Allí la educación es la hostia y seguro que me enamoro de la carrera otra vez. Solo había un problema, Finlandia es un sitio muy caro y yo soy pobre. Entonces, pensé, ¿cómo hago para quedarme allí? ¿Qué se me da bien? ¿Y si tengo que vender mi cuerpo?
Y entre broma y broma, y como estaba de moda Magic Mike en aquel entonces, mis amigos me dijeron, pero hombre, te vas a hacer stripper si tienes toda la pinta. Y ya, pues, con la risa yo me estaba imaginando a mí mismo y ya me alteré algo más travieso haciendo tuerks sobre el hielo, en fin, un cuadro. En cualquier caso, la universidad de Finlandia canceló ese Erasmus y yo tuve que esperar un año más antes de irme, pero me fui a un nuevo destino, a Berno, República Checa, y allí fui a hacer la especialidad de inglés. Por fin me fueron bien las cosas, me mudé y compartí piso con un francés, el cual sigue siendo mi amigo, adora ese hombre. Allí la universidad era otro rollo, la verdad es que poder elegir las asignaturas fue una ventaja tremenda en comparación con cómo funcionaba mi facultad en Zaragoza.
Me cogí cantar en inglés, un campamento que hice dos veces y una clase que creo que era de enseñar inglés mediante el arte dramático y el teatro. Una pasada, aprendí un montón y me lo pasé muy bien, y sin quitarme la ropa por dinero. El día que empezamos las prácticas, elegí hacerlas español en vez de inglés. Fue una decisión un tanto improvisada, pero me vino genial, porque mi tutora, además de trabajar en un colegio, trabajaba en un instituto, y como yo la seguía a todas partes, el día que descubrí lo que era dar clase a gente mayor de doce años, vi el mundo ahí, colgué el tanga y decidí dedicarme a la enseñanza de español. Además de dar muchas clases, viajé muchísimo por Europa y me pateé toda la zona, todos los países limítrofes de República Checa los pisé, y mucho.
Gracias a Flick Bus y Ryanair por hacer que esos viajes me costaran cuatro perras. También pasó un frío brutal, un día hizo menos diecisiete grados, o sea, imagínate sacar la botella de agua a la ventana y meterla para dentro llena de hielo. En fin, eso no lo voy a echar nunca de menos. Poco después, me eché novia y terminé la carrera. Como en España no tenía absolutamente ninguna perspectiva de trabajo a corto plazo, decidí quedarme en República Checa y hacer el máster de español, porque yo veía que aunque me gustaba lo que hacía, necesitaba más formación.
Entonces, busqué un trabajo a tiempo completo y me puse a dar clase de inglés y español en una academia, a las empresas locales. Ahí fue cuando descubrí la enseñanza para adultos y ya lo tuve claro, de ahí no me movía ni dios. ¿Qué ocurre? Que estudiar y trabajar a tiempo completo no es demasiado bueno para el estrés. Entonces, lo dejo con mi novia, y aquí es donde empiezan mis mudanzas frenéticas.
Mi tercera mudanza llega a la vez que el COVID de República Checa, pasan cuatro meses y el casero me pide a mí y a mi compañero que nos mudemos. Obviamente, me mudo a otro sitio, pero yo solo, y ahí llegué a parar, ah, el peor piso que he visto en mi vida. Los caseros eran unos mafiosos y unos estafadores reconocidos. No podía hacer nada, me tenían así agarrado. Todo lo que se podía romper en ese piso se rompía, un desastre.
Entonces, esos cuatro meses me mudé otra vez, quinta mudanza. Termino el máster, me centro en la enseñanza de la pronunciación y me doy cuenta de que después de año y medio de pandemia todas mis clases son online, entonces no tiene sentido seguir en República Checa ni en ningún sitio, porque no me hace falta pagar alquiler ni me hace falta vivir en la misma ciudad siempre. Entonces, me convierto en ciudadano del mundo, pero me mudo otra vez a mi ciudad. Sexta mudanza. Ahora empieza mi etapa de emprendedor, decido empezar profe de español punto com y toca reducir gastos, así que me mudo a mi casa con mis padres.
Séptima mudanza. Espero que la próxima vez que me mude no sea ni de lejos la definitiva. Y también que todos mis alumnos, los que han conocido mis siete casas y los que solo han visto una, me acompañen virtualmente en este viaje y en los que me quedan. Un abrazo y hasta el próximo podcast.