00:00
00:00
Episodio número cien, ¿cuál es la precuela de este podcast más una sorpresa? Lo hemos conseguido, estudiante, episodio número cien. Muchísimas gracias a todo el mundo que escucha el podcast cada semana, de verdad. Estoy infinitamente agradecido. Honestamente, también estoy sorprendido.

Yo era una de esas personas que empiezan muchas cosas, pero terminan cansándose o aburriéndose y abandonan los proyectos. Afortunadamente, con este podcast no ha sido así, y para es el mejor proyecto profesional y también personal que he tenido nunca. Antes de continuar, déjame recordarte que puedes usar, si lo necesitas, la transcripción gratuita y las flashcards de vocabulario disponibles en WWW punto Spanish Languagecoach punto com. En los últimos episodios te he estado avisando de una sorpresa que tenía para ti en el episodio número cien, así que no te voy a hacer esperar más. Desde hace meses muchas personas me contactaban pidiéndome crear un podcast de español avanzado.

Finalmente, me he decidido a hacerlo, ya lo puedes encontrar en tu plataforma de podcast. Puedes buscarlo como advanced Spanish Language Coach o avanzado Spanish Language Coach. La portada del podcast es mi cara con un micrófono sobre un fondo rojo claro. Te recomiendo que te suscribas para no perderte ningún episodio. En el primer episodio, que ya está disponible, te explico cómo usar el podcast con más detalle.

También vas a tener disponibles los recursos gratuitos, la transcripción, las flashcards y una lista de vocabulario que te recomiendo leer antes de escuchar el episodio. Este podcast de nivel intermedio no es incompatible con el de nivel avanzado, de hecho son complementarios, y te recomiendo escuchar los dos si tu nivel es intermedio avanzado. que muchas personas escuchan este podcast mientras van al trabajo, pasean, limpian, cocinan, hacen ejercicio o pasean al perro. Les gusta poder escuchar episodios de diferentes temas con un español comprensible. El nuevo podcast, para avanzados, es un desafío más grande y es probable que requiera de una de una atención mayor por tu parte.

Espero que te guste. Y ahora sí, vamos a empezar con este episodio. Tengo que decir que estoy un poco nervioso desde que empecé a prepararlo y ahora que lo estoy grabando también, probablemente más nervioso que cuando grabé el episodio número uno, ya que lo que te quiero contar es muy especial e importante para mí. Quiero explicarte cuál es la precuela de este podcast. Igual este término te confunde un poco, ya sabes que una precuela de un libro o de una película cuenta los hechos anteriores de una historia que ya conocemos.

En las precuelas, muchas veces, nos muestran por qué un personaje que ya conocíamos es como es. Una de las precuelas más recientes es la película del Joker, donde entendemos cuál es la historia y la evolución de este personaje antagonista que conocemos de las películas de Batman. Hoy hoy quiero contarte la precuela de este podcast, por qué es lo que es a día de hoy, por qué tiene un determinado tono, un determinado estilo y porque a veces me abro contigo y soy más personal de lo que esperarías de un profesor de español. ¿Sabes esa fase por la que pasan muchos niños donde preguntan el por qué de todo? Mamá, ¿por qué tengo que ir al colegio?

Porque tienes que aprender, hijo mío. ¿Y por qué tengo que aprender, mamá? Porque es bueno para ti. ¿Y por qué es bueno para mí, mamá? Porque te ayudará a conocer el mundo.

También necesitas estudiar para tener un trabajo en el futuro. ¿Y por qué necesito tener un trabajo, mamá? Y bueno, podríamos alargar esta conversación entre madre e hijo durante horas. Aunque a veces podamos encontrar un poco pesados a estos niños, yo creo que hacen un ejercicio muy bueno, no se quieren quedar con la respuesta superficial, quieren saber el verdadero porqué de todo. Ya te he contado alguna vez que yo trabajaba en una gran empresa con muy buenas condiciones, pero que un día decidí dejarla y convertirme en profesor de español.

Una decisión que desde fuera no parecía muy razonable. Si uno de estos niños tan curiosos me preguntara por la razón, la conversación sería así. ¿Por qué decidiste dejar tu trabajo, César? Porque me di cuenta de que algo fallaba. ¿Y por qué algo fallaba?

Pues porque el trabajo entraba en conflicto con mi filosofía de vida y mis valores que habían cambiado meses antes. ¿Y por qué habían cambiado meses antes? Aquí tendría que responder con un nombre propio. Diría que mi filosofía de vida y mis valores habían cambiado por, o mejor dicho, gracias a Vicente. Déjame contarte el día que conocí a Vicente.

Tengo recuerdos muy vividos de ese día. Yo tenía alrededor de nueve años y mi madre siempre había sido solo para mí. Mis padres se separaron cuando yo era un bebé y mi madre nunca había tenido novio. Ese día mi madre me presentó a Vicente, su amigo, su amigo especial. Creo que mi mente recuerda con tantos detalles ese día porque consideraba a Vicente como un peligro, una amenaza.

Este desconocido había llegado a mi vida para robarme a mi madre. Recuerdo en el lugar exacto donde lo conocí, cómo me dio la mano y la chaqueta de cuero negro que llevaba puesta. Era un día muy soleado, un domingo. Fuimos a la feria y también nos llevamos a mi primo Dani, que era un renacuajo de cuatro años. En la feria, Vicente se esforzó para conseguirnos a mi primo y a dos peluches gracias a tirar dos bolos de madera con una pelota.

Después fuimos a comer a un restaurante americano. Vicente nos llevó en su coche un alfa romeo rojo de segunda mano, que era su mayor tesoro. Vicente tenía veintisiete años, mi madre treinta y seis. Lo creas o no, en la España de hace más de veinte años, el hecho de que un chico joven estuviera con una mujer más mayor y además con un hijo era bastante inusual. En el restaurante se confirmó lo que yo sospechaba, Vicente y mi madre se dieron un besito en los labios delante de nosotros, confirmando su noviazgo.

Cuando acabamos de comer, llevamos a mi primo Dani a su casa, y le dijo a su madre que estaba enfadado. Él no quería que su tía María tuviera novio. Su enfado resultaba bastante cómico, claro, especialmente siendo tan pequeño, pero yo no podía estar más de acuerdo con él, a tampoco me gustaba nada la idea. A pesar de mi desconformidad, yo no le decía nada a mi madre. La presencia de Vicente era cada vez más frecuente en la vida de mi madre y, por tanto, en la mía también.

Una noche, cuando mi madre vino a mi cama a darme las buenas noches, me puse a llorar. Mi madre me preguntó qué me pasaba y le dije lo que me había estado conteniendo todas esas semanas. Tengo miedo de que dejes de quererme ahora que tienes a Vicente. Mi madre me sonrió con dulzura y me respondió algo que no recuerdo, la verdad, pero que me dejó con una gran sensación de tranquilidad. Vicente, que se había quedado a cenar en casa esa noche, escuchó la conversación desde el comedor, y cuando mi madre volvió, él le dijo de forma prudente, mejor me voy, es tarde.

Por supuesto, superé muy pronto mis celos e inseguridades sobre no ser el único hombre en la vida de mi madre. Tampoco tenía otro remedio. Pocos meses después, mi madre y Vicente se casaban, en concreto se casaron nueve meses después de conocerse, todo un récord. Tenían claro que era la decisión correcta y lo fue. El día de la boda yo era el encargado de llevar los anillos hasta el altar.

Los anillos estaban atados a una especie de cojín. ¿Sabes lo que pasó? Pues que en los pocos metros que separaban nuestra casa de la iglesia, donde se casaban, el lazo se deshizo y perdí los anillos. De hecho, en el vídeo de la boda se me ve llegando a la iglesia, dirigiéndome a Vicente y hay música de fondo, así que no se escucha nuestra voz, pero puedes leernos los labios fácilmente. Le digo, he perdido los anillos.

Él abre los ojos con cara de sorpresa y me dice, ¿cómo que has perdido los anillos César? Finalmente, mi tía Macarena los encontró en pocos minutos y pudieron casarse sin problemas. Por cierto, tengo que contarte algo que me hace mucha gracia de los vídeos de las bodas españolas de los años noventa, y esto demuestra también la importancia de aprender idiomas. Por algún motivo, las personas encargadas de editar estos vídeos siempre incluían canciones de Celine Dion en ellos. El problema es que algunas de las letras no eran las más apropiadas para un vídeo de boda, sino para un divorcio, así que doy por hecho que no sabían inglés.

Canciones como All by My Self están en muchos vídeos de boda de muchos españoles, de nuevo, lo importante de saber idiomas. Los años pasaron y Vicente se convirtió en una especie de hermano mayor, solo había diecisiete años de diferencia entre nosotros. Yo nunca decía que era mi padrastro, Stepdad, porque esa palabra me suena supermal, decía siempre que era el marido de mi madre. Subimos encontrar las cosas que teníamos en común y nos llevábamos muy bien. Una de esas cosas era el fútbol.

Yo jugaba en un equipo local los sábados y él venía a verme, a pesar de que solo jugara unos pocos minutos en cada partido. Aunque me gustaba, nunca se me dio demasiado bien jugar al fútbol. Él también jugaba en un equipo de aficionados y yo me iba con él, Yo no jugaba con ellos, pero era el recoge pelotas oficial. Después de unos años de casados, llegó a nuestra familia la pequeña de la casa, mi hermana. Recuerdo el día que hicimos un sorteo para ver qué nombre iba a tener.

Mi madre quería que se llamara Chantal, como una princesa europea. Vicente quería que se llamara María, como mi madre, y yo quería que se llamara Laura. Metimos tres papeles con los nombres en una bolsa y salió el nombre de María, Vicente Ganó. Con veintitrés años yo volé del nido familiar para venir a Londres a estudiar mi último año de universidad. Aquí estudié y trabajé hasta el año dos mil dieciséis.

A principios de ese año, a Vicente, a pesar de ser bastante joven, pues tenía cuarenta y tres años, y de tener una vida sana, le diagnosticaron una enfermedad grave. Yo decidí dejar mi trabajo en Londres y volver a España para estar con él y con mis chicas, mi madre y mi hermana. Como cualquier familia que pasa por un proceso así, fueron meses muy complicados y dolorosos, especialmente para Vicente, que tenía que lidiar con el tratamiento y la enfermedad. Desafortunadamente, no pudo curarse y murió siete meses después. Mi intención no es romantizar la muerte en este episodio, no quiero frivolizar con este tema, ya que perder a alguien que queremos es muy doloroso.

Desde hacía tiempo quería hablar de esto en el podcast. Lo queramos o no, la muerte es una de las pocas cosas que une a todas las personas y seres vivos que habitamos en el mundo, aunque a veces se nos olvida. Hay muchas personas, especialmente jóvenes, que prefieren no pensar en ello. Yo era uno de ellos. Durante los siete meses que duró la enfermedad, Vicente pintó cuadros.

Él nunca había pintado, así que decidió que este era el momento para empezar. Ahora, por primera vez, tenía tiempo. No pintaba cuadros originales creados por él mismo, pintaba cuadros de matiz o miró, entre otros. Siempre elegía cuadros con muchos colores. Ahora nuestra casa en Valencia está rodeada de los cuadros que pintó con dedicación.

Él se fue, pero nos dejó una casa con paredes llenas de colores vibrantes. Pero eso no fue lo único que nos dejó. Hay algo inmaterial, difícil de describir, que hoy, casi seis años después de su muerte, sigue presente. Cuando volví a Valencia no tenía trabajo, así que Vicente y yo pasábamos prácticamente todo el día juntos. Por la mañana hacíamos algún trámite o íbamos al médico, hacíamos la compra, cosas rutinarias.

Por la tarde, cuando mi madre volvía del trabajo y mi hermana de la escuela, dábamos paseos cerca de casa. Por la noche veíamos películas, muchas películas. Por supuesto, también estaban presente los amigos, la familia que se elige. Paquita, amiga de la familia, nos endulzaba algunas tardes con su presencia y alegría, pero también con algún pastel que traía. Era una vida muy rutinaria, pero al mismo tiempo muy especial, sabíamos que teníamos que hacer que cada día contara.

Hay algo que ya sabía, pero que en esos meses aprendí todavía más. La vida es un momento, un abrir y cerrar de ojos, y mi vida también acabará un día. Como dice el escritor Roy Galán, todos somos yogures con una fecha de caducidad que no conocemos. Hay algo que tengo muy, muy, muy claro. Sin todo lo que Vicente me enseñó en esos meses, este podcast, tal y como es, no existiría, estoy absolutamente convencido.

Él no tenía ninguna intención de enseñarme nada o inspirarme, simplemente vivió sus últimos meses de vida como quiso. Sin embargo, aprendí muchísimo, fue como un máster de vida. Mi mente empezó a dividir las cosas entre lo que de verdad importa y el resto de cosas. Mi madre siempre se sorprende con que sea tan abierto con algunas de las cosas que cuento en el podcast. No es de extrañar, porque siempre he sido una persona muy introvertida, reservada, hermética.

Si tienes ese tipo de personalidad, probablemente sepas que muchas veces no va a tu favor. En el pasado me he sentido muy solo por no poder abrirme a nadie, o mejor dicho, por pensar que no podía hacerlo. Esos meses me enseñaron que hablar, comunicarse y mostrarse vulnerable no es solo importante, sino necesario, a veces vital. Mi familia y yo tuvimos que aprender a tener conversaciones complicadas desde el amor. Como he dicho, una de las cosas malas de no saber comunicarse es que a veces te hace sentir muy solo, porque piensas que lo que te pasa y cómo te sientes solo te pasa a ti, eres un bicho raro.

Por eso siempre me ha provocado una gran satisfacción y tranquilidad escuchar que alguien siente como yo o ha pasado por experiencias similares. Por ese motivo, me emociona tanto cuando ahora recibo mensajes de personas que se identifican con algo de lo que cuento en el podcast sobre su niñez, su carrera profesional o su personalidad. Puede ser una mujer de sesenta años de Seattle, en Estados Unidos, con un contexto y una historia completamente diferentes al mío, y que se ve reflejada en lo que estoy contando. Y esa es otra de las cosas que aprendí, y es que al final la experiencia de ser un ser humano es muy similar para todo el mundo, muy especialmente cuando el final de nuestra vida está cerca, cuando no hay tiempo para tonterías, no hay tiempo para bullshit. Cuando voy al gimnasio, muchas veces uso unas camisetas y calcetines que compró Vicente en rebajas cuando estaba enfermo.

Su intención era volver a hacer deporte cuando estuviera bien y ganar masa muscular. Desafortunadamente, nunca pudo usar la ropa que compró, y ahora soy yo el que lleva estas camisetas al gimnasio. Cuando me las pongo, levanto más peso que nunca y corro más rápido que nunca pensando en él, me da fuerza. Cuando empecé a usarlas, me daba pena pensar que algún día tendría que dejar de ponérmelas, porque estarían muy viejas, se romperían. Ahora ya no me da pena pensar en ese día, porque que hay otras cosas de él que siguen con nosotros, cosas que no son materiales.

Aunque no esté físicamente, Vicente sigue estando presente cuando mi hermana está emocionada contándome algo y gesticula como lo hacía él, o cuando mi madre hace la receta de gazpacho como la hacía él. También está en este podcast. Él usaba muchas expresiones, algunas de ellas las empecé a usar yo después de vivir casi veinte años con él, y te las he explicado a lo largo de estos cien episodios. Yo ya no pienso en qué pasa exactamente cuando morimos o dónde vamos si vamos a algún sitio, yo creo que nos quedamos aquí, con las personas a quien quisimos y que nos quisieron. Todos vamos en el mismo tren, el tren de la vida.

Hay personas que se tienen que bajar antes que nosotros, pero nos dejan con algo, nos dejan con su equipaje, sus maletas, maletas llenas de experiencias, valores, canciones, inspiración. Un día y yo también vamos a tener que bajarnos del tren y dejar nuestras maletas a los que nos quieren. Creo que tenemos que asegurarnos de que una casa y dinero no sea lo único que heredan, lo único que reciben los que nos sobreviven. Como digo, creo firmemente en que nos quedamos aquí cuando morimos, cuando dejamos de existir físicamente. Es como el eco, cuando vas al pico de una montaña y gritas muy, muy fuerte, tu voz suena durante varios segundos gracias al eco.

Yo creo que el eco de las vidas de las personas que queremos y que se bajaron del tren antes de nosotros sigue sonando de muchas formas. Hoy, en un episodio tan especial, quería compartir contigo que Vicente San Félix vivió y murió, que compartimos el mismo tren durante muchos años, y que el eco de su voz continúa sonando en la vida de nuestra familia, pero también, de alguna forma, en este podcast. Su inspiración está aquí. Con Vicente aprendí lo que de verdad importa, y mis valores y filosofía cambiaron para siempre. Soy muy consciente de que mi vida tiene un final, y eso, de alguna forma, me hace sentir muy libre.

Gracias a ti, estudiante, por estos cien episodios, y gracias también por dejarme que hoy, como homenaje, el nombre y la historia de Vicente viaje por todo el mundo, por los más de cien países desde los que se escucha este podcast. Espero con ganas e ilusión continuar aprendiendo juntos, vamos a por cien episodios más. Un abrazo grande.

Podcast: Intermediate Spanish Podcast
Episode: E100 ¿Cuál es la precuela de este pódcast? + una sorpresa - Español Intermedio