00:00
00:00
Español con Juan es un podcast en español para aprender español. Si tienes un nivel intermedio o intermedio alto de español, nuestro podcast te puede ayudar a mejorar tu nivel de comprensión y a aprender gramática y vocabulario en contexto, de una forma natural, escuchando los comentarios y las divertidas historias de Juan. Puedes leer la transcripción de cada episodio en nuestra página web, 1001 reasons to learn Spanish. Hola, chicos, hola, hola, hola, hola. Bienvenidos al nuevo podcast de Español con Juan, un podcast en español para aprender español.

Muchas gracias a Mario, Mario seis dos ocho, que ha escrito su opinión sobre nuestro podcast en Apple, Apple podcast, y dice, ves podcast to lent Spanish, el mejor podcast para aprender español. Muchas muchas gracias, Mario, y gracias también a a Margaret, Margaret que ha escrito muy divertido. His charmin and Fanny, any feel Spanish is improving, white listening to him chateron. Muchísimas gracias a a Margaret, no no si pronuncio bien, a Margaret. Le te agradezco te te agradezco muchísimo que te que te guste Español con Juan y me alegra muchísimo que te parezca útil para mejorar tu español.

Muchas gracias a todos, a todos por dejar vuestra valoración en Apple Podcast y y darme darme cinco estrellitas. Eso de de verdad de verdad de verdad me da muchos ánimos para seguir adelante. Hacer un podcast es algo es algo solitario, yo estoy aquí solo delante del micrófono sin ver a nadie, sin que nadie me vea y y, bueno, es es bonito es bonito saber que hay gente ahí fuera que me escucha, que le gusta lo que yo hago y que, en fin, encuentra útil estos episodios para aprender español. Muchísimas gracias, muchísimas gracias a todos de corazón. Y ya, sin más dilación, sin más sin más dilación, vamos al grano, vamos al grano.

Chicos, la semana pasada os hablé un poco un poco de mi tía, la enfermera, que era la mayor de mis tías. ¿Os acordáis? Espero que sí, espero que sí, espero que sí. Si no si no habéis escuchado el episodio de la semana pasada, bueno, podéis escuchar el de hoy sin problemas, pero es mucho mejor es mucho mejor si después vais y escucháis el episodio anterior para entender un poco la historia de Mitya en perspectiva. La semana pasada la semana pasada os dejé, como suele decirse, en ascuas, en ascuas.

Os he tenido en ascuas toda la semana, ¿no? Dejar dejar o tener tener a alguien en ascuas se dice cuando cuando le contamos a alguien solo una parte de una historia, y luego le decimos que le vamos a decir algo muy sorprendente, algo interesante, pero que tiene que esperar un poco, que no se lo vamos no se lo vamos a decir enseguida. De esa forma, la otra persona, bueno, se se queda se queda esperando con interés, con impaciencia, ¿no? Porque quiere saber qué va a pasar. Es algo que usa mucho, por ejemplo, en las novelas de misterio, en las novelas policíacas o en las series, en la serie de televisión en general.

Al final de un capítulo se deja al lector o 0 al espectador con una intriga, con una curiosidad, con un misterio por resolver. De esa forma, lo que se consigue lo que se consigue es que el lector siga leyendo y que el espectador vea el siguiente capítulo de la serie. Eso es dejar a alguien en ascuas. Pero, tío, pero, tío, ya me estoy enrollando otra vez como una. Yo yo hoy no quería hablar de esta expresión, lo lo que pasa es que empiezo a hablar y se me va el santo al cielo, me enrollo como una persiana, pierdo el hilo, me voy de una cosa a otra, basta, basta, basta.

Venga, vamos vamos al grano, hablemos hablemos de mi tía, la enfermera. Mi tía era enfermera, creo que ya os lo dije la semana pasada y si no si no os lo dije, os lo digo ahora. Era la mayor de sus dos hermanas y fue la única la única mujer de su familia que se puso a trabajar. Como creo que ya dije también, en aquella época no estaba bien visto que las mujeres trabajaran. A menos que no fuera en un trabajo apropiado para señoritas, para señoritas.

El lugar el lugar de la mujer era la cocina. Trabajar de enfermera era, sin embargo, un uno de esos trabajos apropiados para señoritas, es decir, para mujeres solteras que todavía no habían logrado casarse. Casarse era, obviamente, el objetivo final de cualquier mujer, pero mientras tanto, mientras llegaba ese ansiado príncipe príncipe azul, bueno, era era aceptable, era aceptable que una mujer realizase ciertos tipos de trabajo. Eso sí, tenían que ser trabajos adecuados a la naturaleza de la mujer, claro, como enfermera, maestra, niñera, secretaria. Mi tía, aunque no había estudiado enfermería, pudo entrar a trabajar en el Hospital Clínico de Granada, en gran parte gracias a a la necesidad de personal sanitario que durante la guerra civil y en los años de la posguerra había en España.

Me imagino que en aquellos en aquellos años, los los años treinta y cuarenta, en España no eran muy exigentes con con los estudios, la formación y y los títulos universitarios. Me imagino que para trabajar para trabajar en un hospital durante la guerra civil y en la posguerra había había dos dos requisitos fundamentales. Uno, no desmayarse, no desmayarse al ver sangre o una herida abierta ni asustarse al ver un muerto o un herido. Y dos, requisito número dos, tener el carnet, tener el carnet de falange española tradicionalista y de las hons. Falange española tradicionalista y de las Homs, el partido oficial del bando vencedor en la guerra civil, el bando de Franco.

Mi tía mi tía cumplía ambos requisitos. Ella ella no se dejaba impresionar fácilmente por ver sangre o por una herida abierta, al contrario, yo creo yo creo que en la sección de urgencias de un hospital, donde llegaba la gente que había sufrido algún accidente grave, algunos ya moribundos, es es es donde ella se sentía mejor, en su salsa, como suele decirse, o dicho de otra manera, en la sala de urgencias de un hospital se sentía como pez en el agua, como pez en el agua. Cuando cuando yo era niño, en los años setenta, recuerdo que cuando mi tía volvía a casa del trabajo al mediodía, a la hora del almuerzo, solía solía describir con con pelos y señales, con pelos y señales en en mucho en mucho detalle. Solía describir con pelos y señales alguno alguno de los muertos que que había visto aquel día o nos contaba nos contaba el caso de alguien malherido que había llegado medio desangrado al hospital, quizá a causa de un accidente de tráfico o víctima de algún crimen. A a me ponía me ponía los pelos de punta escucharla y y aún aún hoy aún hoy recuerdo alguna alguna de algunas de las descripciones que hacía mientras estábamos comiendo en la mesa.

Le le gustaba le gustaba acompañar sus historias con con con descripciones y con detalles, algunos algunos tan morbosos que después de tantos años aún aún aún no recuerdo. Y y mi tía también y mi tía también cumplía, mi tía también cumplía el segundo requisito para ser enfermera en la guerra y en la posguerra, el de pertenecer a falange española tradicionalista y de las Homs, el el partido de los vencedores, el partido de los vencedores en la en la guerra civil. Recuerdo que que un día que estaba solo y aburrido en casa me puse a a hurgar, me puse a hurgar, a a rebuscar, me puse a rebuscar en los cajones de un armario, de un armario viejo de mi tía, y encontré su carnet del partido franquista. Yo entonces debía de tener unos trece o catorce años, pero pero entendía entendía más o menos lo que lo que aquello significaba. Mi tía no no estaba interesada en la política en absoluto YYY no se había inscrito en la falange porque sintiera una especial admiración por Franco o por el bando vencedor en la guerra, simplemente quería sobrevivir y para sobrevivir en la España de los años cuarenta y cincuenta, apenas terminada la guerra, había que estar del lado de los vencedores.

Años después comprendí que a mi tía lo que le pasaba en realidad en realidad era que tenía miedo, mucho miedo. Ella a menudo contaba anécdotas o historias que había vivido durante la guerra. Eran historias espeluznantes, espeluznantes, que se me grabaron en la memoria como como los gritos, los gritos de dolor que escuchaba por las noches cuando tenía que quedarse cuando tenía que quedarse a dormir en en en el hospital. Decía decía que durante la guerra civil, a veces, tenía que quedarse a dormir en el hospital porque muchos heridos llegaban del frente por la tarde o 0 por la noche. En aquella época, mi tía debía de tener unos dieciocho o veinte años, y recuerdo que de niño la comentar que a veces se despertaba por los gritos horribles de dolor, procedentes de una parte del hospital a la que ella no tenía acceso.

Ni ella ni sus compañeras, las otras enfermeras, me imagino que chicas tan jóvenes como como ella, sabían con certeza quién quién gritaba ni ni ni ni a qué se debían los gritos. Cuando preguntaron, alguien les les dijo que se trataba de moros, que se negaban a ir al frente a hacer la guerra y para obligarlos los militares los castigaban dándoles latigazos en en la espalda. No no si sabéis que en el ejército de Franco había muchos soldados de Marruecos, que en España eran conocidos normalmente como los moros, los moros de Franco. A esta explicación nunca me convenció demasiado, la verdad. Me me cuesta imaginar que los militares españoles tuvieran que obligar a golpes de látigo cada noche a lo a los moros para que fueran a hacer la guerra en en el frente.

Nunca nunca he oído en ningún lugar que algo así sucediera. Creo más bien que a mi tía y a las otras enfermeras no les dijeron la verdad, que probablemente aquellos gritos de dolor que escuchaban por las noches eran gritos de dolor de prisioneros políticos que estaban siendo torturados. Esa explicación me convence más. En cualquier caso, como ya os podéis imaginar, no estoy seguro, no estoy seguro de que las historias que contaba mi tía durante el almuerzo y la cena fueran las más adecuadas para que las escuchara un niño de doce o trece años, pero bueno, eran otros tiempos, supongo. Era, en los años setenta la gente no se preocupaba tanto por por los traumas infantiles que este tipo de historias pudiera provocar en la mente en la mente de un niño.

Como sabéis, al final de la guerra civil empezó empezó la dictadura franquista que duró cuarenta años. Tras la cuarenta años. Tras la muerte de Franco, en mil novecientos setenta y cinco volvió la democracia, volvieron los partidos políticos, se legalizó el partido comunista y se organizaron las primeras elecciones. Era el año mil novecientos setenta y siete. Recuerdo que las ciudades se inundaron de propaganda política de de todos los partidos, había había carteles electorales por todas partes YYY mítines en todas las plazas, a todas horas.

Por el por el por el centro pasaban coches con altavoces llamando a votar a un partido o a otro, las calles estaban inundadas de octavillas pidiendo el voto y en la televisión cada partido tenía un espacio publicitario para hacer campaña electoral. A mi tía la política no le interesaba lo más mínimo. Ella, como como tantos viejos de entonces, solo solo tenía solo tenía miedo de que la política llevase de nuevo a una guerra civil. No no se fiaba, había había vivido la la Segunda República, la Guerra Civil y la posguerra, y no se fiaba de nadie. Había visto muy de cerca las consecuencias del enfrentamiento entre gente con ideas diferentes.

El gobierno de España era todavía un gobierno franquista, pero eran franquistas más moderados que estaban intentando acabar con la dictadura desde dentro, porque eran conscientes de que no no tenía sentido continuar durante más tiempo con la dictadura de Franco, especialmente cuando Franco había muerto. Ese gobierno, todavía en manos de los franquistas, convocó elecciones generales en mil novecientos setenta y siete. Eran las primeras elecciones generales que se celebraban en España desde mil novecientos treinta y seis. Era un momento de mucha ilusión, pero también de mucha incertidumbre, nadie sabía lo que podía pasar. El partido comunista, que acababa de ser legalizado, se presentaba a las elecciones y una parte del ejército ya había mostrado su descontento.

Muchos, sobre todo muchos viejos de de entonces, que habían vivido la guerra y la posguerra, estaban preocupados. Estaban ilusionados, sí, estaban ilusionados, la democracia, las elecciones, la vuelta de los exiliados, la legalización de los partidos políticos, la libertad de expresión, sí, maravilloso. Todo todo eso todo eso estaba muy bien, pero muchos españoles tenían miedo de la reacción del ejército. Sospechaban que una parte del ejército estaba ya preparando un golpe militar para volver a la dictadura y si los militares daban otro golpe de estado, entonces volvería a la guerra, el hambre, los fusilamientos de las tapias de los cementerios. Muchos muchos viejos de entonces tenían ese miedo, esa preocupación de que en cualquier momento todo volviera a empezar.

Mi tía decía que no iba a votar, ¿para qué? ¿A quién votar? A ella eso no le no le interesaba. Ella ella ella ella lo que quería era irse a la playa en verano y ponerse morena, ponerse morena para dar envidia a sus amigos, comprarse un vestido nuevo, para para lucir sus todavía bonitas piernas y tomar una copa, tomar una copa en algún bar de lujo con la esperanza de atraer algún pretendiente que le propusiera matrimonio. No no era joven, no era joven, pero, como dice el refrán, la esperanza es lo último que se pierde y ella, aunque ya no fuera una niña, si se arreglaba un poco, aún aún podía conseguir aún podía conseguir que algunos hombres se dieran la vuelta en la calle para mirarle el culo, y eso eso a ella la excitaba mucho más que las propuestas de cualquier partido político.

Recuerdo recuerdo que el día el día de las elecciones, el quince de junio de mil novecientos setenta y siete, estuvimos todo el día en casa. Ella no fue a trabajar y y yo tampoco fui al colegio. Era era miércoles, pero pero pero creo era miércoles, pero creo recordar que el que que el gobierno lo lo había declarado un día de fiesta para facilitar que la gente acudiese a votar. Durante el día mi tía estuvo tranquila, haciendo algunas tareas de la casa, leyendo un poco, haciendo ganchillo. De repente algo pasó.

Las urnas las urnas cerraban a las ocho de la tarde, y a eso de las siete y media alguien la llamó por teléfono. Yo yo no sabía quién la había llamado ni ni qué ni qué le había dicho, pero a partir de esa llamada su humor su humor cambió. La vi que entraba nerviosa en el baño y se maquillaba rápidamente, luego fue a su dormitorio y empezó empezó a vestirse de prisa. Niño, niño, ¿dónde están las papeletas para votar? Me me me gritó, ¿qué?

¿Cómo? Yo yo yo no entendía nada. A última hora, a última hora, cuando las urnas estaban a punto de cerrar, ella había decidido que quería votar. Aquello aquello aquello me parecía muy raro. Niño niño, busca las papeletas, me gritó me gritó otra vez.

Todos los partidos políticos todos los partidos políticos habían mandado por correo un montón de papeletas de voto, cada partido la suya. Claro, para para que fuera más fácil votar por ellos. Nos habían nos habían llegado cada día las papeletas de Alianza Popular, de Unión, de Centro Democrático, del partido socialista, obrero español, del partido comunista. Mi tía las había ido tirando a la basura a medida que las encontraba en el buzón. Ni las leía ni le interesaba saber lo que decían ella, ella no iba a votar, de todas formas.

Sin embargo, ahora, de pronto, cuando faltaban solo quince minutos para que cerraran las urnas, a ella se le ocurría que quería ir a votar. Había cambiado de opinión repentinamente y yo no entendía por qué. ¿Dónde están las papeletas, niño? Insistía ella cada vez más nerviosa. Yo buscaba por toda la casa, pero no las encontraba.

Aquí están, aquí están, las la la la escuché decir. Al final al final, ella misma ella misma había encontrado las papeletas que buscaba. Yo yo no entendía por qué había cambiado de opinión, por qué había decidido ir a votar así tan de repente, pero lo que más curiosidad me daba era saber por qué partido pensaba votar. Mientras mientras se ponía los zapatos y, sin que ella se diera cuenta, le le abrí el bolso le abrí el bolso y miré miré las papeletas que había cogido. No me lo podía creer, no me lo podía creer.

El partido comunista de España Tuve tuve que morderme la lengua para para no echarme a reír. El partido el partido comunista de España, mi tía iba a votar por el partido comunista de España. Yo yo solo tenía trece años, pero sabía sabía sabía que era raro era raro que una falangista una falangista como mi tía votase por el partido comunista. ¿Qué hacía mi tía? Con un carnet de falange votando por los comunistas.

Se se me disparó, se me disparó la imaginación. Había había sido siempre una comunista y nunca se lo había dicho a nadie. Había había trabajado como como espía para la Unión Soviética. Empecé a pensar que quizás mi mi tía había llevado una doble vida durante muchos años, por un lado una enfermera franquista con carnet de la falange, por otro lado una infiltrada comunista, una espía soviética. La la empecé a mirar con otros ojos.

De hecho, de hecho, era tan rubia era tan rubia, tenía tenía los ojos tan azules y y parecía tan diferente del resto de sus hermanas que pensé en la posibilidad de que en realidad fuera rusa. Luego, por la noche, finalmente lo comprendí y todo. Mientras mientras veíamos en la tele las noticias, alguien, supongo que la misma persona que la había llamado unas horas antes, la llamó otra vez por teléfono. Yo no sabía quién era, pero la por la conversación, por lo por lo que la escuché decir, pude deducir más o menos lo que había pasado. Al parecer, esa persona le había dicho a mi tía que en los colegios electorales el presidente de la mesa tenía una lista una lista con los nombres de todos los vecinos del barrio y hacía una cruz una cruz con un bolígrafo al lado del nombre de la persona que votaba.

Eso a mi tía le dio mucho miedo. Supongo que le recordó le recordó los años de la dictadura, cuando llamar la atención, decir algo en contra del gobierno no estaba bien visto, Y al fin y al cabo el gobierno, un gobierno que era todavía franquista, había organizado las elecciones y quería que la gente votase. ¿Y y si luego iban a buscar a la gente que no había votado? Franco había muerto, sí, pero el gobierno, el gobierno que organizaba las elecciones estaba formado por mucha gente del régimen franquista. ¿Sería peligroso no votar en unas elecciones que había organizado el propio gobierno?

A mi tía no le gustaba la idea de que el gobierno tuviera una lista de todas las personas que iban a votar y de las que no iban a votar. Supongo que que eso de una lista de nombres con una cruz, con una cruz al lado de algunos nombres, le trajo malos recuerdos del pasado. Por eso mi tía se puso tan nerviosa. Además, si todo el mundo iba a votar era porque había que votar. Ella ella no quería ser diferente, ella ella no quería distinguirse, ella ella no quería destacarse ni ni llamar la atención.

Ser diferente en su cabeza era peligroso. Al final, se puso tan nerviosa y empezó a tener tanto miedo que decidió ir a votar, por si las moscas, por si las moscas. Pero, ¿a quién? ¿Votar a quién? Bueno, eso eso no importaba, eso era lo de menos.

Al fin y al cabo, nadie iba a saber nunca a quién había votado ella, el voto era secreto. Y claro, como había tirado a la basura casi todas las papeletas de los partidos políticos que nos habían llegado, las únicas que encontró fueron las papeletas del del partido comunista de España. Quizás incluso las tuvo que rebuscar, las tuvo que rebuscar en en el en el cubo de la de la basura. Supongo que pensó que al fin y al cabo daba igual. Total, total, nadie se iba a enterar nunca de que ella había votado a los comunistas.

Lo que no se esperaba lo que no se esperaba era que su sobrino de trece años la espiase y que cuarenta años después contara su secreto a los cuatro vientos en un podcast que escuchan miles de personas en todo el mundo, que ella, con carnet de falangista, terminó votando por el partido comunista de España, los grandes enemigos de dios y de España, como decía como decía la propaganda franquista. Esas son esas son las ironías del destino, ¿no? Bueno, chicos, pues esta es la historia de mi tía, la espía rusa. Espero espero no haberos defraudado demasiado. La semana pasada os había dicho que mi tía quizás había sido una espía de la Unión Soviética, una una infiltrada comunista en el régimen de Franco, pero no, no.

La realidad es mucho más sencilla, menos espectacular. Mi tía mi tía no era una matajari, su colaboración con el partido comunista fue bastante más modesta, por decirlo de alguna de alguna manera, fue bastante más modesta, por decirlo de alguna de alguna manera. Fue a votar por miedo a las represalias del gobierno franquista y dio su voto al partido comunista, el partido más odiado por los franquistas por casualidad, porque fueron las únicas papeletas que encontró la casa. Qué paradoja, ¿no? Total, total, que que mi tía la enfermera.

Ni era comunista ni era espía, ni era rusa, ni era nada. En realidad tampoco era enfermera, tampoco era enfermera, ya que nunca nunca había estudiado en la universidad ni había ido a la escuela de enfermería para obtener un título. Todo lo todo lo que sabía de enfermería lo había aprendido trabajando. Y ahora ahora estoy empezando a sospechar que a lo mejor a lo mejor ni siquiera era rubia, a lo mejor ni siquiera era rubia. Tal vez se tenía el pelo de rubio para para llamar más la atención, quién sabe.

En fin, mi tía mi tía era solo una pobre chica algo coqueta y vanidosa, eso sí, algo coqueta y vanidosa, que vivió en una España muy diferente de la España de hoy y que desde joven hizo lo que tenía que hacer para para sobrevivir, nada más. Si viviera en la España de hoy, yo me la imagino haciendo vídeos en YouTube. Tendría, tendría, tendría, diga? ¿Qué queréis que os diga? Algo tenía que deciros para manteneros en ascuas, para manteneros en ascuas y que escucharais el episodio de hoy, ¿no?

Un abrazo a todos y a todas y nos vemos, no no no no no nos vemos. Nos escuchamos la próxima semana aquí en Español con Juan. Hasta pronto. Hasta aquí el episodio de hoy, muchísimas gracias por escuchar hasta el final. Si quieres leer la transcripción de este episodio o de los episodios anteriores de nuestro podcast, visita nuestra página web, 1000 anuant reasons to learn spanish.

Allí encontrarás también ejercicios y muchos recursos para aprender español. Hasta pronto.

Podcast: Español con Juan
Episode: Rubia, rusa y comunista