Si te pido que te definas, ¿qué rasgos aparecerían en la lista? Probablemente empezarías diciendo que eres un chico o una chica. Luego saldrían cosas como tu nacionalidad, tu profesión o tu edad, pero con alta probabilidad mencionarías las palabras hombre o mujer. Hay personas que no se identifican con ninguno de esos términos, pero vamos a quedarnos con estos dos. Una cuestión que sigue siendo investigada es ¿qué determina que nos definamos como una u otra cosa?
La respuesta que suele aparecer cuando se hace esta pregunta es que depende de nacer con una determinada fisiología sexual. Genes, gónadas, hormonas y genitales. Si nacemos con apariencia típica de macho, nos identificaremos como hombre. Si nacemos con apariencia típica de hembra, nos identificaremos como mujer. Pero la realidad no encaja con una respuesta tan simple.
Sabemos que hay personas que cuentan con caracteres sexuales que no son claramente de macho ni de hembra, como las personas intersexuales. Y a pesar de ello, dentro de este grupo hay personas que desarrollan una identidad como hombres o mujeres. También sabemos que hay personas que, a pesar de haber nacido con unos caracteres sexuales definidos, desarrollan una identidad no acorde, como es el caso de las personas trans. Es decir, la realidad nos muestra que nacer con la clásica fisiología de macho no es condición necesaria ni suficiente para tener una identidad de hombre. Y nacer con la clásica fisiología de hembra no lo es para tener una identidad de mujer.
Así que, ¿qué nos estamos perdiendo? ¿Qué factores no estamos teniendo en cuenta? Dentro de estas interesantes cuestiones se enmarca el experimento John-Joan.
John-Joan es el nombre enclave que se dio al caso de Bruce Reimer, un experimento que no sólo abordaría estos temas, sino también el de la ética científica. Pero, ¿cómo este niño se convirtió en una figura dentro de estas discusiones tan complejas sin siquiera haber empezado a hablar?
Bruce Raymer nació el 22 de agosto de
1965
en Winnipeg, Canadá, junto a su hermano gemelo Brian. Dos preciosos gemelos idénticos. Sus padres eran Ron y Janet Raymer, una familia media completamente normal. Fue a los siete meses cuando comenzó la serie de catastróficas desdichas que llevarían al pequeño Bruce al centro de este debate. La madre notó que los hermanos se sentían incómodos al orinar.
Los llevaron al periatra. El diagnóstico fue algo común, fimosis. Les recomendó que circuncidaran a sus gemelos. La operación se programó para el 27 de abril de
1966.
Llegado el día, también dio la casualidad de que cogieron a Bruce el primero para entrar al quilófano. Para la operación, no se sabe por qué, el cirujano eligió un bisturí eléctrico. Hizo dos intentos de cortar la piel sobrante, pero algo no funcionaba. Y al tercer intento... El anestesista describió posteriormente el sonido como el de un filete siendo achicharrado.
Nunca se aclaró del todo si fue un error humano o un fallo del aparato, pero el pene del pequeño Bruce se había quemado por completo, hasta el nivel de carbonizarse y desaparecer. Los padres consultaron a diversos profesionales para tratar de reconstruir el miembro de Bruce y todo fue una mala noticia detrás de otra. No solo iba a ser imposible arreglarlo en la niñez, sino que de tratar de reconstruirlo en la adultez, los resultados tanto cosméticos como funcionales iban a ser más bien pobres. En resumen, la vida de Bruce como hombre, pronosticaron, iba a ser muy desgraciada.
Los padres lo tomaron así. Bruce, al no poder ser un hombre completo, no iba a poder ser feliz. En torno al primer cumpleaños de los gemelos, Ron y Janet ya habían abandonado toda esperanza de ayudar a su hijo. Pero un día apareció en la televisión el Dr. John Monn.
Una aparición que determinaría el resto de sus vidas.
Ron y Janet estaban viendo un programa de entrevistas canadienses llamado This Hour Has 7 Days. El invitado, esa vez, era un psicólogo neozelandés doctorado en Harvard llamado John Money. John Money era por aquel entonces una autoridad académica en el tema de la identidad de género y la sexualidad, aunque también una figura controvertida. Salía en el programa hablando sobre las cirugías de reasignación de sexo que se estaban llevando a cabo pioneramente en el Hospital Johns Hopkins de Baltimore, de las que él era gran impulsor, en una época en donde la transexualidad y la intersexualidad eran temas aún muy desconocidos. En una parte del programa le preguntaron sobre un tipo de población con que trabajaba, los bebés intersexuales, bebés que nacen con genitales que no son los típicamente masculinos ni los típicamente femeninos.
El Dr. Moni defendía que se podía convertir a cualquiera de estos bebés en hombre o mujer, que lo único que se precisaba era elegir un sexo y aplicar cirugías y tratamientos hormonales adecuados. Si se hacía correctamente, el bebé desarrollaría sin problemas una identidad de género acorde a ese sexo asignado y se convertiría en una persona completamente feliz. Ese mensaje caló a los padres. Vieron un ineludible paralelismo entre esos bebés y el miembro quemado de su hijo, y decidieron que debían consultar con el Dr.
Money.
El psicólogo pronto se interesó en el caso. No era sólo una oportunidad para ayudar a un bebé, sino una oportunidad excelente para poner a prueba sus ideas.
John Money estaba convencido de la importancia del factor sociocultural a la hora de establecer una identidad como mujer u hombre. Manejamos unos estereotipos de mujer y de hombre en cuanto a apariencia y conducta. Si adaptamos a un bebé al estereotipo de mujer, se identificará como mujer. Si lo adaptamos al estereotipo de hombre, se identificará como hombre, dando bastante igual la fisiología con que el bebé hubiese nacido. Se había convencido de esto por sus trabajos con personas nacidas intersexuales, a las que, según sus informes, había convertido indiferentemente en mujeres u hombres hechos y derechos tan solo manipulando los factores sociales y su apariencia.
Pero, ¿ocurriría igual con los bebés no intersexuales? Los gemelos Reimer eran una oportunidad sin igual para testar sus ideas. Tenía dos bebés fisiológicamente machos, menores de dos años y además gemelos idénticos, uno de los cuales había perdido el pene. Si a este bebé le otorgaban quirúrgica, médica y estéticamente una apariencia de niña y le trataban durante su desarrollo como se suele tratar a las niñas, ¿terminaría identificándose como mujer, al contrario que su hermano? Si eso ocurría, sería una buena prueba a favor de sus ideas.
Trazó en seguida la hoja de ruta para Bruce. Debían construirle ya mismo unos genitales externos femeninos para que no hubiese disonancia entre lo que le decían que era y lo que reflejase el espejo. Debían empezar desde ya a tratarle como niña. Es decir, despliegue total de los clichés de género. Nunca deberían hacerle sospechar de su accidente.
Cuando llegase la pubertad, le construirían una vagina completa quirúrgicamente y le darían tratamiento hormonal para adquirir apariencia de mujer. John Money estaba seguro de que así ese bebé nacido varón se convertiría e identificaría como mujer. Estaba seguro de que así lograría ser feliz, cosa que según él no podría lograr siendo un hombre con los genitales calcinados.
Unas cuantas cartas después, el matrimonio viajó a su clínica de Baltimore para verse con el doctor, donde les convenció mucho más de su idea. Era un procedimiento que John Money jamás había llevado a cabo con personas no intersexuales. Y no se sabe hasta qué punto los padres de Bruce llegaron a ser conscientes de que su hijo iba a ser un conejillo de indias. Pero el caso es que Bruce Reimer, a los 19 meses de edad, fue transformado en Brenda Reimer.
Ron y Janet empezaron a tratar a Bruce como una niña. Le rebautizaron Brenda. Dejaron de cortarle el pelo, empezaron a ponerle vestidos y a jugar con ella de un modo diferente. Antes de cumplir dos años, le practicaron una castración para eliminar los testículos y le construyeron una vulva cosmética. Lo justo para que desde fuera, Brenda pareciese tener genitales típicamente femeninos.
Para ajustarse a la hipótesis de John Money. La construcción de la vagina completa se dejaría para cuando llegase la pubertad, junto al tratamiento hormonal. Toda esta conversión debían ocultársela para siempre a Brenda, no debían contarle nunca la verdad para no crearle ambigüedades en su identidad. Pero Brenda no tardó en empezar a romperles los esquemas. Según el testimonio de los padres, Brenda no paraba de tratar de quitarse los vestidos.
Cogía berrinches cuando no le dejaban afeitarse junto a su papá y su hermano. Su forma de jugar y sus maneras eran permanentemente descritas como de chicazo. Si Brenda era una niña, era una niña marimacho o tomboy como suele decirse despectivamente. Pasaba de los juguetes de niña que le compraban y elegía constantemente los de niño. Anunciaba que de mayor quería ser basurero.
Llamativamente, siempre trataba de orinar de pie. Lo peor es que los incansables intentos de hacer que Brenda pareciese una niña, adoptase maneras de niña y jugase con niñas, empezó a granjearle problemas a la hora de relacionarse. Si jugaba con niños como quería, los niños rechazaban a Brenda porque era una niña. Si jugaba con niñas como le imponían, las niñas rechazaban a Brenda porque jugaba como un niño. Todo
La infancia de Bruce convertido en Brenda se volvió un auténtico infierno. No solo por la pesadilla que era el colegio, sino por las visitas anuales que debían hacer al Dr. Money en su clínica de Baltimore. Las evaluaciones que el psicólogo hacía de Brenda le dejaron huella, porque eran auténticos interrogatorios de cómo se sentía con su vida y con su cuerpo. Además, John Money aprovechaba esas sesiones para poner en práctica algunas de sus ideas más rocambolescas sobre la formación de la identidad de género.
Sesiones que a veces implicaban conversaciones sexualmente explícitas o el uso de material pornográfico. A pesar de que el experimento de John Money saltaba a la vista que no estaba saliendo bien, a pesar del evidente malestar que le causaba a Bruce estar viviendo como Brenda todos estos años, John Money no paraba de describir en artículos, libros y conferencias el caso de Bruce Reimer como un auténtico éxito. Pero a lo largo de estos años, por suerte, empezaron a surgir voces discordantes dispuestas a cuestionar la cátedra de este psicólogo.
John Money recomendó lo que recomendó porque estaba convencido de que no nacemos con ninguna predisposición a identificarnos como hombres o mujeres. Por eso, su hipótesis se conoce como de neutralidad sexual. Somos una suerte de lienzos en blanco sobre los que se puede pintar hombres o mujeres si se manejan estos factores socioculturales y estéticos aludidos. La identidad como hombre o mujer es algo que se adquiere tras el nacimiento. Pero algunos investigadores por ciertos hallazgos y datos empezaban a sugerir que tal predisposición sí existía, que ese lienzo no era tan blanco como defendía John Money.
Uno de los principales abanderados de esta idea era el biólogo Milton Diamond. Diamond proponía que en nuestros cerebros, antes del nacimiento, ya se había formado la semilla de la identidad masculina o femenina y que por mucho que se pintase encima, el verdadero fondo acababa saliendo. ¿En qué se basaba para defender eso? Diamond se basaba en recientes estudios que habían hallado en diversas especies ciertos núcleos cerebrales sexualmente dimórficos, es decir, diferentes en el cerebro de machos y hembras. El dimorfismo sexual de estos núcleos se establecía antes del nacimiento por acción hormonal, al igual que pasa con los genitales.
Interesantemente, manipulando las hormonas a las que estaba expuesto el feto podían lograr que estos núcleos adoptasen las características del otro sexo. Y ello conllevaba que de adultas las hembras manifestaran conductas de macho y que los machos manifestaran conductas de hembra. También añadía datos antropológicos de comunidades en donde, a pesar de no existir un claro trato diferente a niños y niñas, emergían igualmente identidades como hombre o mujer, o datos de otros estudios clínicos de personas no intersexuales que, como en el caso de Bruce, habían crecido educados en el otro sexo, por diversos motivos. Casos en donde tampoco se había logrado adaptar la identidad con éxito. Milton Diamond se apoyó en estos datos para defender la idea de que no venimos al mundo como lienzos en blanco, sino con factores que predisponen al desarrollo de una identidad masculina o femenina.
El autor no pretendía eliminar de la ecuación los factores postnatales, pero enunciaba que los prenatales no debían ser ignorados. Lo curioso es que John Money no vivía ajeno a estos estudios, ni mucho menos, pero en su interpretación no dio peso a esos indicios a la hora de elaborar su teoría de cómo se establece una identidad.
Mientras en el ámbito académico ambas posturas continuaban tirándose los platos a la cabeza y John Money seguía afirmando el éxito de su caso, continuaba el tormento de Bruce convertido en Brenda. Además, Bruce estaba llegando a la pubertad y el drama tenía que llegar a un necesario punto de inflexión. Tocaba hacer la operación para construirle una vagina completa que, según el psicólogo, le permitiría ser una mujer completa.
Los padres de Bruce trataron de convencer a su hijo convertido en hija de que debían hacerle la intervención. Por supuesto, no le habían contado el auténtico motivo. Le decían que era algo que tenían que arreglarle, sin más explicación. También debía empezar a tomar estrógenos, Pero la sola idea de que le crecieran pechos aterraba a Brenda. Seguía diciéndolo claramente como lo llevaba diciendo desde que tenía uso de lenguaje.
Soy un chico. Dijeran lo que dijeran sus padres, dijeran lo que dijeran los médicos y dijeran lo que dijeran sus genitales externos. Le obligaron a tomar la medicación y los pechos y caderas empezaron a crecerle. Brenda los trataba de camuflar como podía y empezó a sobrecomer para que el exceso de grasa compensase esos abultamientos. Brenda tenía además otros frentes abiertos.
Las burlas de sus compañeros se acrecentaban. Todas sus compañeras estaban sufriendo los cambios físicos pertinentes, pero ella estaba lejos de verse femenina, a pesar de sus pechos y a pesar de que por encajar, a veces lo intentaba. Se maquillaba, se ponía faldas y vestidos, pero siempre, siempre acababa aflorando bruz. Siempre definía a Brenda como una chica muy masculina. Además, tenía muy claro que no le interesaban los chicos, sino las chicas.
Así que si era una chica, sin duda era una chica lesbiana, con la problemática que ellos suponía en aquel lugar, en aquellos años. Su cabeza ya era un cóctel explosivo, como te puedes imaginar, y empezaban a aflorar problemas de conducta. Tenía arrebatos, enfados e incluso empezó a robar en tiendas. El tema estaba destruyendo a la familia. Janet estaba sumergida en una depresión.
Ron se evadía de los problemas con alcohol y Brian se sentía desplazado porque sus vidas parecían girar en torno a su hermana. Los padres veían evidente que se habían equivocado siguiendo la sugerencia de John Money, pero no podían aceptarlo. No podían verse como los causantes de la infelicidad de sus hijos. La gota que colmó el vaso llegó cuando Brenda dijo a sus padres que se suicidaría si seguían insistiendo con el tema de la operación. Los otros profesionales que estaban interviniendo en el caso de Brenda aceptaron por fin que el tratamiento estaba siendo un completo fracaso, por mucho que John Money dijera lo contrario.
El rechazo que manifestaba Brenda a la idea de ser una chica era clarísimo. Así que llegó el día en que, contrariando el dictamen de Money, recomendaron a los padres que le revelasen toda la verdad a su hijo. Y así lo hicieron, cuando Bruce contaba con 14 años y había vivido la mayoría de su vida como Brenda. Fue su padre Ron el que le reveló todo. Cuando conoció la verdad, lo describió como un alivio.
Decidió inmediatamente empezar a vivir como chico y revertir quirúrgica y hormonalmente todos los cambios que le habían hecho desde pequeño. Se sometió a terapia hormonal y a diversas operaciones para reconstruir sus genitales masculinos. No podría tener hijos propios, pero al menos viviría en sus propios términos. Decidió que su nuevo nombre sería David, porque sentía que él también había luchado contra un Goliath.
Toda la historia de Bruce, Brenda y David Reimer quedó recogida con mucho nivel de detalle en este libro de John Colapinto. Este libro, junto a algunos documentales y entrevistas, fueron fruto del deseo de David Reimer de dar a conocer su historia. Del deseo de que John Money no se saliese con la suya y siguiese publicitando el caso como un éxito. El experimento John-Joan, como se conoce dentro de la literatura científica, había salido tremendamente mal. David no quería que otros niños tuvieran que pasar por el tremendo infierno personal que tuvo que pasar él, y sirvió para que parte de la comunidad científica y médica abriese los ojos.
En el libro se cuenta cómo continuó la historia y cuando se publicó allá por el 2000 parecía que se encaminaba a un final feliz. Pero el trauma que había padecido toda la familia no desaparecería sin más.
Tras la tremenda revelación, la vida de David mejoró considerablemente. Hizo amigos, estudió y consiguió un trabajo que le gustaba. E incluso conoció a una mujer con la que se casó y adoptó a sus hijos. Logró ser eso que siempre había soñado, ser padre. No obstante, todo el proceso había dejado una huella indeleble en la familia Reimer.
Una huella que les tenía reservado un final trágico. Brian, su hermano, había ido desarrollando serios problemas psicológicos a lo largo de su infancia. Y parecieron exacerbarse en la adolescencia, tras conocer lo que sus padres y John Money habían hecho con su gemelo. Cuando su hermano decidió abrirse al mundo y contar su historia, lo apoyó, pero empezó a sobrepasarle la situación y en 2002 se suicidó con una sobredosis de medicación, cuando solo tenía 36 años. David sumó la muerte de su gemelo al trauma psicológico de su infancia.
Afectado y sintiéndose culpable por el suicidio de Brian, empezó a tomar malas decisiones financieras. También su matrimonio resultó tocado y su mujer le pidió separarse un tiempo. En bancarrota, sin familia, su vida iba a cuesta abajo otra vez. Y la situación le sobrepasó. Se suicidó en 2004 con un disparo en la cabeza, cuando solo tenía 38 años.
El experimento John John creado por John Money acabó de la peor manera posible. El psicólogo murió dos años después del suicidio de David a causa de la enfermedad de Parkinson que llevaba padeciendo desde hace tiempo. Pero este terrible desenlace sirvió para poner algo de orden en el debate?
John Money nunca vio el experimento John-Joan como una refutación a sus ideas. Echó la culpa del fracaso a factores que no había podido controlar, como que los padres habían tardado en tomar la decisión de cambiarle de sexo, a pesar de que le habían operado antes de los dos años. También sugirió que lo que había pasado es que no le había sido ocultada convenientemente toda la farsa, o que Brenda nunca accedió a que le construyesen una vagina completa. Otros estudiosos del tema de la identidad de sexo y género indican que el experimento tampoco tiene por qué suponer un apoyo a la postura de Milton Diamond? Y se plantean algunas preguntas.
Resulta evidente que Bruce rechazaba la identidad femenina, pero ¿era debido a que su cerebro estaba ya sexualmente diferenciado como hombre, como sugería este investigador? ¿O era debido a que le habían hecho sentir rechazo hacia lo femenino al forzarle a adaptarse al clásico estereotipo femenino. Como ves, el infame experimento John-Joan sigue siendo controvertido, pero no cayó en saco roto. Por ejemplo, ha puesto en relevancia la necesidad de repensar los tratamientos tempranos que se dan a bebés intersexuales o nacidos con genitales atípicos. Tratamientos que se hacen antes de que esa nueva persona manifieste identidad o deseo alguno.
También ha invitado al cuestionamiento de los roles de género y en las consecuencias de su imposición. Davis además se ha convertido en una figura mencionada en la defensa de los derechos de las personas trans. Él, en su etapa como Brenda, estaba siendo obligado a vivir conforme a una identidad que no le representaba, con todas las consecuencias psicológicas que ello supuso. Es mostrado como ejemplo de la tortura que puede suponer para una persona el negarle una identidad porque sus genitales dicen otra cosa. Y por supuesto, por revelar la compleja e intrincada sexualidad del ser humano, ha motivado la investigación de estas cuestiones.
Cuestiones que están lejos de tener, por suerte o por desgracia, una respuesta demasiado simple. Hasta aquí este vídeo sobre
el experimento John-Joan y la trágica historia de su protagonista David Raimond. Si quieres profundizar más en su historia, te recomiendo el libro de John Colapinto. Y si quieres profundizar en las cuestiones aludidas, dejo en la descripción algunas lecturas. Recuerda que si quieres apoyar el canal, puedes llevarte a casa esta lámina que te recordará todos los días la importancia de eso que está dentro de nuestros cráneos. Y si quieres seguir explorando las cuestiones más interesantes de la naturaleza humana no olvides suscribirte al canal.
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