le recuerda, ¿no?

Con lo cual esa idea de poder hacer la ceremonia posterior, yo creo que fue una gran decisión que que tomamos, ¿no? Con con mi hermana, decir, bueno, aunque pasen los meses vamos a hacer esa ceremonia posterior. Cada 1 puede tener sus propios rituales y, además, la familia es importante que los conozca, ¿no? O sea, nosotros, bueno, pues en casa yo tengo el ejemplo de que con mi madre no se podía hablar nada de lo que sonara a muerte, pero con mi padre sí, entonces con mi padre, pues años antes de que él falleciera, pues ya quería y sabíamos, pues pues si se querría incinerar o no, qué tipo de ceremonia le gustaba, quién quería que estuviese, ¿no? Incluso la ropa, yo, pues mi padre quería que se le enterrara en la caja, estuviera con un pañuelo en el cuello, ¿no?

Entonces, si tienes la posibilidad de hablarlo con la persona, pues esto ayuda mucho y reconforta después, Como familiar reconforta el saber que has podido cumplir el deseo de de mi padre, en este caso, ¿no? De de ser enterrado con el pañuelo en el cuello. Me ayudó por la importancia que tiene ese acompañamiento, ¿no? que nos ayudó, porque además lo recordamos, Una de las frases es que que los familiares y amigos que vinieron al acabar es decir, oye, qué ceremonia más bonita, ¿no? Y eso reconforta muchísimo y ayuda mucho, Sí, Sí, yo lo que creo, no si lo tengo cerrado, lo que que tengo es trabajado, ¿no?

O sea, yo puedo pensar en mi padre sin sin dolor, y yo creo que si eso significa tener el dolor trabajado, pues te diría que que sí.

El tercero es Víctor, el cuñado de Luis, de Alcalá de Henares. Luis fue el primer médico fallecido en la Comunidad de Madrid por COVID.

El

otro de la gente vivía en en el 0 61, que era el precursor del Suma hace muchos años, del Suma 1 1 2, y ahí conocí a Luis como médico. Entonces, él se hubiera jubilado hace 2 años o 3, 2 años o 3, se murió con 61. Durante la pandemia, los médicos mayores de 60 años, por motivos de salud, facilitó que si quienes dieran labor asistencia directa sobre posibles infectados por COVID, y una patología respiratoria clara. En cambio, quedaban circuitos COVID, no COVID, en todos los centrosanitarios. Un cuñado no tenía esa posibilidad porque los insurgencias atendían en casa, fundamentalmente, a los pacientes más graves.

Al inicio, antes de que se supiera la magnitud de de la enfermedad que haría de hoy, sigue sin considerarse enfermedad profesional para los médicos, que eso mismo deja perplejo revivir los momentos duros De entonces, de cuando estuvo 7 días mi cuñado intubado en la UCI antes de morir, pues, un Edu, ha pasado 5 años y un yerno mal, pues los recuerdos que tiene son bonitos, porque la mente se encarga de tapar los feos. Fuimos, ni con cuñado su hermano, y yo, cuando estaba prohibido salir de las casas, fuimos a su calle. Los 2 gallegos viven, nos bajamos del coche y empezamos a aplaudir. Y salieron todos los de Pino a aplaudir. Eso fue el homenaje de tu primo.

Pues el año pasado, no, el anterior, habrías vistido la boda de su hijo mayor. Se hubiera pasado muy bien Y hubiera vairado como un campeón, porque era un bailarín. Y hubiera visto cómo su hija había terminado la residencia y se ha y está trabajando en la urgencia hospitalaria, que su paradero ha sido motivo de orgullo.

Un momento, enseguida volvemos.

El servicio de apoyo al duelo por COVID, que coordinó la psicóloga Valeria Moriconi, era, como casi todo en aquella época, online. Atendieron en una primera fase, de marzo a mayo de 2020, a unas 700 personas. En una segunda fase, entre mediados de 2020 y 2000 veintiuno, a más de 1000.

Pues, la verdad que no pudimos definir un perfil porque nos llamaban tanto hombres como mujeres, tanto personas mayores como personas más jóvenes, personas mayores como personas más jóvenes. Atendimos a muchas familias porque esto, la circunstancia de la de la pandemia quiso que la familia viviesen los duelos, en muchos casos, en la misma casa, en la misma cuarentena. Si hay una cosa que era común en todos, tanto en lo profesionales que estábamos atendiendo como lo las personas que nos estaban llamando, era la sensación de irrealidad, de que no no nos dimos cuenta, hasta pasado un un buen tiempo, de que todo esto no solamente estaba pasando, sino de que había pasado, y de cuánto necesitábamos el contacto simbólico real con las personas que queremos o que están dentro de de nuestra red de apoyo, ¿no? No había rituales, no había rituales y ha sido la primera vez en la vida de de cualquier persona que nos vimos nos vimos sin la posibilidad de despedirnos de nuestros seres queridos o de de homenajearlos en una ritual funerario, bien religioso o bien no. Y esto sabemos los clínicos que que no tener un ritual o un cierre con el fallecido o la fallecida hace que la elaboración del duelo se haga más

laboriosa.

Los psicólogos suelen usar la palabra duelo en muchos contextos. El psicoanalista Máximo Recalcati, en el libro La luz de las estrellas muertas, describe el duelo como la consecuencia directa del trauma de la pérdida.

Porque lo que tenemos que entender que todos hemos vivido un duelo, aunque no haya fallecido nadie, durante la pandemia, todos hemos perdido alguien o algo que para nosotros era importante. Hay una una infinidad de pérdidas no tangibles que en ese momento han pasado quizás desapercibidas, porque la tangibles, o sea, las muertes eran tan espeluznante y y tan presentes que no teníamos cabida por otra cosa.

Recalcati escribe en su libro que en el duelo perdemos el objeto que daba sentido al mundo y, como consecuencia inevitable, el mundo pierde su

sentido. Pero hoy en día, cuando la fase aguda de la pandemia y de las consecuencias que ha tenido ha ido bajando, podemos empezar a elaborar todas las otras pérdidas añadidas que la pandemia ha conllevado, ¿no? Pienso a personas que que han perdido el trabajo, personas que han perdido su estatus socioeconómico, personas que se han tenido que mudar, personas que han perdido etapas vitales, porque estaban matriculadas en el primer año de la universidad y no lo han podido hacer en presencial. Personas que se quedaron atrapadas en Erasmus fuera del país. Personas que ya vivían fuera y que no podían volver a su tierra de origen.

Entonces se reactivaron todos los duelos migratorios. Personas que se estaban casando y no pudieron casarse, y cuando volvieron a retomar, pues, todos los preparativos para esa celebración, esa boda, faltaban personas significativas, porque habían fallecido durante la pandemia. Personas que perdieron valores, valores vitales, y tuvieron que volver a organizar todas las las escala de valores y de prioridades en su vida. Personas que se dieron cuenta por primera vez que somos seres finitos y que somos como seres humanos vulnerables. Personas que han visto que el mundo no es un lugar seguro per se, sino que esa seguridad también hay que construirla.

Todos esos duelos han seguido activos.

La filósofa Adela Cortina advirtió de que la sociedad iba a cambiar radicalmente a partir de ese momento, que para no terminar todos divididos debíamos afrontar con gallardía el futuro que vendría. 5 años después, la psicóloga Valeria Moriconi reflexiona sobre que, quizá, no solo las personas que perdieron a alguien querido se han de plantear si elaboraron bien el duelo o no, sino que, quizá, todos debemos pensar sobre si afrontamos con gallardía lo que perdimos. La

sociedad es el macro de lo que el individuo es en micro, y somos nosotros que construimos esta sociedad con todas las influencias, evidentemente, que tenemos. Y hoy en día estamos en una sociedad que rechaza la idea de finitud, rechaza la idea de imperfección, rechaza la idea de mancha. Tenemos que ser todos perfectos, maravillosos y funcionar, sobre todo, ser seres productivos. Entonces, una persona que está en duelo no es una persona productiva, porque necesita un tiempo, necesita un tiempo de elaboración. Y no hablo de un tiempo físico, de un tiempo de un año, de 6 meses, hablo de lo que la persona necesite para poder sentir, mirarse adentro y reconstruir.

Al fin y al cabo, el duelo es un trabajo de reconstrucción. Hemos tenido que reconstruir un mundo que se han venido abajo cuando hemos entrado en pandemia.

Este episodio lo ha realizado Belén Remacha. El diseño de sonido es de Nicolás Chavertidis, la edición de Ana Rivera. Yo soy Silvia Cruz La Peña, y he dirigido este episodio de Hoy en el país. Gracias por escuchar.

Podcast: Hoy en EL PAÍS
Episode: Covid-19: ¿cuándo caduca un duelo?