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Episodio noventa y nueve, ¿cómo nos adoctrinan? Hola, estudiante, ¿cómo estás? ¿Cómo va la semana? Antes de nada, en caso de que sea la primera vez que escuchas este podcast, déjame hacerte una pequeña presentación. Yo soy César, un profesor de español de España, viviendo en Londres, en Inglaterra.

En dos mil diecinueve decidí crear este podcast con la intención de que los estudiantes de español, de nivel intermedio, puedan escuchar contenido en español con temas que normalmente no tratan los recursos tradicionales para estudiantes. Si es la primera vez que lo escuchas, te recomiendo que te suscribas para no perderte ningún episodio. Además, puedes usar los recursos gratuitos en la página web WWW punto Spanish Language Coach punto com. Allí encontrarás la transcripción del episodio y las flashcards de vocabulario. Si eres oyente habitual, te recuerdo que en el próximo episodio, el número cien, tengo una sorpresa para ti, tengo muchísimas ganas de contártela.

Te pido el pequeño favor para apoyar la continuidad del podcast. Puedes dejar un comentario en Apple Podcast, unas estrellas en Spotify o recomendar el podcast a otra persona que estudie español. Muchísimas gracias. Ahora sí, empezamos con el episodio de hoy. El lunes quedé con un par de amigos, estábamos charlando y pasándolo bien, disfrutando de la noche londinense.

Fuimos a un lugar donde los cantantes del West End van a cantar canciones de los musicales, lo pasamos fenomenal. De hecho, pasaron las horas volando y salimos del sitio cerca de las dos de la mañana. No creas que es habitual en salir de fiesta los lunes, pero tengo que decir que no me arrepiento de haberlo hecho. Quizás mis amigos se arrepintieron un poco, ya que a la mañana siguiente tenían que volar trabajando como azafatos de vuelo. El caso es que a esa hora, y en un día entre semana, no hay metro nocturno, así que tuve que ir hasta Region Street, una de las calles principales del centro de Londres.

Allí está la parada del autobús nocturno que me iba a llevar a casa. Pasaban los minutos y el autobús no llegaba. De hecho, me di cuenta de que no pasaban coches tampoco, la calle estaba cerrada. Abrí la app, Google Maps, y confirmé que mi autobús no iba a pasar. La calle estaba cerrada y tenía que subir hasta Oxford Street para cogerlo.

No era un gran problema, era un paseo de diez minutos. Además, hacía muy buena noche y pude disfrutar de una calle por la que normalmente cuesta caminar por la cantidad de gente que hay. Sentía que esa noche esa calle histórica de Londres era solo mía. También pude ver la realidad cruel de una ciudad como Londres a esas horas de la noche, el contraste de las grandes ciudades. Además de los bonitos escaparates de firmas de ropa lujosa como Barbury, Armani o Karl Lagerfeld, veía personas sin techo, durmiendo en el suelo, cubriéndose con un saco de dormir y cartones.

Me sorprendió mucho el número de personas que pude contar en solo diez minutos de paseo. A mitad de camino me di cuenta de por qué estaba cortada la calle. Había un grupo grande de operarios cambiando las banderas que colgaban de un lado a otro de Regent Street. Era una imagen de verdad muy curiosa. La mitad de la calle estaba llena de banderas del Reino Unido, la famosa Union Jack, con motivo del Jubileo de Platino de la reina Isabel Segunda, después de siete décadas de reinado.

En la otra mitad de la calle colgaba la bandera del arco iris con motivo del orgullo LGTBI plus, que se celebrará la próxima semana. Estaban cambiando las banderas del Union Jack por banderas del arcoiris. No es la primera vez que se ponen banderas en esa calle, en las olimpiadas de dos mil doce pusieron las banderas de todos los países participantes, y en dos mil veinte se llenó de banderas dando las gracias a las personas que habían estado trabajando duramente en primera línea durante los peores meses de la pandemia. El uso de la bandera del arcoiris por parte de instituciones y especialmente empresas es algo controvertido a veces. El otro día compartía con los estudiantes en mi cuenta de Instagram algunos ejemplos de Rainbow Washing, una especie de lavado de imagen que hacen algunas empresas mostrándose como aliadas del colectivo LGTBI plus, pero de una forma un poco más performativa que con una intención real.

Es una forma de intentar dar una imagen más moderna e inclusiva a su marca. El problema es que muchas veces caen en contradicciones, por ejemplo, la de cambiar su logo durante el mes del orgullo, pero solo en algunos países. En los que existe mayor discriminación no lo hacen, desafortunadamente. Países como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Malasia, Egipto, Indonesia, Qatar y Líbano, entre otros. Estos países que he mencionado son algunos de los que han censurado la última película de Disney, Lightyear.

¿Cuál es la razón? Pues que en la película se muestra a una pareja de dos mujeres y en un momento se dan un pico, un beso breve en los labios. Las niñas y niños de estos países no podrán ver la película. En otros países donde se puede ver, existen movimientos de padres conservadores acusando a Disney de adoctrinamiento por hacer este tipo de películas. Estos padres no creen que haya nada de malo en los besos entre un príncipe y una princesa, pero un beso entre dos mujeres, eso no se puede tolerar, qué horror.

Fuera de bromas, entiendo perfectamente el miedo al adoctrinamiento de sus hijos, yo lo sentiría también. Los niños y adolescentes jóvenes pueden ser muy vulnerables. Si yo fuera padre, me preocuparía por saber qué tipo de información le está llegando a mis hijos. Me daría miedo que acabaran en una secta o en un grupo neonazi, pero ¿realmente hay tanto miedo por el beso de dos mujeres? Esto huele a homofobia.

Vamos a analizar este verbo, adoctrinar. Adoctrinar significa inculcar una doctrina, ¿y qué es inculcar? Inculcar es repetir de forma insistente una idea. Entonces, adoctrinar es repetir de forma insistente una doctrina. Vemos ahora cómo definir una doctrina.

Una doctrina es un conjunto de ideas, enseñanzas o principios básicos defendidos por un movimiento religioso, ideológico, político, etcétera. Por tanto, ahora ya sabemos cómo definir perfectamente el verbo adoctrinar, Repetir de forma insistente una serie de ideas, enseñanzas o principios básicos defendidos por un movimiento religioso, ideológico, político, etcétera. Pienso en mi madre, y ahora me pregunto si ella me adoctrinó cuando yo era pequeño. Me llevaba a misa, a la iglesia, los domingos, y antes de comer, a veces bendecía la mesa diciendo, Señor, bendice estos alimentos que vamos a recibir. Amén.

Además, en el colegio, una de mis asignaturas era religión católica, y durante quince años estudié diversos aspectos de esta. Muchas de las fiestas populares del país donde nací y crecí tenían partes religiosas también. Fui a un colegio católico donde muchos de los profesores eran curas. Nací en España, país de mayoría católica, y bebí del catolicismo los primeros años de mi vida. ¿Podríamos decir que fui adoctrinado en el catolicismo?

Pues yo creo que no. Obviamente, estaba rodeado de los valores católicos por haber nacido en ese lugar y en ese momento, existía una influencia directa, pero había algo que, en mi opinión, hace que no fuera adoctrinamiento. En mi opinión, la definición de adoctrinamiento está incompleta. Creo que habría que añadir una frase y decir que adoctrinar es también ocultar, no mostrar otras realidades. Adoctrinar es también invisibilizar, hacer invisible lo que existe, lo que es real.

Adoctrinar es también decir que otras realidades no son válidas, no son buenas. Yo recibí una clara influencia católica, pero nunca jamás se me invisibilizaron otras realidades. Sabía que en mi ciudad también había mezquitas, no solo iglesias, sabía que había personas agnósticas y ateas, y que su forma de entender la religión era tan válida como la nuestra. En mis años aprendiendo la asignatura de religión católica, los curas de mi colegio también me explicaron otras religiones, su origen y las cosas en común con la nuestra, siempre con respeto. Por eso, me entristece profundamente ver cómo algunos padres insisten en intentar hacer invisible una realidad, una realidad que ha existido desde que el mundo es mundo.

Esa realidad es que no todas las personas son heterosexuales y que existen diferentes tipos de familias. Una realidad, la de las diferentes orientaciones sexuales, que por cierto no se elige, no es una opción. Cuando vi las banderas del arcoiris en Regient Street, una parte de se preguntaba, ¿es realmente esto todavía necesario? Y luego ves cosas como la censura de esta película por esa razón y te das cuenta de que sí, de que todavía es necesario. Ojalá en unos años no lo sea, pero hoy en día todavía lo es.

Cuando me hacía la pregunta de si eran necesarias las banderas en esa calle, me acordé de algo que pasó hace unos años allí mismo. Tuve un flashback, a una tarde de domingo del año dos mil trece. Paseaba con mi exnovio por Reyes Street. Nos habíamos conocido hace poco y ese día, paseando, nos dimos la mano. Surgió de forma natural.

Cuando te gusta alguien, pues, te apetece darle la mano. Para era la primera vez que le daba la mano a un chico en la calle, estaba supernervioso. A los pocos segundos nos empezamos a reír del nerviosismo y separamos nuestras manos. Pensé que porque no estaba acostumbrado a hacerlo, probablemente hacerlo en una de las calles más concurridas de la ciudad no era la mejor idea. Por esto que estoy explicando puedo entender en parte a las personas que se sienten todavía incómodas con el beso entre dos mujeres en una película de Disney.

El chip de una sociedad tradicionalmente homófoba no se va de la noche a la mañana y está instalado en todas las personas, también los que no somos heterosexuales. Para mí, el problema es no querer hacer un mínimo esfuerzo por abrir los ojos y la mente. Quiero contarte también algo que pasa con este podcast. Ya sabes que se puede escuchar en diferentes plataformas, una de ellas es Apple Podcast. De hecho, esta supone el cuarenta por ciento de los oyentes.

Esta plataforma te da una información muy interesante, te dice cuántas personas dejan de seguirte cada día, es decir, deciden dejar de ser suscriptores. Normalmente, unas veinte personas a la semana deciden que este podcast no es para ellos, esa es la media. Yo dejo de seguir algunos podcasts también porque ya no me interesan o porque me parecen un poco aburridos, es normal, no puedes gustar a todo el mundo. Lo curioso es lo que pasa cuando hablo en el podcast de algún tema relacionado con la comunidad LGTBI, como en el episodio veintinueve, donde hablé de cómo era salir del armario en España, o en el episodio cincuenta y ocho, donde hablaba de por qué era necesario continuar reivindicando nuestros derechos. En estos episodios el número de personas que dejaron de seguir el podcast fue especialmente alto.

En el episodio número noventa, donde charlaba con mi novio sobre cómo mejorábamos nuestros idiomas, perdí doscientos oyentes, número muy por encima de la media, diez veces más que la media semanal. Está claro que para muchas personas otras realidades continúan siendo muy incómodas, igual que yo me sentía incómodo con mi propia realidad dándole la mano a mi exnovio en la calle. A pesar de esto, yo voy a continuar hablando de estos temas cuando lo crea necesario, porque creo que la visibilidad de otras realidades es esencial, y la visibilidad ayuda a la aceptación. Este podcast lo escuchan personas desde países donde no existe esta visibilización. De hecho, son países que condenan fuertemente cualquier tipo de publicidad o actividad fuera de la heterosexualidad.

Si este podcast puede aportar su granito de arena, ayudando a eso, yo estoy más que satisfecho. Y ahora quiero mandar dos mensajes. El primero es que hablar de estos temas no tiene como objetivo victimizarme ni victimizar a nadie. Lo hago porque, de nuevo, creo que es importante recordar las distintas realidades y ver cómo todavía es muy necesaria la pedagogía en estos temas. El segundo mensaje que quiero lanzar es uno de optimismo.

Cuando yo le conté a mi madre que tenía novio, su único miedo es que alguien pudiera discriminarme o hacerme daño. Entiendo esa preocupación y es real, pero también hay que decir que las cosas continúan mejorando. Veo a la generación de mi hermana pequeña y los veo mucho más libres, más tolerantes con estos temas. Y como conclusión diré algo. Yo que algunas personas piensan que hablar de estos temas es algo repetitivo, aburrido, victimista e innecesario.

Cuando digo hablar de estos temas, no solo hablo de los temas relacionados con el colectivo LGTBI, sino también con el feminismo, la discriminación racial o las diversas capacidades. Todo esto son derechos fundamentales en algunos países, pero además creo que se puede ver de una forma mucho más simple. Podemos estar de acuerdo en que la vida es a veces bastante complicada para todos y todas, para hombres y mujeres, heteros y no heteros, cis y trans, blancos y negros. Eliminar la discriminación no va a hacer que nuestra vida sea perfecta, continuará siendo complicada a veces, como la de todos, pero que hará mejor la vida de las personas que tradicionalmente han tenido que sufrir un extra de complicación por alguna razón. Como yo lo veo, se trata de una combinación de empatía y sentido común.

Y ya hemos acabado, espero que esta pequeña reflexión sobre el adoctrinamiento te haya ayudado a mejorar tu español y, quizás, a hacerte también nuevas preguntas. Me encantaría conocer tus opiniones y experiencias sobre lo que hemos hablado, Por supuesto que no tienes que estar de acuerdo conmigo y todas las opiniones serán aceptadas siempre que sean respetuosas. Puedes escribir tu comentario en la página web. En la misma página web donde está la transcripción hay una sección de comentarios. Te animo a que intentes usar algunas de las palabras que hayas aprendido hoy.

Vamos a dejarlo aquí por hoy y te espero en el próximo episodio, episodio número cien. Un abrazo grande.

Podcast: Intermediate Spanish Podcast
Episode: E99 ¿Cómo nos adoctrinan? - Intermediate Spanish